Sánchez ha ido al Debate del Estado de la Nación con unos cuantos papeles que le han preparado para soltarnos una milonga que ni quienes los han escrito, ni él, ni nadie de su gobierno se cree. Sánchez asegura ir a por todas, y es verdad. Con el país en bancarrota – a la que se han escuchado sus intenciones la Bolsa española se ha desplomado– a Sánchez solo le queda incrementar la presión recaudatoria y depredadora para nutrirse más y más de dinero. Sepan que este gobierno está batiendo récords en recaudación fiscal. Según la Agencia Tributaria, que no es un lugar plagado de conspiradores fumando en puro, los ingresos recaudados por el estado hasta mayo pasado ascienden a 54.472 millones de euros. En 2021 se batió el récord en impuestos cobrados por la administración, pero en este la cosa va a más, a mucho más. Con los datos citados se observa un aumento de 13.460 millones más de enero a mayo. Imaginen diciembre.
Como la especialidad de la casa social comunista no es precisamente cortarse un pelo, el propio presidente, en tono melifluo y populista, ha declarado que piensa crear un nuevo impuesto a la banca para gravar sus beneficios – dos años dice que lo piensa mantener – así como el hachazo a las eléctricas, que son las dos cosas que han hecho que la Bolsa se haya ido a hacer puñetas. Abandonemos la óptica ideológica y centrémonos en el dinero. El gravamen a la banca de dos años sumaría 3.000 millones, mientras que el de las eléctricas, también para dos años, ascendería a 4.000. A Sánchez le importa un bledo lo que conlleva. Los consumidores vamos a pagar esos aumentos de nuestro bolsillo, porque los negocios no se hacen para perder dinero mientras existan primos que paguen y callen.
Todo lo demás, los bonos de tren y otros fumismos varios, esconden la única realidad. Sánchez quiere recaudar a saco para mantener el coste del monstruo que ha creado al estilo socialista con tanto ministerio, despilfarro y una nula capacidad de gestionar la crisis. Si quisiera mejorar la vida de los españoles bastaría con levantarnos el pie del cuello, aminorar la carga fiscal, reducir gasto público superfluo, dar exenciones fiscales a la iniciativa privada, apoyar sectores emergentes de la industria y el comercio y suprimir las cuotas fijas de autónomos.
Como ni sabe ni quiere saber, sus réplicas al PP y a VOX – Abascal ha estado francamente magnífico y ni siquiera los más refractarios a este partido pueden ponerle una pega o acusarlo de mentiroso - han sido deslavazadas, trémulas y, por descontado, caretes de lógica. Si delirantes han sido sus propuestas, las respuestas no han desmerecido a las primeras. De ahí se deduce que este gobierno se sienta tan cómodo discutiendo de memoria histórica, de género, de nacionalidades, de lo que sea menos de números, porque ahí es donde radica el meollo del asunto. Mucho me temo que cuando nuestros descendientes pregunten que hacían los gobernantes de España ante la catástrofe que se venía encima tengamos que responder que discutían del todas y todes o de cuántas naciones había en España.
Y, oiga, Sánchez, ni curanderos, ni catastrofistas ni fachas. Simplemente trabajadores, eso que le suena por haberlo oído en algún cursillo en la escuela socialista Jaime Vera. Un asunto del que lo desconoce todo y que ni siquiera percibe desde su dacha monclovita. Usted irá a por todas, que no lo dudo, pero ay del día en el que reine la sensatez y en las urnas todas y todos vayamos a por usted. Escrito queda.
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