A los catalanes les importa un comino sus elecciones. La resaca del procés, el hastío de la republiqueta, la fatiga de tantos años de estafa secesionista han espantado al respetable, que apenas superaron los datos de participación de los comicios de la pandemia. Un fracaso del separatismo que avanza un replanteamiento drástico en el tablero político, un vuelco superior a lo que anunciaban los sondeos.
El caso más paradigmático es el batacazo anunciado de ERC, el partido en el Gobierno que adelantó las urnas para esquivar la factura brutal de la sequía, consecuencia de su desastrosa gestión, y se ha encontrado con una fuga masiva de sus votantes, que han huido rumbo al PSC, a Junts y a la abstención. Los catalanes ha propinado un corte mangas bien sonoro a la cofradía de la independencia, empezando por las dos fuerzas políticas mayoritarias, que ni siquiera, aunque superaran su actual empeño en el cainismo feroz, podrían armar una mayoría parlamentaria. Los radicales de la CUP pierden también la mitad de su respaldo y tan sólo la alcaldesa de Ripoll, la ultra Silvia Orriols, emerge como único dato positivo en la caverna identitaria con tres escañitos cuando le anunciaron hasta ocho.
El forajido de Junts tiene a Sánchez cogido por la sotabarba con sus siete diputados del Congreso y podría obligarle a que le entregue sus votos en Cataluña para que él le siga ofreciendo los suyos en Madrid
El candidato que promovió el golpe de Estado del 17, y que no puede pisar territorio nacional, evita la fotografía de traspiés severo al pasar por delante de los republicanos. Victoria pírrica, que posiblemente sepa manejar con la habilidad que le es propia. Pese a que le faltan escaños (se quedó a siete el PSC) para reclamar la Generalitat, no resulta disparatado el sospechar por dónde saldrá el prófug de Waterloo. Ya advirtió que abandonaría la política si no podía volver a su querida España como president. ¿Dejaría todo una vez conseguida la impunidad? ¿Alguien se lo cree? En la noche del domingo no hizo ni amago de dar un paso atrás. El forajido de Junts tiene a Sánchez cogido por la sotabarba con sus siete diputados del Congreso y podría obligarle a que le entregue sus votos en Cataluña para que él le siga ofreciendo los suyos en Madrid. No tendría problema alguno el presidente del Gobierno en cortarle la cabeza a Illa como ya ha hecho con tantos colaboradores. Defenestrar a sus leales es ejercicio que le gusta practicar.
Un golpe de Estado, una radicalización del separatismo y, por supuesto, una situación bien diferente en el seno de los republicanos, ahora malheridos con amenaza de escisión
Hay más cuestiones por resolver en el enmarañado panorama postelectoral. Los números alientan la formación de un tripartito, al estilo del de Maragall de veinte años atrás, entre PSC, ERC y los Comunes. Ha llovido demasiado desde entonces. Un golpe de Estado, una radicalización del separatismo y, por supuesto, una situación bien diferente en el seno de los republicanos, ahora malheridos con amenaza de escisión.
¿Osará Aragonès repetir aquella jugada y ofrecerle sus votos a Illa a cambio de un silloncejo? ¿Permitirá el líder de ERC, heredero de Macià y del loco Companys, que gobierne de nuevo la Generalitat el dirigente de un partido controlado desde Madrid? Si acepta la tentación sanchista, Aragonès pasaría a la historia como un botifler, el traidor de las 155 monedas que en su día le adjudicó Rufián a Puigdemont y que abortó las elecciones del 17 que habrían evitado la proclama secesionista. Si dice no, abriría la puerta a la repetición electoral, allá para octubre, movimiento suicida ya que para entonces su partido quizás ya ni exista. Finalizado el escrutinio, el líder de ERC, con impostada solemnidad, anunciaba que nada de acuerdos y que se iban a la oposición.
A todo esto, la suma de PP y Vox reúne casi 580.000 almas, poca broma. La formación de Feijóo es la que más escala en votos y en escaños. No será por la ayuda de Génova, tan reticente en esta campaña. Y por vez primera, el separatismo no suma mayoría absoluta. Lo malo del caso es que el PSC siempre ha sumado con los que quieren la división. En fin, cabe citar a Pla. Cataluña es un país de gente aburridísima, cerrada, hermética, sin particular interés. Salvo un pequeño detalle: Sánchez gobierna en Moncloa porque los catalanes lo votan. Es el único lugar de España donde tal cosa ocurre. No va a cambiar ahora de estrategia para salvar a un Illa que no es más que un monaguillo con rictus circunspecto e indumentaria de sepulturero de espagueti western.
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