Opinión

Sánchez quiere suceder a Feijóo

Sánchez prepara su 'plan B' para sobrevivir a la hecatombe del supermayo. Aun derrotado, el gran resiliente puede dar sorpresas

No se va a presentar. Sánchez no será el candidato del PSOE. Así lo sospechan sus aturdidos fieles, sus angustiados cofrades, sus seguidores menguantes. La divertida encuesta de La noche de Dieter arrojó un apretado empate. "Se acabó el tiempo de apreciar a ese monstruo voraz, falso y desalmado", comulga con Calpurnio gran parte del electorado, harto del caballerete.

Saldremos de dudas el 28 de mayo, una vez escrutadas las urnas del gran domingo electoral, esa primera vuelta de las generales. Si el resultado define algo netamente adverso a los intereses del gran narciso, no habrá caso. Pedro Sánchez culminará la legislatura pero sin voluntad alguna de dar el paso al frente como cabeza de cartel. "Ha prometido que se presentará", aducen las almas cándidas. De hecho, protagoniza ahora un febril despliegue propagandístico de cara a apuntalar su reelección. Sus Cuatro estaciones televisivas, por ejemplo. Veinte millones le ha dado el ICO al Dziga Vertov del montaje. Ha inyectado fondos al mundo de la cultureta, se ha cargado al director de RTVE por blandengue, ha convertido al dueño de Prisa, Joseph Oughourlian, en un indisimulado ariete contra la derecha, ha aumentado su presupuesto publicitario en un 124 por ciento, el número de asesores monclovitas cabalgan ya por encima de los 800 (383 dedicados a él) y, en una jugada maestra, va a encalomar a Julia Otero ("dadme armas contra los necios", Voltaire) al frente de un espacio en la televisión de todos, lo que tendrá a buen seguro un efecto demoledor. Se ignora aún contra quien.

Sánchez reforzará su 'plan B'. La búsqueda de un lugar en el mundo. La poltrona en alguna instancia internacional. El Ministerio de Exteriores, con el gris Albares al frente, trabaja en ello

De aquí a mayo, Sánchez va a apostar fuerte. Es un resistente. Todos los recursos del Estado a su favor, todos los fondos necesarios a su servicio. Será un esfuerzo baldío. La realidad se alinea en su contra. El PP ha tomado la iniciativa y se ha adueñado del centro del tablero. El golpe de los impuestos ha resultado demoledor. Eme Jota Montero, sierva del énfasis, se muestra perdida, como Joe Biden en sus momentos más lúcidos. Los estrategas de Monclovia deambulan entre la ciénaga y las sombras, incapaces de enhebrar una frase, encontrar un camino. El taimado Feijóo camina mil kilómetros por delante de los sherpas sociatas, sin ruidos ni brusquedades. El signo de los tiempos favorece a la oposición. Mayo será su el golletazo definitivo. El mapa de España volverá a mostrarse azul. Lo apuntan los sondeos, se palpa en el ambiente.

Sánchez se convertirá en el pasajero de su propia pesadilla. ¿Cómo afrontar, en esas adversas condiciones, una campaña a las elecciones legislativas de diciembre de 2023?. Sus barones estarán vencidos, su grey desportillada, sus seguidores rotos y sus posibilidades evaporadas. Ni movilización de las bases ni esperanza de triunfo. Consumado el gran vuelco del poder territorial, el cesarín de Monclovia reforzará su 'plan B': La búsqueda de un lugar en el mundo. La poltrona en alguna instancia internacional. El Ministerio de Exteriores, con el gris Albares al frente, trabaja en ello. Viajes, encuentros, visitas, fotos. Falcon a todo trapo. Internacional socialista, fotos con Scholz y Úrsula, el semestre europeo, hasta que, semanas antes de la cita con las urnas, dé el gran salto. ¿Sucesor? No tiene. ¿Delfín?. No existe. Ya se lo montarán.

El regreso del forajido, el retorno del resiliente. Un escenario disparatado y absurdo que sin embargo se dibuja a estas horas en los despachos de Monclovia. ¿Ayuso? Quiá. El futuro sucesor de Feijóo es Sánchez

Entonces, desde su sillón planetario, esté donde esté, bien la Otan, la Onu, el Consejo Europeo, contemplará el escenario infernal al que deberá hacer frente el líder gallego. Las huestes sindicales, que durante cinco años se dedicaron al marisco sin enseñar los dientes, volverán a rugir por las calles. Las mareas blancas, las moradas, las verdes. La ira desatada, la angustia social desbordada y la crisis económica, incandescente. El inevitable destino de la derecha. Arreglar lo que la izquierda ha hundido.

El guión es claro. La legislatura será un tormento, un espantoso suplicio para el PP. Tras su reposo en las alturas planetarias, habrá llegado el momento, no del PSOE, ya esfumado, sino del sanchismo reconvertido en una magna plataforma de progreso. Será la ocasión para el regreso del forajido, el retorno del resiliente. Es el conducator natural de esta España plurinacional, deforme y Frankenstein en la que ya vivimos, hija de Zapatero y con una capucha criminal como partera. Una España vertebrada tan sólo, muy débilmente, por una Corona acosada, humillada y preterida, un valiente resquicio de libertad, abandonado y débil. Volverá el presidente petulante luego de tomar aliento y de haberse untado una pátina de 'liderazgo global'. Un escenario disparatado y absurdo que, sin embargo, se dibuja a estas horas en algunos despachos de Monclovia. ¿Ayuso? Quiá. El único sucesor de Feijóo es Sánchez. Tendrá para entonces 54 años, seguirá igual de alto, de guapo y de desalmado. Este país se ha convertido en un tenebroso oficio de canallas.

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