Digan lo que digan las encuestas sobre una eventual victoria del PSOE, Pedro Sánchez da la sensación de haber perdido en un mes el viento de cola parlamentario -y ciudadano- que le aupó a La Moncloa para quitar de en medio a un Mariano Rajoy condenado políticamente por el caso Gürtel; encuestas que, por cierto, hace no tanto apuntaban a Albert Rivera y Ciudadanos como primera fuerza.
Sé que esta valoración es subjetiva. Como todas. Y que las comparecencias de los presidentes en el Congreso están siempre cortadas por el mismo patrón: Plúmbeas en la intervención inicial y chisporroteantes en el cuerpo a cuerpo... Sí, pero abrir el debate interviniendo una hora y 33 minutos confirmando el fin de las amnistías fiscales -el ministro José Luis Ábalos lo había dejado caer el día anterior- para acabar admitiendo que no vas a poder desvelar quién se acogió a la de 2012, y repetir que vas a exhumar a Franco "en breve", sabe a poco. No es lo más atractivo del mundo.
Faltó un gran anuncio, económico, político, que justificara la expectación levantada. Desde el inicio el inquilino de La Moncloa pareció tocado por el fiasco que había vivido el PSOE la noche del lunes con el espectáculo de la (no) renovación del consejo de administración de RTVE.
Y es lógico porque todo lo que empieza mal, con una retransmisión de las negociaciones con Podemos y la quema de candidatos en la pira de la opinión pública, solo podía acabar mal. Pero Sánchez sabe que lo de menos es el resultado de esa votación, una anécdota que solventará cuando nombre administrador único para el ente. Lo demás es la sensación de fragilidad parlamentaria que deja.
Una debilidad que se ha ahondado hoy viendo el desmarque de casi todos sus socios en la moción de censura a Rajoy, y de la que al líder socialista solo le han salvado las embestidas del portavoz del Grupo Popular, Rafa Hernando, acusándole de usar a los presos de ETA y a los del ERC y el PDcat por el desafío soberanista, como "moneda de cambio" para pagar "el alquiler" (sic) de La Moncloa; también Rivera llamándole "presidente temporal".
Al líder socialista le ha faltado tiempo para subir a la tribuna a repartir mandobles dialécticos y arrancar así el aplauso sentido del Grupo Socialista. Éste anda tocado porque en él anida la sospecha que el fiasco de RTVE no fue un "error humano", como lo ha definido su portavoz, Adriana Lastra, sino algo consciente y buscado por alguno de sus 84 diputados, que no quiere ver triunfar el proyecto de Pedro Sánchez. Atentos a esta legislatura de vértigo.
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