Opinión

Aunque Sánchez se vista de seda

Habló el presidente, y habló mucho, y habló de todo. Pero no dijo nada. Sánchez siempre será Sánchez

La tendencia a la verborrea de nuestros dirigentes políticos va pareja con su afán por presentarnos cosas viejas e inútiles como novedosos portentos. Da lo mismo que sea Carles Puigdemont, con ese nuevo partido que va a fundar – al final, habrá más siglas en el mundo separatista que en una sopa de letras – o que sea Pedro Sánchez con su New Deal tan ful como hipócrita. Perro viejo no aprende mañas nuevas. Será difícil, pues, que ninguno de los dos ofrezcan nada que pueda sorprendernos a quienes pagamos la función, aunque tengamos que contentarnos con verla desde el gallinero al que nos relegan.

Centrándonos en el presidente del Gobierno, porque lo del escapista de Waterloo no tiene más recorrido que el que le prestan los orates que le siguen -que acabarán convertidos en un partido claramente de ultraderecha y racista y, si no, al tiempo- su primera entrevista en televisión deparó momentos espectaculares. De entrada, aquí no hay responsable político que conteste a las preguntas que se le formulan. Si se les pide que den su opinión acerca de Europa, por ejemplo, ellos, indefectiblemente, hablarán de la cría del cangrejo en las Galápagos. Es una feísima costumbre que en otros países resulta inadmisible. Cuando al presidente de los EEUU se le pregunta algo y este se va por los Cerros de Úbeda, bien, en su caso por los de Nebraska, se le insiste, se le machaquea y, caso de no bajarse del burro, se lo pone a caer de un guindo en los medios de comunicación. Porque los políticos cobran por hacer, sin duda, pero también por responder. Y no lo que a ellos les pase por el gladiolo imperial, sino a las preguntas.

Pero este es un país de caudillajes y, como es harto sabido, a los caudillos ni se les inquiere ni se les exige. A Sánchez no se le pasó por la cabeza, si la hubiera o hubiese, que la ciudadanía tiene derecho a saber qué ha pasado, cuáles han sido los errores, qué planes tiene de cara a la tremenda hostia social que tenemos ya instalada en nuestro solar patrio. Vaguedades, inexactitudes, falsas promesas que sabe que no podrá cumplir y, eso sí, la culpa de todo la tiene el PP, empeñado en seguir la estela de la extrema derecha de Vox. Que Podemos sea de extrema izquierda o Bildu defensora del terrorismo etarra, nada de nada. Si hemos de atenernos a lo dicho por Su Augusta Persona, la culpa de que todo se ralentice la tiene Pablo Casado, el muy facha. Y Ayuso, no se nos olvide, que es mala, malísima de toda maldad.

Para el presidente todo es maravilloso, la coordinación gubernamental es idílica, con Torra ni meterse, del PNV qué les voy a contar, y Ciudadanos ahora son buenos chicos porque le bailan el agua

Esa visión maniquea y manipuladora es incompatible con la talla exigible a un líder democrático en un momento como el actual, en el que se tienen que tomar decisiones muy serias, muy graves, que afectarán a los que todavía vivimos y a los que han de sucedernos porque, sépalo o no el señor Sánchez, el mundo vive la crisis económica más terrible desde el crack del veintinueve.

Pero para el presidente todo es maravilloso, la coordinación gubernamental es idílica, con Torra ni meterse, del PNV qué les voy a contar, y Ciudadanos ahora son buenos chicos porque le bailan el agua. Los tiempos del “¡Con Rivera no!” pasaron a mejor vida. Con Inés, encantados. En fin.

Lo sustancial de la entrevista, más que lo que dijo, es lo que se calló. No dijo que obtener fondos de Bruselas está dificilísimo porque no se fían ni de él ni de su Gobierno social bolivariano. No dijo que España ha perdido peso en las relaciones internacionales, lo que equivale a decir influencia económica y contratos. No habló de los escándalos que salpican a Pablo Iglesias ni de los líos que se trae Marlaska con la Benemérita. Prometió, eso sí, dinero, mucho dinero, para autónomos, para PYMES, para todos, vamos. Si es como el que ha puesto encima de la mesa hasta ahora, vale más la pena cerrar y huir a las colinas.

Aunque nada de la performance de ayer puede sorprendernos. Sánchez, como Puigdemont o como Iglesias hablando modosito como el deán de Sigüenza, son lo que son y no se molestan en disimularlo. ¿Para qué? Saben que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Y ahí los tienen a ellos, tan monos, y a sus parroquianos aplaudiendo y tirándoles cacahuetes. Es lo que hay.

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