Poco le han durado al PSOE y al Gobierno las alegrías relativas de la Cumbre de la OTAN y el debate del estado de la nación. La realidad es tozuda, y hasta el CIS –“¿Tú, también, Tezanos…?”- ha venido a recordar a Pedro Sánchez, al Gobierno y al partido que el tiempo se acaba, que el último año ha sido un continuo despeñarse en las urnas y en las encuestas y que la crisis de Gobierno de julio pasado y los cambios en el partido de septiembre y octubre no han servido absolutamente para nada.
Hace un año, Sánchez laminaba a tres de sus pesos pesados –Calvo, Redondo y Ábalos- con la idea de preparar las elecciones municipales y autonómicas de 2023 y foguear y dar a conocer como ministras a posibles candidatas a las alcaldías (Isabel Rodríguez, Pilar Alegría, Raquel Sánchez…).
Un par de meses después hizo lo mismo en el partido. Relevó el 1 de septiiembre a Adriana Lastra de la portavocía del Grupo Socialista para colocar a Héctor Gómez, canario, sanchista reconocido y, como gran valor, compañero de marchas ciclistas del presidente. Lastra debía dedicarse solo al partido y fue ratificada como vicesecretaria general en el congreso federal de octubre, que elevaba a portavoz de Ferraz a Felipe Sicilia.
Los nervios de Sánchez
Pues bien, menos de un año y dos derrotas electorales después, Sánchez se ha laminado a todos: a Lastra, a Sicilia y a Gómez, mientras que en el Gobierno, las ministras son unas auténticas desconocidas para la inmensa mayoría de los españoles (según desvelaba crudamente el CIS esta misma semana).
“Estos cambios y estos nombramientos que no duran ni diez meses solo son la muestra del nerviosismo que transmite el secretario general: no levantamos cabeza en las encuestas y la mayoría absoluta de Moreno Bonilla en Andalucía ha sido un golpe demasiado fuerte”, cuenta un político socialista de fuera de Madrid. “Por eso, Sánchez tiene que recurrir a lo que sea, aunque se trate de antiguos ‘enemigos’” que le quisieron matar políticamente.
Y es que el PSOE no tiene ya banquillo. Con la mayoría de socialistas históricos firmando un manifiesto contra la ley de Memoria pactada con Bildu (Mohedano, Cosculluela, Bofill, Rojo, Laborda…) y otros purgados en tertulias (Susana Díaz, Carmen Calvo, José Luis Ábalos), Pedro Sánchez no ha tenido mayor reparo en recurrir a quienes han sido sus rivales recientes.
A Patxi López, que no tiene mayor problema ético en justificar el pacto con Bildu, le ha recompensado con la portavocía del Grupo Socialista en el Congreso en sustitución del defenestrado Gómez. En las primarias del PSOE (ver vídeo) se enfrentó a Sánchez y le amonestaba en público interpelando como un profesor a un alumno poco aventajado por su concepto de nación. Hoy, López se ha puesto en primera posición de saludo para intentar recoser las cicatrices de la mayoría Frankenstein en el Congreso y asegurar el apoyo sin los sobresaltos recientes de ERC, Bildu y compañía.
No es el único rival al que ha recuperado Sánchez para intentar lo imposible. La ministra Pilar Alegría que asume la portavocía del PSOE en sustitución de Sicilia fue la jefa de campaña de Susana Díaz en esas primarias socialistas. Y María Jesús Montero, tras ser apartada como portavoz del Gobierno, será la número dos del partido en sustitución de Adriana Lastra. Montero era consejera de Susana Díaz aunque, eso sí, la menos susanista de ellos. A todos estos nombramientos hay que añadir a Óscar López y Antonio Hernando, los primeros en ser ‘rescatados’ del ostracismo y hoy arropando a Sánchez en Moncloa.
Sánchez va a intentar cómo sea la remontada en las encuestas. Pero el problema lo pone ya de manifiesto hasta el CIS, no solo porque por primera vez en esta legislatura da vencedor al PP de Alberto Núñez Feijóo si no por lo que cuentan sus ‘tripas’: que Sánchez tiene un gran problema de credibilidad entre los votantes socialistas.
CIS: un 36’1% de los votantes que apoyaron al PSOE en 2019 no quieren a Sánchez como presidente del Gobierno. Más grave aún: casi 4 de cada 10 votantes del PSOE hace tres años (el 39%) no piensan repetir voto en las próximas generales
El barómetro de julio del CIS muestra que un 36’1% de los votantes que apoyaron al PSOE en 2019 no quieren a Sánchez como presidente del Gobierno y que, de ellos, un 5,7% prefieren a Feijóo y otro 5,7% a Yolanda Díaz. Más grave aún: casi 4 de cada 10 votantes del PSOE hace tres años (el 39%) no piensan repetir voto en las próximas generales.
Por seguir con los datos del CIS que muestran el calibre del problema que tiene el PSOE con su líder: el 37,2% de quienes le votaron en 2019 dicen hoy tener “poca o ninguna confianza” en Pedro Sánchez. Y cuando se pregunta por la valoración del presidente, hay un 5,8% de votantes del PSOE que le califica con la peor nota. Los votantes de Bildu –y esto es más grave- no son tan duros con él…
Ministros desconocidos
Más datos: un año después de la crisis de Gobierno, a los nuevos ministros de Sánchez no les conoce la inmensa mayoría de los españoles. Albares, Llop, Morant, Planas, Rodríguez, Sánchez, Subirats son unos perfectos desconocidos para dos de cada tres votantes. Alegría, la nueva portavoz del PSOE, no la conoce el 75% de los entrevistados…
Con estos mimbres, el nerviosismo sigue instalado en el partido y, sobre todo, en las CCAA y alcaldías, que temen que en las elecciones de mayo “el descalabro puede barrernos”, insiste un concejal socialista. “Lo del PP de Casado va a ser una broma con la travesía del desierto que nos espera a nosotros –se lamenta- si perdemos el poder en más comunidades y en las grandes capitales. No es lo mismo coger un partido en 80 escaños, pero mandando en Madrid Comunidad y en la capital (como le sucedió a Casado) que sin tener una palanca de poder, de colocación y de presupuesto”. El día después de Sánchez va a ser muy difícil en el PSOE. Casi más que en el resto del país.
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