Conforme va avanzando su periplo al frente del Gobierno de la nación, resulta más evidente la doble cara que ofrece nuestro presidente, siendo la tiranía o la villanía lo que alternativamente y según los casos caracteriza sus actos y decisiones. Serán los historiadores los que, pasado un tiempo, tengan que calificar con precisión la conducta de Sánchez, pero aquí y ahora somos nosotros, los que la sufrimos día a día, los que tenemos el derecho de clamar contra el personaje y contra sus malhadados actos.
Porque somos la mayoría de los españoles los que resultamos víctimas de su indecente forma de gobernar, de la deshonestidad con la que utiliza sus competencias, de la desvergüenza con la que intenta justificar sus tropelías, y de la obscenidad con la que se rodea de un grupo de juglares -a sueldo, a comisión o mediante precio- para que le canten y para que loen su vandalismo, tanto cuando actúa como un tirano, como cuando se comporta como un villano.
Lo sufre cualquiera que ose ser crítico con el sanchismo y con la sanchecería, sea político, analista, entidad de estudio e investigación o medio de comunicación
Que Sánchez es un tirano según la RAE resulta patente pues abusa de su poder, superioridad o fuerza en grado extraordinario en las muchas tropelías que comete y que, según los casos, sufrimos muchos o todos. Lo sufrimos todos los contribuyentes del IRPF a los que nos esquilma utilizando espuriamente la inflación para hacer crecer el valor real de lo que se nos cobra sin que haya aumentado realmente el importe de nuestros ingresos. Lo sufrimos la totalidad de los españoles cuando decide gastar los recursos públicos -por tanto, de todos- para atender sus gustos y caprichos y los de sus colaboradores. Lo sufren aquellos grupos o sectores de la población española -empresas energéticas, entidades financieras, personas con un determinado volumen de patrimonio…- que, perjudicados por la decisión adoptada, han de soportar encima que para justificar la medida que les ocasiona el perjuicio son presentados ante la sociedad como si fueran delincuentes. Lo sufre cualquiera que ose ser crítico con el sanchismo y con la sanchecería, sea político, analista, entidad de estudio e investigación o medio de comunicación, pues resulta inmediatamente calificado como fuerza de infantería de pretendidos poderes ocultos, malignos y perversos, que buscan el mal social en beneficio propio. Lo sufren incluso aquellos socialistas que, fieles a su ideología, no comulgan con los desvaríos y atropellos de Sánchez, pues son marginados dentro de su partido -amenazas de expulsión incluidas- y olvidados en los actos conmemorativos que se realizan.
Pero si resulta obvia la tiranía de Sánchez no es menor su villanía dado el carácter ruin, indigno e indecoroso de sus actos de Gobierno. En este caso, la principal víctima del villano personaje es la propia democracia española que sufre un descrédito y deterioro permanentes por las agresiones que propugna Sánchez a sus instituciones y principios. Lo saben en el Banco de España, en el CNI, en el Instituto Nacional de Estadística o en la CNMV que padecen las ruines embestidas sanchistas por no ser dóciles a los credos del Gobierno. Lo sabe la Judicatura española, permanentemente acosada por practicar su obligada independencia para incomodidad del sanchismo. Lo saben las instituciones de Gobierno local -regional o municipal- que se atreven a practicar y defender políticas diferentes a las practicadas por Sánchez en el ámbito nacional. Lo saben los funcionarios públicos que se resisten a utilizar las competencias administrativas que han de ejercer sin atender a los fines partidistas que les pretenden imponer sus jefes políticos. Y lo sabemos el conjunto de los españoles cuando observamos que, para pagar el precio exigido por los socios parlamentarios que le mantienen en La Moncloa, Sánchez se aviene a pisotear las reglas y valores que conforman nuestro Estado de Derecho entregando la dignidad nacional a cambio de unos cuantos votos en el Congreso de los Diputados.
Además de modificar las consecuencias de la sentencia condenatoria, está abaratando el coste de cualquier nueva intentona golpista que pueda proyectarse en el futuro. La Historia le juzgará
El vivo ejemplo de la última cuestión señalada viene constituido por la anunciada reforma del Código Penal, diseñada y proyectada con el único objeto de beneficiar a un conjunto de golpistas, condenados en firme por la comisión de graves delitos que atentaban contra la legalidad, contra nuestro orden democrático y contra la integridad territorial de la nación española. No contento con haberles concedido el indulto pese a la inexistencia de arrepentimiento alguno por parte de los indultados y a su descarado anuncio de una posible reincidencia, ahora -exigido por los golpistas- Sánchez se propone modificar la tipología del delito que cometieron y el castigo penal asociado con el fin de permitir que no hayan de cumplir la parte de la condena que se les impuso que no resultó saldada mediante el indigno indulto. Al hacerlo, además de modificar las consecuencias de la sentencia condenatoria, está abaratando el coste de cualquier nueva intentona golpista que pueda proyectarse en el futuro. La Historia le juzgará.
Para que la villanía sea completa, Sánchez se propone utilizar un instrumento legislativo determinado que le puede permitir orillar la necesidad de someter su proyectada reforma al estudio e informe de los órganos consultivos del Estado. Su ruindad no tiene límites, Sánchez está dispuesto a cometer cualquier fechoría, la que sea, con tal de pagar a los golpistas el precio que le exigen para que sus votos le permitan seguir residiendo en el palacio presidencial. Definitivamente, Sánchez es un villano, pues su acción de Gobierno está plagada de actos indecorosos, indignos y ruines, RAE dixit.
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