Sánchez es de esos tipos que creyéndose más listos que nadie, una vez que se han hecho su idea del asunto dejan de escuchar a su interlocutor. Aparentemente sigue ahí pero ya no le mira, y algo en su gesto traiciona su deseo de salir corriendo y dejar con la palabra en la boca a aquel al que ya ha sacado todo lo que quería y podía sacar.
Digo esto sin más conocimiento que el de mi observación minuciosa del personaje y porque solo así podría entenderse que pensara que una vez conseguidos los votos de Junts para su investidura el tema quedara solventado para poder dedicarse a nuevas metas en su objetivo de eternizarse en el poder. No deben haberle faltado avisos. Puigdemont tendrá sus cosas, pero no engaña. Es un tipo correoso que lleva seis años en Waterloo ejerciendo de presidente en el exilio de una república que no existe más que en su imaginación. Dijo en una columna Albert Soler, el periodista que mejor lo conoce, que no hay quien pueda quitarle la inmunidad porque nació con ella. Inmune al ridículo, a la realidad y a la razón. Como si se tratara de una sartén de lujo de las que se han regalado en estas fiestas, todo le resbala.
Hace unas décadas en Alemania se llamaba a los Mercedes el coche de los panaderos, porque solo ellos podían permitírselo
Sánchez pensó que podría torearlo como los ha toreado a todos, que con su astucia y su inteligencia podría ir dilatando el momento del pago de los servicios prestados con una actitud muy propia de chulo de capital. Pero se nota que nunca se ha encontrado con un listo de pueblo. Uno no es hijo del panadero de Amer sin que se le pegue algo. Los panaderos son gente trabajadora y muy lista a la que en general le suele ir bien. El panadero de cada pueblo es una figura importante y reconocida. Tanto es así, que hace unas décadas en Alemania se llamaba a los Mercedes el coche de los panaderos, porque solo ellos podían permitírselo.
Puigdemont no tendrá muchas ideas, probablemente solo una, la independencia de Cataluña, pero ha sido independentista en activo toda su vida, no como Artur Mas y todos esos se subieron al carro en marcha por conveniencia política. Dando vueltas y revueltas, por chiripa y de carambola, sin mayor merecimiento que su ambición y su delirio, llegó a la Presidencia de la Generalitat y al desafío triunfal a una gran nación como es España. Puigdemont tiene la fuerza del que se cree lo que dice, y contra eso poco se puede hacer. No soporta a Sánchez y se entiende mejor con Feijoó, pero negocia con él porque es el presidente del país ocupante, y le cobrará cada voto y cada ayuda con sangre. Como los listos de pueblo, no se fía del trilero y no cederá en nada hasta que la amnistía le permita verse regresar como mártir glorioso del injusto exilio a las calles de Barcelona. Una vez conseguido el objetivo, que se vaya despidiendo el Presidente de cualquier ayuda por parte de Junts.
La situación es muy irritante para el gobierno socialista acostumbrado a la mansedumbre de Esquerra, pero ya tenía que saber que no se puede esperar lo mismo del que se va que del que se queda. Querían gobernar, y lo han conseguido, pero como dijo Santa Teresa, se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas. A 48 horas y con los votos necesarios de los decretos sin asegurar, ahora no les ha quedado otra que tragarse el sapo y llamar a esa ONG andante que atiende al público como Partido Popular, lo que no ha debido ser trago fácil, ni siquiera para ese especialista en sapos que es Bolaños. Esperemos que en su afán de llegar a acuerdos con el PSOE el PP no se deje engañar y se mantenga firme. Es bueno para todos que se visualice que estamos gobernados por una coalición de cristal y que ese teflón que le sobra a Puigdemont puede que no le sobre tanto a Sánchez.
Y es que el Presidente no sabe lo que sí sabe el hijo del panadero de Amer: con Junts como torta poco pan va a poder hacer.
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