Opinión

Sánchez no es un accidente

Este presidente pasará, habrá hecho lo que se esperaba de él, y el partido -140 años de experiencia- seguirá corrompiendo las instituciones y atacando la separación de poderes como siempre ha hecho

Lo que estamos viviendo estos días no es nuevo, no es sorprendente y no va a provocar ninguna reacción relevante. Hay que empezar a entender que Sánchez no es un accidente, y que eso que durante años hemos llamado columnísticamente 'sanchismo' no fue nada más que el recurso estilístico de moda. Sánchez, como Zapatero y González antes que él, no habría podido hacer ni la mitad de lo que ha hecho fuera del PSOE. No es un extraño piloto venido de un planeta lejano, sino el producto depurado de la escuela técnica de capacitación de líderes socialistas.

El PSOE es mucho más que un partido, de modo parecido al FC Barcelona, que es más que un club. La principal diferencia entre ambos es que el PSOE gana, y es el equipo hegemónico incluso cuando está en crisis. Otra diferencia importante es la risa. El Barça la produce en Europa desde hace años, mientras que Europa, oh, Europa, jamás dirá nada respecto a las barbaridades institucionales cometidas por nuestro Gobierno. También vamos tarde en entender esto.

Han sido muchas barbaridades durante estos larguísimos años, y este último ataque a la ya exigua independencia judicial no es un hecho extraordinario, sino el cumplimiento estricto de un programa. Nadie ha asumido esta corrupción anunciada y sistemática mejor que elDiario. "El Gobierno pone fin al secuestro del Constitucional al suprimir la mayoría de tres quintos en el CGPJ para elegir magistrados".

El lenguaje tampoco es nuevo. Siempre es el mismo. El autócrata siempre aparece, aupado por sus fieles, para rescatar a la democracia y restaurar el orden. Hace cosas cuestionables, sí, pero todas con el objetivo de salvaguardar la civilización y de alejar a los bárbaros. Haríamos mal en cargar las tintas contra los periodistas que describen la realidad al gusto del autócrata. Se limitan a hacer su trabajo. Y haríamos mal también en pensar que hacen lo que hacen porque el autócrata les paga con contratos o publicidad en sus medios. La moneda del tirano que gobierna sin someterse a las leyes no es material. La moneda es la sensación de estar cumpliendo una misión. La misión fue primero acabar con la corrupción del PP, y como sabíamos ya entonces, aunque algunos se estén dando cuenta hoy, lo importante en ese sintagma no era 'corrupción', sino 'del PP'. La moción de censura conformó un Gobierno sin-corrupción-del-PP liderado por el PSOE y dirigido por ERC, Bildu y Podemos. Golpistas, etarras históricos y fanáticos desquiciados para los que la corrupción sólo consiste en no hacer lo suficiente para eliminar a la oposición.

Por eso la violencia política será erradicada de la vida pública cueste lo que cueste, siempre que por violencia política se entienda la oposición

"El PSOE legisla para los suyos", decimos con insistencia. "Es una máquina de colocar a sus amigos, maneja como nadie las redes clientelares", repetimos entre manifiesto y aspaviento de indignación. Todo eso es verdad, pero no es lo que define al PSOE, y quedarse ahí es no entender la cuestión de fondo. Lo que hay por debajo es una vocación férrea de convertir a España en un país que verdaderamente se parezca, por fin y para siempre, al PSOE. Por eso el problema nunca fue la corrupción, sino la corrupción del PP. Por eso la prevaricación de los jueces cercanos nunca fue un problema, pero a partir de ahora será prevaricación que los jueces lejanos no se plieguen la voluntad del partido y de sus socios. Por eso la violencia política será erradicada de la vida pública cueste lo que cueste, siempre que por violencia política se entienda la oposición, y siempre que se entienda que los piquetes, los escraches en la universidad, las calles ardiendo en Cataluña, los comercios señalados por la policía lingüística o las acciones de la izquierda abertzale son expresiones sanas de la gente, que es para quien gobiernan.

Si el PSOE está haciendo todo esto con tranquilidad estremecedora es por su experiencia histórica en la destrucción de los límites al poder, pero también por nuestra confianza ciega en Europa, en la Democracia con mayúscula y en las instituciones, que al parecer son entidades con voluntad propia. Serían algo así como los ents de El señor de los anillos, a los que les cuesta arrancar pero siempre acaban salvando el día.

Las instituciones no son constructos ideales. Ningún deus ex machina va a aparecer en el último momento para arreglar las cosas, entre otras razones porque ese 'último momento' ya fue. Europa son políticos concretos, las instituciones son funcionarios que dependen de un sueldo y la Democracia con mayúscula es precisamente lo que está construyendo el Gobierno.

El PSOE habrá demostrado a quien venga después que la mitad de la prensa justificará siempre lo que haga el líder del partido, y que dará igual lo que diga la otra mitad

El PSOE posiblemente perderá las próximas elecciones, pero quienes se consuelan con esto siguen sin enterarse de nada. Sánchez habrá demostrado que un Gobierno progresista puede gobernar de manera autocrática, puede cambiar las reglas a mitad de partido y puede colocar en las instituciones que deben vigilar sus excesos a amigos que sólo verán medidas necesarias; y habrá demostrado que se puede hacer todo eso sin que se produzca ninguna reacción cívica. El PSOE habrá demostrado a quien venga después que la mitad de la prensa justificará siempre lo que haga el líder del partido, y que dará igual lo que diga la otra mitad. Quien venga -si es que consigue formar Gobierno-, se limitará a gestionar y a dejar intactos todos los cambios estructurales que habrán consolidado a España como una democracia fallida, con la palmada satisfecha del The Economist de turno. La corrupción habrá dejado de ser todo aquello que se hace a escondidas, al margen de la ley, para convertirse en la ley misma, siempre que se haga para beneficiar al PSOE. 

Quien venga, si es que consigue formar Gobierno, pasará cuatro años chapoteando en la inútil moderación mientras ERC, Bildu, Podemos, UGT, CCOO, el personal sanitario, los pensionistas y los maestros de escuela se van turnando para animar la legislatura mediante golpes de Estado, estatutos ilegales, referendos de secesión y huelgas generales para salvar la democracia. Porque ellos no se limitan a decir que el Gobierno es ilegítimo; lo van sacando a patadas entre mareas blancas, verdes o rojas, viernes negros y varios Rodea el Congreso. 

Esto es lo que nos espera en el futuro cercano. No es una exageración. Es la lectura de un programa que se ha ido desplegando punto por punto desde que triunfó la moción de censura contra la alternativa a la izquierda. Las reformas del Gobierno van mucho más allá de la presente legislatura, y desde luego van mucho más allá de Pedro Sánchez. Poco a poco, con el apoyo de cierta prensa y con los lamentos estériles de constitucionalistas y europeístas, España ha ido convirtiéndose en un país que haría las delicias de dos figuras históricas del PSOE como Alfonso Guerra y Francisco Largo Caballero. Lo que se va desplegando no es una dictadura; es una democracia desatada. Centrar todo el análisis en la maldad y excentricidad del presidente del Gobierno es un error del que nos arrepentiremos. Sánchez pasará, habrá hecho lo que se esperaba de él, y el partido -140 años de experiencia- seguirá corrompiendo las instituciones y atacando la separación de poderes como siempre ha hecho; hasta que ya no haga falta.

No sirve para nada

Un repaso breve a todo lo que hemos visto durante estos años nos acerca al fatalismo, pero no es exactamente eso. No es que ya no se pueda hacer nada, sino que nos empeñamos en reclamar y recetar cosas que no sirven para nada. Los lamentos públicos, las humillantes apelaciones a Europa, las tribunas, la moción de censura, la condena social de Sánchez, los manifiestos… rituales pseudorreligiosos reconfortantes pero inútiles. 

Lo que el PSOE está poniendo en marcha es un cambio de régimen, y la respuesta de la oposición debería articularse en torno a esta realidad. Una mayoría absoluta en las próximas elecciones será estéril si no está liderada por políticos que destierren cualquier tentación autocrática, que crean que España es una nación de ciudadanos iguales y que tengan la claridad y la voluntad necesarias para llevar a cabo una reforma de la Constitución que revierta un programa político desarrollado durante décadas y del cual Sánchez ha sido sólo la culminación necesaria.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP