En su libro Proceso al azar Jorge Wagensberg se refiere al “principio de comunicabilidad de las complejidades inteligibles”. En síntesis, sostiene que toda complejidad, cuando es inteligible, tiene la propiedad añadida de ser comunicable. De modo que Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, debería dejar de sentirse incapaz de comunicar y renunciar al vano intento de que la mera reiteración de sus argumentos acabe por hacerlos convincentes y analizar si son inteligibles, porque, si lo fueran, con independencia de su complejidad, dejarían de ser incomunicables.
Apena ver a Adriana Lastra, al ministro José Luis Ábalos e incluso a la vicepresidenta Carmen Calvo entregados al esfuerzo inútil de argumentar las incoherencias del presidente/candidato Pedro Sánchez, como si no encerraran contradicción alguna. Quieren despejar las dudas y sólo consiguen infundir sospechas. Cuestión distinta es que, sin un grado suficiente de ambición, nadie resista en la carrera política y que por lo general sea más provechoso tener ambición que aptitudes, como indicó Maurice Joly en El arte de medrar. Manual del trepador.
El caso es que, desde la celebración de las elecciones generales el pasado 10 de noviembre, el público de a pie ha observado la mudanza de Pedro Sánchez y cómo se ha desdicho de cuanto prometió cuando buscaba sus votos. El recurso a las hemerotecas, a Google y las fonotecas ha sido incesante para poner al candidato a la investidura frente a sus contradicciones flagrantes del tamaño de donde dije digo, digo Diego. Al inquilino en funciones de Moncloa esas acusaciones no le inmutan. Sabe que su orientación es invariable en dirección al poder. Lo que sucede es que la residencia del poder se muda y quienes la persiguen han de hacerlo también en su persecución.
Estas semanas desde las elecciones han permitido comprobar que para llegar a algo hay que empezar siendo el hombre de alguien, en línea con Maurice Joly, y manejar bien algunas reglas
Esa recta curvilínea que trazan al moverse así coincide con la denominada curva del perro, que es la que describiría un perro buscando reunirse con su amo, suponiendo que éste se desplazara en línea recta a velocidad uniforme. Se trata de un caso particular de las curvas o líneas de persecución, así designadas por Bouguer con ocasión del problema de la ruta del barco que quiere interceptar a otro. Problema al que dio solución H. Brocard en sus Notes de bibliographie des courbes géométriques (Bar-le-Duc, 1897).
Además, parece que de la volubilidad de algunos grandes políticos se ha reflejado en trayectorias siguiendo el trazado de la curva del perro. Ya Isaac Babel ponderaba la dificultad que entrañaba explicar "la curva misteriosa que describe la línea recta de Lenin". Porque la suma de las rectitudes infinitesimales, como sucede en el caso referido del perro, cuando se orienta de manera sucesiva en persecución de su amo, compone una curva caracterizada por la propiedad de su tangente de estar constantemente dirigida hacia el punto ocupado en cada momento por el amo que se desplaza.
Estas semanas desde las elecciones han permitido comprobar que para llegar a algo hay que empezar siendo el hombre de alguien, en línea con Maurice Joly, y manejar bien algunas reglas. La primera, que un protector al que no se ha logrado conquistar acaba convirtiéndose generalmente en un enemigo. La segunda, que quien no hace progresos en el favor de su protector retrocede.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación