Si algo sorprende a quienes no vivimos dentro de esta extraña muralla ideológica que forma la M30 es que en el nuevo PSOE también se creyesen esa tontería de que, en el fondo, los nacionalistas vascos y catalanes no lo son en realidad, que solo quieren ventajas y dinero y que, por tanto, podían ser comprados. Un espejismo que está rabiosamente instalado aquí en Madrid entre quienes solo ven a los nacionalistas en la moqueta parlamentaria y no han vivido con ellos al lado, en el barrio, en la facultad, en el funeral y en la familia. Es lo que tiene no preguntar; en fin. Esta fantasía, sobre la que ya he vuelto alguna vez es, sin duda, la que ha retrasado la inevitable decisión final de Sánchez de romper con el independentismo, encaramado a sus exigencias delirantes, y también la que propició el enorme error del relator.
Si mañana, como parece lo más probable, el proyecto de Presupuestos es devuelto al Gobierno, se impedirá que el Gobierno lleve una vida parlamentaria normal, desde luego, pero realmente cambiarán muy pocas cosas respecto a lo que ya está sucediendo hasta ahora, en que la acción de gobierno se centra exclusivamente en Reales Decretos Ley que hasta ahora han conseguido que sean casi siempre convalidados en el Congreso, como ha sucedido en 24 de los 25 presentados desde que Sánchez es presidente.
Liberado de toda preocupación en cuanto a pactos y negociaciones legislativas, que sabe ya imposibles, Sánchez puede entrar en una situación que podría permitirle simplemente seguir
Hace una semana que pudimos comprobar de lo que es capaz un político que se sabe libre de la obligación de agradar. El presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, dijo que no a las peticiones de los taxistas y fue que no. Todo lo contrario que en otras comunidades autónomas, donde se aprestan a asegurarse si no los votos, al menos la no bronca de sus taxistas. Sin presupuestos, Sánchez tampoco va a tener ninguna necesidad de agradar ni a los independentistas ni tampoco demasiado a Podemos, que con la voladura de las cuentas pierde buena parte de su importancia como socio. De modo que puede darse la paradoja de que el presidente se encuentre desde mañana mismo en una sorprendente situación de libertad de movimientos, en la seguridad de que su minoría parlamentaria es definitivamente la que es, sin remedio.
Liberado así de toda preocupación en cuanto a pactos y negociaciones legislativas que sabe ya imposibles, Sánchez puede entrar en una situación que podría permitirle seguir simplemente en su línea de presentar constantes iniciativas gubernamentales difíciles de rechazar para los grupos que le han apoyado hasta ahora pero que, aunque así fuera, serían simbólicas y atractivas para una buena parte del electorado de izquierda. Por tanto, esta misma semana puede comenzar, definitivamente y sin disimulo, una larga campaña electoral. Una campaña que, además, solo él puede saber cuándo terminará y que, siguiendo a Giulio Andreotti, podrá suponerle un desgaste grande a Sánchez, pero será mucho mayor para una oposición que el domingo pasado comenzó a hacerle la campaña al PSOE en la plaza de Colón al desdibujar sus propias lindes internas.
Sin presupuestos, la legislatura estará definitivamente agotada, pero es que ya lo estaba, con lo cual no hay novedad alguna respecto ayer. Porque no estamos ante una legislatura sino ante un duelo electoral permanente que se va a prolongar en el tiempo. Nada más. Y en ese campo de juego, es posible que Sánchez solo tenga que esperar el deterioro de los demás, incluidos sus rivales internos. No olvidemos que el libro que acaba de publicar se llama “Manual de Resistencia” y no “Manual de Gobierno”.
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