Compareció de urgencia Sánchez en el exigente plató de Tele5 a desmentir que su Gobierno sea socialcomunuista, que es como si Madonna acude a la tele a desmentir que es virgen. Innecesarios empeños. En especial el primero porque Pablo Iglesias lo dejó claro hace unos días en sede parlamentaria: "Señores de la derecha, siento decirles que van a tener un Gobierno socialcomunista para rato".
Social y comunista, subrayó. En presencia del presidente, que ni se inmutó, ni pestañeó, ni mucho menos pidió la palabra para precisar el término. Ahí quedó escrito en el libro de Sesiones. Cierto que la palabra 'comunista' aún exhala un cierto olor fétido, a leninismo criminal, a genocidio maoista, a castrismo carcelario. La delicada piel de ciertos socialdemócratas aún sufren de urticaria cuando la escuchan o se la endosan. El líder de Podemos se encarga de amargarles la bonanza espiritual. La reivindica últimamente con más frecuencia, la jalea, la esgrime, la exhibe como un estandarte del odio, al igual que hizo en su día con los crímenes de ETA, el apalizamiento de policías, la okupación, la guillotina y los azotes sangrientos a populares periodistas.
En su inopinada aparición televisiva, adjudicó el presidente a "conspiraciones judeomasónicas" o a "posiciones lunáticas" lo de atribuirle la dirección de un gobierno socialcomunista, porque "llevo mil días en el Gobierno y ni España se ha roto, ni hay una dictadura, ni han venido los bolcheviques". Un argumentario extraño, una palabrería estrambótica. Sólo le faltó citar a Iker Jiménez. Ni siquiera le han llamado "zurdo y zapatero", singulares sinónimos que utilizaba Machado en tono despectivo en su Juan de Mairena, en el 36. Es el libro que, curiosamente, le obsequió Pablo iglesias a Felipe VI.
Algo extraño sucede en Moncloa para que se produzca semejante reacción, impropia de Sánchez, que tan sólo emerge ante las cámaras para autoelogiarse, pavonearse o recitar patrañas
Lo improvisado de su intervención, con preaviso oficial de tan sólo un par de horas, alimentó todo tipo de conjeturas sobre su contenido. Las versión mayoritaria se inclinaba por, dadas las circunstancias, un llamamiento a la población de cara a las Navidades. Una exhortación valiente, sincera, "con el corazón en la mano", como hizo Merkel, al borde del llanto y en las lindes de la desolación. Alemania no llega a 30 muertes por cada cien mil habitantes. España casi roza los cien.
Pero no. Los 'killer' no lloran. Ni siquiera admiten sus faltas, como bien hizo Macron y su 'Yo asumo'. A Sánchez -que nos contó, eso sí, que pasará las vacaciones con su familia, suegro incluido- le preocupan tanto los fallecidos de la pandemia como a Maduro la salud de la democracia. Una higa. Aquí se ha manipulado, tergiversado y ocultado las cifras de los fallecidos en una tenebrosa y obscena operación sin parangón en una democracia. El INE, instituto oficial y público, que ni es fascista ni franquista, acaba de poner evidencia, una vez más, las mentiras de Sánchez, Illa y don Simón sobre las víctimas de la pandemia. Más de 18.000 muertos escamoteados del cómputo gubernamental.
Blindado por las teles
Como otros de sus libros, Sánchez fue a la tele a hablar del comunismo. No para denostarlo o abjurar de su historia y su existencia sino, sencillamente, para burlarse de quien se lo adjudica. Fue un intento fallido. Una estupidez. Gobierna con Iglesias y pretende que la gente se trague su trola. Fue una iniciativa impropia de Sánchez, que tan sólo emerge ante las cámaras para autoelogiarse, pavonearse o recitar patrañas. Jamás para desmentir o puntualizar. Su Persona es inmune a los ataques, a las imprecaciones y las críticas... Nada le afecta. Está blindado por los medios, acorazado por las teles.
¿Qué insólita naturaleza, qué mágico elemento contiene lo de socialcomunista para que produzca tan inesperado efecto? Sólo hay dos respuestas. Una, que la factoría de ficción de Moncloa ha detectado que la cosa cuaja y que se empieza a mirar al Gobierno como un artefacto radical dirigido por una pandilla de macacos leninistas. O dos, que se expande la idea de la gestación de un verdadero partido socialdemócrata, alejado del chavismo y el revanchismo, de la hoz y el martillo y la guerra civil, tal y como apuntaba aquí mismo Agustín Valladolid.
Iván Redondo deja hacer a su socio con enorme complacencia. Cuantas más enormidades plantean los ministros morados, más se consolida la figura de Sánchez como único presidente posible de la izquierda. Las encuestas, su obsesión, le amparan. Iglesias, en avanzado estado de robespierrización, no rentabiliza su presencia en el Gobierno. Más bien lo contrario. Lo morado se atasca en los sondeos, o incluso mengua. Iván lo quiere así. El PSOE se mantiene firme en cabeza y Podemos ni le araña. Al menos hasta ahora. La formación del trío de la bencina, Podemos, Bildu y ERC, ha producido un cimbronazo en la opinión pública. Esto ya desborda y traiciona el programa con el que Sánchez ganó agónicamente las lecciones. Los furibundos ataques a la Corona, la Justicia y la Constitución van más allá de las burletas y desprecios hacia Casado o los escupitajos a Abascal.
Eso de abandonar su chaise longue en noche de Champions para irrumpir en la tele con un mensaje sicalíptico sobre que aquí no va a triunfar "un régimen socialcomunista chavista soviético" sonó extraño
Algo se palpa en el ambiente. Algo sucede, como un bulle-bulle tímido y germinal. Quizás, el medroso embrión de algo. Sánchez, rey de la superchería, caudillo de la indecencia moral, se aprestó a una entrevista en la que poco nuevo tenía que decir salvo que respeta a la Corona, que España no se rompe y que su Gobierno no es bolchevique. Sabidas y confirmadas las dos primeras mentiras, desconcertó con la tercera.
Eso de abandonar su chaise longue en noche de Champions para irrumpir en la tele con un mensaje sicalíptico sobre que aquí no va a triunfar "un régimen socialcomunista chavista soviético" sonó a extraña morcilla, a explicación ortopédica. ¿Y a qué viene esto?. ¿A frenar las descomunales ventas del libro de FJL? ¿A desactivar una ola que crece? Piqueras se quedó mudo, como su audiencia. ¿Será otra trola? ¿Es el anuncio de algo? No conviene alimentar falsas esperanzas. Pero a veces la política es como el póker. Todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad.
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