Opinión

No lo sé Sánchez, parece falso

El Gobierno tiene un peculiar sentido de la igualdad material de los españoles en función del territorio: está decidido a quitar a Madrid para repartirlo a quien puede proporcionar votos.

El Gobierno tiene un peculiar sentido de la igualdad material de los españoles en función del territorio: está decidido a quitar a Madrid para repartirlo a quien puede proporcionar votos. No hablo solo de votos parlamentarios, del “Teruel existe” y demás campanarios provincianos y regionales, sino de trabajar para conseguir el apoyo del electorado rural.

Nuestro sistema electoral permite que grupos minúsculos que representan al 1% de los votantes tengan entre 10 y 15 diputados. En un Parlamento tan dividido como el español, ese grupo puede suponer la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, o la mayoría necesaria para una moción de censura o de investidura.

Esto no es nuevo, pero es una baza hoy decisiva. Por eso el sanchismo decide crear organismos públicos minúsculos con dos condiciones: que no los tenga la Comunidad de Madrid, y ubicarlos en otros territorios. Por cierto, si en esta región gobernara el PSOE no existiría este acoso por parte de Moncloa y los nacionalistas. Los socialistas justifican el proyecto apelando a la igualdad material y al desarrollo de la llamada “España vaciada”. Es un plan para afrontar el reto económico y el demográfico, dicen.

Ojo a la incongruencia nacionalista, porque no solo el nacionalismo se fundamenta en una oligarquía que extiende sus negocios en un maridaje perfecto con las instituciones locales, sino que es la confesión de un fracaso propio

Los nacionalistas tienen un argumento más agresivo y viejo. Hablan de la existencia en Madrid de “élites extractivas” que viven de los organismos oficiales y del trabajo de las provincias. De ahí la connivencia con los dirigentes políticos madrileños -no por causalidad del PP- para rebajar los impuestos de forma desleal con el resto de España. Vamos, el famoso “dumping fiscal”.

El camino a la igualdad material, rematan los nacionalistas, es entorpecer los negocios de esas “élites” compinchadas en lo económico y lo político. Nada dicen de la excepcionalidad de algunas autonomías. Ojo a la incongruencia nacionalista, porque no solo el nacionalismo se fundamenta en una oligarquía que extiende sus negocios en un maridaje perfecto con las instituciones locales, sino que es la confesión de un fracaso propio.

Fueron los economistas Daron Acemoglu y James Alan Robinson quienes acuñaron el concepto de “élites extractivas” en su obra Por qué fracasan los países. Los autores confirmaron que la combinación de negocios espúreos y voracidad fiscal no para crear riqueza colectiva, sino para beneficio de unos privilegiados, provoca el colapso político y social. El ejemplo de la Cataluña nacionalista es más que evidente.

Crear nuevos organismos

Dejando a un lado que el ataque a lo que creen que es Madrid está en la esencia del catalanismo más ramplón, el sanchismo ha tenido que conformarse con un plan ciertamente confuso. Como los socialistas no han conseguido llegar a un acuerdo con los sindicatos para trasladar al personal, han decidido crear nuevos organismos. De esta manera, la administración central y las instituciones representativas, como el Senado, se quedarán en Madrid.

El resto de las concesiones será objeto de negociación con los gobiernos locales. Por eso el informe que ha filtrado el Ministerio de Administración Territorial al diario El País lo deja todo en posibilidades y considerandos. Será una comisión del Gobierno la que elabore los requisitos, recoja las solicitudes y decida el nombre del premiado. Pero no es un concurso, es una adjudicación porque el Gobierno recomendará dónde se instalan antes incluso de que se inicie el procedimiento, y podrá decantarse por un municipio que no se haya presentado.

La impresión es que el intercambio y el veredicto del técnico son mero teatro, una enorme mentira de la que ambas partes sacan un beneficio ajeno a la pieza subastada.

El criterio de adjudicación será electoral o político, no demográfico ni económico. Y esto se hará más evidente según se vayan acercando las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. Cada inauguración contará con un espectáculo de luz y sonido para recibir al presidente o al ministro de turno, depende, y abrirá el informativo local y nacional. Toda una estrategia de política de comunicación puesta al servicio de Sánchez, no de España, y del candidato local.

Hay una frase que ha trascendido de un programa de televisión en el que la gente empeña sus posesiones: “No lo sé Rick, parece falso”. El comprador y el vendedor hacen grandes discursos culturetas sobre el objeto ofrecido, llaman a un supuesto experto para valorar, y luego se produce la compraventa o no. La impresión es que el intercambio y el veredicto del técnico son mero teatro, una enorme mentira de la que ambas partes sacan un beneficio ajeno a la pieza subastada. Eso es lo que va a pasar con el llenado de la “España vaciada”, un show sin verdadero rendimiento para el país.

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