El verano va. Pero de muy mala manera. Como a trancas y barrancas, enganchando la muleta entre los pitones del morlaco. No hay quien saque un pase limpio, ni una tanda en condiciones. Dicen los muy fiables economistas de Fedea que la Encuesta de Población Activa está lejos de la realidad. Que el paro ha alcanzado al 22 por ciento, es decir, siete puntos más. Traducido al español corriente significa que hay cinco millones de parados y otros dos millones a la espera en ese corredor de la incertidumbre llamado ERTE.
España está dejando pasar los días como si nada. Nadie quiere volver a la rutina. Se nota y cala en el ambiente como el agua hasta los huesos durante esta semana. Puestos a contar, sabemos hasta los rayos que nos han caído. Entre el lunes y el martes unos 15.000 según la Agencia del Estado que se dedica a saber cuando se romperá o no el cielo sobre nuestras cabezas. La España quieta de agosto solo mira porque prefiere no ver. Ya llegará septiembre. Como decía la canción: “España huele a eso, a no me da la gana”. Los padres miran a sus hijos pensando en cómo será la vuelta al colegio y el lío que se va organizar. En este país nuestro nunca pasa nada hasta que un día va y se inunda todo en cinco minutos y sin tregua para achicar agua. España, o lo que queda de ella, es así.
España encabeza la clasificación de los contagios y abre brecha en la segunda ola del bicho. No pasa nada, porque si hay que buscar culpables, ahí está la presidenta de la Comunidad de Madrid
Como nos gobierna la izquierda, suele ocurrir que lo que parece no es. Ya quisiera el PP tener el mismo bálsamo que el PSOE y Podemos utilizan para bajar las inflamaciones. España encabeza la clasificación de los contagios y abre brecha en la segunda ola del bicho. No pasa nada, porque si hay que buscar culpables, ahí está la presidenta de la Comunidad de Madrid contratando a una empresa privada el rastreo de los contagios tal y como han hecho el Gobierno socialista de Canarias, el ministerio de Sanidad de Illa o la empresa estatal AENA para los aeropuertos, ¿Donde está el escándalo? Solo en Madrid porque el resto no es noticia.
Hay batallas perdidas o ganadas antes de comenzar. Que se haga una idea Casado de lo que estaría ocurriendo si estuviera en Moncloa. A estas horas no disfrutaría en la Mareta sino que sufriría en el búnker que construyó Felipe Gonzalez en la Moncloa a prueba de truenos, rayos y centellas. Un Gobierno del PP no aguanta un mes de agosto cualquiera con dos juzgados, uno de ellos en la Audiencia Nacional, abriendo en canal dineros en B y tramas internas del partido como le está pasando a Podemos. No es que haya una doble vara de medir sino que la izquierda ha conseguido que se le consienta todo con tal de que la derecha no vuelva al poder. Por si faltaba algo, regocijo del binomio Sánchez-Iglesias con Vox que promete agitación callejera como cuando Pablo Iglesias arengaba a las masas contra castas, élites y sobre todo el PP. Abascal habla de las calles contra Sánchez como lo hacía Iglesias contra Rajoy.
Que nadie tenga dudas. De esta situación tan grave que estamos pasando el presidente del Gobierno va a salir de pie y caminando como si nada. Por el trayecto se va a quedar hasta Pablo Iglesias pero no Sánchez quien ha hecho del poder una profesión con contrato indefinido. Podemos va camino del mismo sitio que todo aquello que decían superado con la vieja política. No hay nada como poner todo negro sobre blanco en un juzgado.
Iglesias, anulado
Hace un año los profesores Álvarez Tardío y Redondo dirigieron un trabajo premonitorio y acertado: Podemos. Cuando lo nuevo se hace viejo (Tecnos, 2019). Recomendable lectura para certificar que casi nada es por casualidad. Vista la autodestrucción de Podemos, Sánchez ha anulado a Iglesias y le ha hecho dependiente de su poder. Sánchez, como agosto, va. Sorteando los obstáculos y minimizando los riesgos. Y sobre todo, soltando lastre sin que se note. Como quedó claro después de ver al Rey en Marivent, nada le inquieta ni le perturba.
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