Opinión

Sánchez se queda sin munición

La oposición desgasta, en efecto, pero un Gobierno sin guion, proyecto o contenido, puede pasarlo muy mal. Desarbolada la factoría de ficción de Iván Redondo, las trolas escasean y los

La oposición desgasta, en efecto, pero un Gobierno sin guion, proyecto o contenido, puede pasarlo muy mal. Desarbolada la factoría de ficción de Iván Redondo, las trolas escasean y los cuentos ya no cunden. Tan desesperado anda el presidente en este otoño sin luz ni casi gas, que ha recurrido a la defensa del español como estrategia para mantenerse a flote. Mientras sus socios catalanes hostigan, silencian y amordazan a quienes se expresan en castellano, Pedro Sánchez intenta vender su penúltima burra mientras su vicepresidenta Yolanda le reta a un duelo a muerte en los montes de la Moncloa.

Mucho ruido en el gineceo de Podemos. Ha pasado del runrún al griterío y de ahí, hasta a vuelo de navajas. La primera en caer, 'por motivos personales' ha sido Noelia Vera, amiga del alma de Irene Montero que le dio cobijo como número dos en su improbable Ministerio de Igualdad. ¿Quién será la próxima? ¿La propia Montero, algo desprotegida desde la renuncia de Pablo Iglesias, el gallo huido de tan ardiente gallinero?

Podemos es un partido en descomposición, lastrado por las guerras intestinas y el vertiginoso declinar en las urnas. Un artefacto inútil y ruidoso, el juguete de Iglesias para asaltar los cielos que se ha quedado reducido a la categoría de cacharrete para recibir sueldos del Estado, para conseguirle ingresos a una partida de holgazanes que sestean en altos cargos mientras juguetean con Twitter y se empachan de series y cerveza.

Yolanda Díaz, que no es de la familia morada, actúa como detonante del cisma, casi desintegración. Despierta y ambiciosa, lo suficientemente gritona para lograr que la respeten y lo bastante audaz para aspirar al frontispicio de los elegidos, ha desatado una enorme tormenta interna con su proyecto de concurrir por libre a las generales del 23/24. Lo haría al frente de una estrambótica cuadrilla en compañía de Ada Colau y Mónica Oltra, damiselas en apuros, figurillas de saldo en el Rastro de la política. Pretende Díaz reunir bajo su manto a estas ofuscadas vicetiples regionales y sumarlas a la gente de Más Madrid, donde pace Íñigo Errejón, y reeditar el fenómeno Manuela Carmena, ahora a escala nacional. Las ministras Irene Montero e Ione Belarra, viudas políticas de Iglesias, han sacado las uñas para defender su corralito, para salvar su organización, ya en periodo de desguace. La aspirante a lideresa les ha lanzado su advertencia: "Estoy rodeada de egos, como haya ruidos es posible que me vaya".

Camina desatada rumbo a su mal disimulado objetivo: convertirse en la primera mujer que ocupe el despacho mayor de la Moncloa. Una Merkel roja, una Thatcher comunista, un inédito exotismo

Le gusta a Díaz "atraer las miradas desde lejos con la cabeza alzada", como cantaba Horacio. A Iglesias se le fue la mano al nombrarla sucesora tanto en el partido como en el Gobierno, dicen ahora en su atolondrado gallinero. Hace apenas nada era la hija de un sindicalista gallego, comunista por más señas, y ahora camina desatada rumbo a su mal disimulado objetivo: convertirse en la primera mujer que ocupe el despacho mayor de la Moncloa. Una Merkel roja, una Thatcher comunista, un inédito exotismo que ahora se antoja un delirio. Salvo por el hecho de que aquí todo es posible, hasta un gobierno inverosímil al frente de la nación formado por aquellos que pretenden destruirla.

No sólo intramuros de su partido. También en el Gobierno, Yolanda contra todos. Contra Calviño, contra Escrivá, contra Emejota Montero... sólo respeta a Bolaños y por el momento, a Sánchez, quien contempla estas refriegas con su habitual displicencia, ajeno a la sangre que brota de las salvajes dentelladas que se suceden en sus filas. El aeropuerto del Prat, el Salario Mínimo, las pensiones, los alquileres, temas polémicos que han derivado con estrépito en choques y discusiones. De momento, Yolanda va ganando.

Adorada por los sindicatos

La vicepresidenta y titular de Trabajo es un torbellino para la gresca y un disparate para la gestión. Exhibe una elocuencia áspera junto a una sonrisa inofensiva. Su discurso es punzante y duro, quizás atiborrado de palabras. Le sobra vehemencia y le falta ciencia. "Pero acierta", dicen en su oficina. Asegura que lo suyo es negociar, aunque hasta la fecha tan sólo ha logrado el apoyo servil de los borreguillos sindicalistas, siempre moviendo la cola al ritmo que marca el poder. Unai y José María, dos becerrillos complacientes colgados de las ubres del Estado. Yolanda Díaz, siempre repeinada como para la boda de un cuñao, y con un outfit como para portada del Hola —si el juez Pedraz, ¿porqué no ella?— ha comprobado que está rodeada por una caterva de inútiles sin fibra, una bandada de revolucionarios tediosos sin más ambición que el sillón ni más objetivo que llevárselo. Y ahí va ella. A por todas.

Después de manosearla y agitarla durante los años de Rajoy, la izquierda está a punto de descubrir la espantable realidad de la pobreza energética. Algunos en La Moncloa ya tiritan

Sánchez, ajeno a estas trifulcas de los mortales, permanece con la quijada enhiesta y la mirada perdida en el horizonte lejano de su mandato. De aquí a la eternidad, ¿verdad Casado?. Algunos problemas le asaltan en este arranque otoñal. Pequeñas fruslerías con las que España tiembla, como la escalada de los precios con ese IPC despendolado, el indomable recibo de la luz que derriba récords mundiales con más rapidez que Usain Bolt, la guerra del gas que está a punto de estallar con su rostro de hielo. Después de manosearla y agitarla durante los años de Rajoy, la izquierda está a punto de descubrir la espantable realidad de la pobreza energética. Algunos en La Moncloa ya tiritan. Otros recitan la palinodia del torpe argumentario. Esto es, la inflación durará dos meses, la luz no afecta a las familias, la escalada del gas no se pagará hasta abril. Así, van tirando.

En defensa del español

El único inconveniente para Sánchez es que, aunque logre cerrar los presupuestos, ha de hacer frente a dos años áridos e hirsutos hasta concluir la legislatura. Y se le ha agotado el guion de los aciertos, el saquito de los logros, la panacea de los triunfos. Vacunas y fondos europeos eran el binomio mágico para desembocar en las urnas con el triunfo garantizado. Eso ya no funciona. A estas alturas, nadie atribuye a Sánchez mérito alguno en el retroceso de la pandemia. Para colmo, los dineros europeos tardan en llegar y, cuando lleguen, tendrán un efecto alicorto dada la magnitud del desaguisado del Tesoro. Para disimular, mienten sobre el INE, adelantan los datos suaves del paro, pintan las cuentas de color de rosa. No cuela. Ya nadie traga. El 93 por ciento de los españoles creen que la economía es de horror, según el mentirologio del CIS de Tezanos.

¿De qué hablará entonces Sánchez en sus paseos, mítines, plasmas y demás comparecencias? ¿Del 'reencuentro' emocional con los golpistas catalanes. ¿De las andanzas de Puigdemont libre como un jabalí enloquecido por los montes de Europa? ¿De los felices festejos vascos en honor a los criminales de ETA? La dupla Félix Bolaños y Óscar López han ideado una campaña en defensa del castellano, al estilo de la Oficina de Díaz Ayuso, a quien detestan pero plagian. Impulsar el castellano, dicen los que gobiernan gracias a los que persiguen, multan y amordazan por expresarse en la lengua de todos. "El español, valle de la lengua", han bautizado la tontería. Una burla.

En el 40 Congreso que celebrará el PSOE en un par de semanas, no hay previstos grandes anuncios, iniciativas descomunales o enormes sorpresas. El eje del cónclave, cuentan desde dentro, será tan elemental y pedestre como un chiste de Arévalo: zaherir a Casado y al PP; encerrar a Ayuso y a Vox en el rincón de la ultraderecha. El PSOE no da para más. La muestra palmaria, esta semana la ministra Emejota Montero en la sesión de control, cuando se le preguntó por las pensiones y respondió con una andanada a la Convención que celebra estos días el Partido Popular. Así de esmirriado y raquítico anda el arsenal de las ideas. Espabila Pedro, que viene la furiosa Yoli y te desahucia.

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