Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. Sin que le tiemble el pulso, como hizo en julio del año pasado, ha soltado lastre, en este caso Lastra, y ha encontrado la cabeza de turco perfecta a la que colgar el fracaso histórico de las elecciones andaluzas. Y, de paso, ha vuelto a mandar un mensaje con la dimisión –envuelta en un embarazo de alto riesgo- a los que no están convencidos de militar en el Partido Sanchista Obrero Español, antes PSOE.
“La vicesecretaria general de los socialistas mantiene un enfrentamiento con el secretario de organización, Santos Cerdán, leal al líder. El resultado andaluz remueve a la organización”, El pasado 23 de junio contaba Javier Portillo las guerras internas por controlar el partido entre Cerdán, sanchista convencido, y Adriana Lastra, la vicesecretaria general a la que el líder había apartado de la portavocía del Congreso.
Lastra se implicó en la campaña de las andaluzas para intentar evitar una debacle anunciada con el candidato elegido por la mano de Sánchez. Fue su sentencia de muerte. El presidente participó discretamente y el peor resultado de la historia del socialismo en Andalucía fue endosado rápidamente a la “negligente” campaña de Lastra.
Su suerte, desde entonces, estaba echada y era cuestión de tiempo que fuera apartada. Una “situación personal” que requiere reposo y baja laboral ha sido la excusa perfecta para buscar una salida. Pero el comunicado escueto de Lastra deja entrever que no volverá y que no piensa ejercer ningún cargo en el futuro: “Nos encontraremos en las agrupaciones y las casas del pueblo”. Una decisión motivada por mucho más que una condición de salud pasajera.
La ya exvicesecretaria general del PSOE debería haberse cuidado de los idus de julio, el mes que Sánchez elige para, antes de marcharse en el Falcon de vacaciones a La Mareta, dar una vuelta de tuerca más al Gobierno o al partido y eliminar cualquier atisbo de dsicrepancia o de muestra de tibieza sanchista.
El año pasado, el 10 de julio, laminó sin pestañear a los tres pesos pesados de su Gobierno (...) Sánchez no quiere más egos en el Gobierno y en el PSOE que el suyo".
El año pasado, el 10 de julio, laminó sin pestañear y seguramente con el mismo tono de voz que emplea en sus intervenciones desde su escaño para llamar “mangantes” a sus rivales sin torcer el gesto, laminó, digo, a los tres pesos pesados de su Gobierno. A Carmen Calvo, que iba demasiado por libre en sus choques con Pablo Iglesias e Irene Montero.
A Iván Redondo, que se creyó imprescindible y reclamó una secretaría para gestionar los fondos europeos y hacer la España 2050 –hoy muerta- que el Rasputín de Moncloa había soñado. Redondo era el gran enemigo de los socialistas del aparato y fue inmediatamente sustituido como jefe de Gabinete por un hijo pródigo que volvió al redil del sanchismo, Óscar López: un giro hacia el PSOE para que Ferraz tuviera mando en el núcleo duro de Moncloa.
Y ese 10 de julio terminó por cortar la cabeza de José Luis Ábalos, supuesto hombre en Ferraz y amigo en el Gobierno, a quien convocó un sábado para preguntarle los cambio, le dejó hablar y acabó dejándolo noqueado al anunciarle que él también debía salir. “¿Lo entiendes, verdad?”. Algo así como un “no eres tú, soy yo…”.
Sánchez no quiere más egos en el Gobierno y en el PSOE que el suyo. Y el que no lo quiera ver, ya sabe dónde está la puerta. El pasado año hizo la crisis para dar una vuelta más sanchista a su Ejecutivo –Calvo, Ábalos y Redondo fueron laminados y sustituidos por políticos de probada reverencia al líder-. Ahora, la salida de Lastra deja vía libre a Santos Cerdán en Ferraz –otro hombre del aparato sanchista antes que socialista- y habrá que ver quién sustituye a Lastra. Sánchez necesita el partido a pleno rendimiento de cara al último año de legislatura y a su sueño de aguantar todo lo que pueda en Moncloa para agotarla. Bolaños, López y Hernando serán sus fieles escuderos en este viaje.
Algunos no saben que no militan en el PSOE sino en el Partido Sanchista Obrero Español y que julio aún no ha terminado.
Y, mientras, el PSOE asiste entre perplejo y desesperado a los movimientos de su líder. Los ‘barones’ cada vez pintan menos. Cualquier escenario les parece malo. Temen que Pedro Sánchez decida convocar elecciones en mayo junto a las autonómicas y municipales porque, aseguran, “tiraría para abajo” de la marca PSOE y empeoraría sus resultados. Temen también que decida resistir y no convocar hasta diciembre de 2023 y que sean ellos “los que nos llevemos la siguiente” (en referencia a la cuarta derrota de castigo tras Madrid, CyL y Andalucía).
Patético escuchar al presidente extremeño Fernández Vara enterarse en directo de la dimisión de Lastra tras asegurar que no había ningún problema en Ferraz y que no tenía conocimiento alguno de disensiones. Lo dicho, algunos no saben que no militan en el PSOE sino en el Partido Sanchista Obrero Español y que julio aún no ha terminado. Permanezcan atentos….
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