Incontrolable. Esa es la palabra que repiten en estos momentos los científicos sobre el coronavirus, una vez hallados casos que no vienen directos de focos de origen extranjero. Hay que ir a la raíz, pero es buscar una aguja en un pajar. Ante el miedo a lo desconocido y con el fin de transmitir una mayor seguridad a la población, la estrategia de Moncloa es acotar la divulgación a nivel técnico, dando la voz a Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, un epidemiólogo experto en transmitirnos la serenidad necesaria en estos casos.
Sin embargo, a la batalla del discurso político puede sobrepasar la realidad. Los mensajes de tranquilidad se enfrentarán a un examen de credibilidad social si crecen los contagios, y tendrán un recorrido limitado marcado por las posibles muertes que tengamos que lamentar, como declaró Simón ayer. A este factor se suma la difícil ecuación de la presión de los mercados de un país que, al depender íntegramente del turismo, se encuentra entre la espada y la pared cada vez que tiene un evento multitudinario que revierte a las arcas y el crecimiento del país: Mobile, Semana Santa, Arco, Fallas y el largo etcétera que podrían ser focos inevitables de una posible propagación del virus.
Concentraciones multitudinarias
Las bolsas internacionales son castigadas por el miedo, una tendencia general debido a la propagación a nivel mundial y a la falta de seguridad ante los escenarios que se avecinan, pero el castigo mayor siempre será para aquellos países que no sean capaces de trasladar seguridad a la larga. El único modelo de referencia que tenemos desarrollado son los países asiáticos que han tomado medidas mucho más restrictivas que en Europa. El caso de China, una dictadura que ocultó información y que se reía del virus hasta que llegó el momento de lamentar su descontrol.
En este contexto, se hace evidente cuál es la primera prueba de fuego que afrontará este Gobierno y los resultados son impredecibles. Ni la mesa de diálogo, ni los Presupuestos, ni alianzas con partidos como EH-Bildu pueden desatar una crisis como la que suponga un fallecimiento. La estrategia de Sánchez estará marcada por una no deseable multiplicación del número de infectados y posibles fallecimientos.
A partir de ahí habrá que sopesar si Moncloa continúa delegando los asuntos a nivel ministerial o si Iván Redondo elevará a Sánchez el asunto como para que haga las primeras declaraciones. En ese momento lo que se tiene que valorar es el nivel de alarma social. Los mensajes y los gestos serán insuficientes para la sociedad si no van acompañados de hechos y decisiones. La estrategia pasará de trasladar seguridad en medios de comunicación a garantizarla. De la propaganda a la gestión.
Proactividad versus alarmismo
Sí los contagios siguieran aumentando, en los días posteriores se valorarían medidas de toda índole. Moncloa es reacia a crear una inquietud social “innecesaria” por sus posibles consecuencias económicas pero tienen que sopesar bien los tiempos y que no se cargue en su contra que podrían haber tomado medidas con anticipación y que no lo hicieron. Entre todas estas medidas están: liberar presupuesto, movilizar al Ejército, limpieza de transportes públicos, facilitar mascarillas, etcétera. En definitiva copiar modelos que ya están en marcha en otros países.
Otro hito determinante sería una cepa nueva, algo que a día de hoy parece posible. No obstante, las medidas proactivas y restrictivas son los únicos modelos de referencia existentes que se están aplicando en la propagación sin control (China, Japón, Corea del Sur, Italia…) versus las recomendaciones flexibles que se están tomando este escenario actual. El alarmismo social que se está tratando de evitar, con toda lógica, podría desatarse si la situación obliga a que las medidas se endurezcan.
Debate partidista
En estos próximos días, cuando llegue el momento el Gobierno se la jugará a la hora de pasar de la percepción y la propaganda a la gestión y la coordinación entre Administraciones. La transparencia será clave para que no pasé lo que en China, pero puede no ser suficiente si no hay una coordinación y un orden de mando claro e identificable entre las distintas Administraciones.
Una dramática evolución de los acontecimientos hará que el Gobierno mueva ficha y su gestión marcará el éxito o fracaso de su primera gran prueba de fuego para mantenerse en el poder. Pese a todo lo anterior, el coronavirus hasta ahora es prácticamente el único asunto libre de polarización. Sería beneficioso que se mantuviera en ese lugar y no llegase al barro partidista. Es la salud de todos.
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