Opinión

Desinflamando que es gerundio

Sánchez sabe muy bien que esto no es bueno para la inmensa mayoría. Ni siquiera para el PSOE, que sin Cataluña no volverá a gobernar España… o lo que quede de ella

De todo lo que está pasando estos días, lo primero que me sienta mal es que me tomen por tonta, igual que a García-Page. Aunque mucho me temo que la indignación del toledano es más postureo electoral que realidad: si estuviera convencido de lo que dice, habría dimitido, ¿no? O, cuando menos, intentaría que los 9 diputados de su comunidad voten en contra de la reforma del delito de malversación. Todavía puede que nos llevemos una sorpresa cuando se vote en el Congreso, pero no es la primera vez que el “barón” —¿alguien sabe por qué se les llama así?— lanza un guante a Su Persona y después, fuese, y no hubo nada. Por esoa veces sospecho que sólo es un machaca de  Moncloa: “Emiliano,  te ha tocado: sal ahí y finge que estás enfadadísimo con el jefe”. Aun así, hay que agradecerle que esté haciendo más oposición a Sánchez que Feijóo, que anda mimetizado con el paisaje como si los gobiernos se heredaran y no tuviera que esforzarse en ganar unas elecciones.

No obstante, algunos tertulianos de izquierdas me han devuelto la esperanza en el ser humano cuando han admitido que no pueden defender esta reforma del Código Penal que atenta contra todos nosotros y favorece exclusivamente a los políticos corruptos.  Sólo los periodistas más lacayunos; ergo los más mediocres, continúan acudiendo a los platós para actuar como el departamento comercial de Sánchez y vendernos como propias las ideas de Ferraz resumidas en un verbo: desinflamar.  Y en la vorágine de este peligroso festival desinflamatorio —cuyas consecuencias nadie conoce— me quedo con una original reflexión de Pilar García de la Granja: a Su Persona no le gustan sus votantes; esos viejos paletos que toman torreznos y votan a Page, esas abuelas que se lo comen a besos, ¡ay, qué guapo es mi Pedro! A él lo que le gustaría es tener los votantes de Podemos,  mucho más jóvenes, modernos y woke; gente de tofu, patinete y Cambio Climático.

Quienes nos parasitan ya ni siquiera tienen el detalle de mentir un poco para salvar la cara a Sánchez, mucho deben de despreciarle

Y aunque habitualmente resulta muy difícil saber cuáles son las verdaderas intenciones del inquilino de la Moncloa, en el caso que nos ocupa no es muy complicado, pues mientras él y sus adeptos nos dicen que la rebaja del delito de malversación es la pomada rectal que desinflamará la hemorroide del independentismo, Esquerra sigue diciendo la verdad. Quienes nos parasitan ya ni siquiera tienen el detalle de mentir un poco para salvar la cara a Sánchez, mucho deben de despreciarle. A fin de cuentas, el hombre que  tanto hace sonreír a Úrsula Von der Leyen —no me crean a mí, pinchen en el enlace— es nuestro Presidente, pero el que manda en España es ese otro tipo difícil de mirar.

Un católico que, al contrario de lo que el Gobierno nos quiere hacer creer, no se ha caído del caballo como San Pablo y no ha renunciado a su objetivo; sigue pensando en volver a hacer lo que le llevó a la cárcel.  Bueno, no lo piensa: lo anuncia. Y puede permitírselo porque Su Persona se desvive por allanarle el camino hacia la independencia. ¡Si hasta el pizpireto Rufián, que ya es un madrileño más, habla como si le diéramos penilla el resto de españoles! Aunque, a lo mejor, sólo está triste porque va a cambiar la notoriedad y las risas del Parlamento por la modesta rutina de un pueblo de provincias.

De modo que, por mucho que Su Persona huya del Congreso para no dar la cara y por mucho que Iceta insulte nuestra inteligencia, las palabras de Illa —“no habrá autodeterminación, pero sí consulta”— no dejan lugar a dudas. Ya nos han mentido tantas veces que sabemos que harán lo contrario de lo que prometan. Además, si Sánchez pensara que todo esto es bueno para el país, lo habría puesto en manos de su gente de marketing para que nos bombardearan mañana, tarde y noche con las bondades de su plan, y habría organizado un Aló Presidente en horario de máxima audiencia. Sin embargo, todo está sucediendo como si se avergonzara de sí mismo, cuando la ciudadanía está mirando hacia otro lado, bien sea porque están de vacaciones por el puente de la Constitución —no me digan que no es irónico—, bien porque estén pendientes del sorteo de la lotería de la Navidad. No, él sabe muy bien que esto no es bueno para la inmensa mayoría. Ni siquiera para el PSOE, que sin Cataluña no volverá a gobernar España… o lo que quede de ella.

Su Persona promete un futuro de leche y miel, pero a mí no me quedan muchas dudas de que ERC ya debe de estar encargando la cartelería para la convocatoria del próximo referéndum. Un referéndum en el que votarán los catalanes y los residentes en Cataluña mayores de 16 años —no sé por qué, me viene a la cabeza el casi medio millón de musulmanes afincados en esa región—. Un referéndum en el que se dará por válida una participación del 50% y en el que bastará un 55% de síes para declarar la independencia; es  decir: el 27,5% de los catalanes. Ni el  otro 72,5% ni el resto de españoles tenemos nada que decir. Nosotros sólo estamos invitados a pagar y callar. Como mucho, nos dejarán aplaudir.

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