Han pasado ya cuatrocientos días desde el inicio de la invasión de Ucrania. Hace unos meses escribíamos que las sanciones clave para terminar la guerra eran las tecnológicas, porque, aunque Rusia pudiese seguir recibiendo ingresos (preferiblemente, cada vez menos), sin tecnología jamás podría ganar la guerra.
¿Qué balance podemos sacar del funcionamiento de las sanciones? Por el lado económico y financiero, la interrupción de las importaciones de la UE y el límite de precios han conseguido reducir significativamente los ingresos petroleros rusos, aunque las exportaciones de diésel ruso alcanzaron un récord en marzo. El mundo empresarial, por su parte, no ha estado a la altura: sólo alrededor del 8 por ciento de las empresas con sede en la UE y los países del G7 habían desinvertido en Rusia a partir de noviembre de 2022. La economía rusa se contrajo un 2,2% en 2022, una cifra elevada pero inferior a la esperada. De todos modos, las cifras oficiales no son muy fiables: la tasa de desempleo oculta estaría muy por encima del 12% declarado, y también se estima que más de 500,000 rusos abandonaron el país en los primeros seis meses tras la invasión, más de la mitad de los cuales serían trabajadores cualificados.
Por el lado tecnológico, Rusia lo está pasando mucho peor. La industria de defensa rusa está encontrando enormes dificultades de acceso a la tecnología necesaria. Un reciente informe del Consejo de Relaciones Exteriores de Alemania analiza en detalle cómo Rusia ha ido adaptado su producción militar a las sanciones acudiendo a sistemas más antiguos o sustitutivos inferiores, e intentando eludirlas, pero con serios problemas de suministro de aviones, vehículos y armamento.
Existe el rumor (ese sí, muy peligroso), de que China estaba considerando proporcionar armas a Rusia. Aunque fue lanzado por Estados Unidos, el propio Biden salió a desmentirlo.
Hay, en todo caso, dos factores con los que no podemos decir que no contáramos, pero que están mitigando el impacto de las sanciones.
El primero es China. Aunque las navieras más importantes suspendieron su servicio a Rusia en respuesta a la invasión, la compañía naviera estatal de China, Cosco, sigue operando con normalidad. Por otro lado, los datos aduaneros de Rusia apuntan a que ha logrado adquirir algunos productos de alta tecnología de China, aunque su capacidad sustitutiva solo puede ser parcial. Existe el rumor (ese sí, muy peligroso), de que China estaba considerando proporcionar armas a Rusia. Aunque fue lanzado por Estados Unidos, el propio Biden salió a desmentirlo. Esta aparente esquizofrenia quizás refleja la batalla interna que se libra en Estados Unidos entre los departamentos de Defensa y de Estado. Irán, sin embargo, sí ha reconocido haber suministrado drones “Shahed” a Rusia que han servido para atacar a Ucrania, provocando la reacción occidental.
El segundo elemento distorsionador ha sido la elusión de las sanciones a través de empresas sin escrúpulos, ayudadas a menudo por países que han decidido adoptar un papel “intermedio” entre agredido y agresor. Así, de la nada han surgido empresas y nuevos intermediarios para exportar alta tecnología europea o estadounidense hacia Rusia a través de terceros países. No siempre los fabricantes son conscientes: así, entre abril y octubre de 2022 se enviaron a Rusia 457 millones en productos de Intel quien, al saberlo, reaccionó rápidamente.
Entre los países que parecen mirar hacia otro lado estarían Armenia, Kazajistán o Turquía, cuyas exportaciones de productos tecnológicos hacia Rusia se han multiplicado exponencialmente sin ninguna base lógica. De todos modos, estas importaciones son más costosas, y tienen entregas más lentas y poco confiables.
Para lograr que las sanciones funcionen no sólo hay que reforzarlas, sino asegurarse de que la picaresca de algunas empresas y países sea adecuadamente sancionada.
Conviene señalar que la picaresca también se da dentro de la UE, y no siempre es fácil de controlar. Así, a medida que la UE redujo su demanda de crudo ruso vía oleoducto, parte del comercio se trasladó al mar. Una vez expulsada del centro de transferencia frente a Skaw en Dinamarca, Rusia pasó a efectuar intercambios en el Atlántico Norte, hasta que las altas olas invernales y las marejadas lo hicieron demasiado peligroso. De ahí pasaron a aguas mediterráneas, entre ellas las de Ceuta. Según Vortexa (una consultora que rastrea los petroleros rusos), flotas de petroleros cargados en el Mar Negro llegaban a Ceuta y transferían sus cargas a grandes barcos que las trasladaban a China, sorteando el Cabo de Buena Esperanza. Las costas de Grecia junto a Kalamata o en la bahía de Lakonikos también han sido testigos de transferencias de barco a barco, para desde allí ir a la India a través del Canal de Suez.
Así pues, para lograr que las sanciones funcionen no sólo hay que reforzarlas, sino asegurarse de que la picaresca de algunas empresas y países sea adecuadamente sancionada. Por eso hay que celebrar que el Consejo aprobara el 25 de febrero otro paquete de sanciones centrado en productos tecnológicos e industriales críticos y que –esto es importante– intensifica las medidas antielusión.
Las restricciones afectan a componentes electrónicos utilizados en drones, misiles, helicópteros, y otros vehículos, así como tierras raras específicas y cámaras térmicas con aplicaciones militares, vehículos especiales (como motos de nieve), generadores eléctricos, binoculares, radares, brújulas, plantas industriales completas y turborreactores de aviación. Además, se sanciona a siete entidades iraníes que han estado utilizando componentes de la UE y proporcionando a Rusia drones militares.
También el propio 23 de febrero se celebró en Bruselas el primer Foro de Coordinadores de Sanciones. La coordinación de los actores clave, como la UE, el Reino Unido, los Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Noruega, resulta fundamental para evitar que Rusia eluda las sanciones con ayuda de aliados. Estados Unidos, por ejemplo, está aumentando su presión sobre Turquía. La página web europea de denuncia de incumplimiento de sanciones es una magnifica idea. Ya hay países como Kazajistán que han anunciado que, aunque no se unirán a la coalición de sanciones contra Rusia, tampoco facilitarán la evasión de sanciones por temor a sanciones secundarias. Ese es el objetivo.
Quien diga que las sanciones no están funcionando, miente o se engaña. Lo que es importante es redoblarlas y evitar los agujeros. Pero tampoco nosotros debemos engañarnos: cuanto más tiempo pase, mayor será la capacidad de Rusia para sortearlas con ayuda de países dispuestos a hacer un doble juego. El de China es quizás el más peligroso, pero no hay que darlo por hecho: dada su fragilidad económica (la demanda no está creciendo como esperaba tras el fin del Covid-cero) y su nuevo papel internacional, meterse en el barro de la entrega de armamento a Rusia sería una decisión peligrosa. China puede querer una buena relación con Rusia, pero no a costa de sus propios intereses. Si Occidente consigue aislar tecnológicamente a Rusia de forma efectiva, el final de la guerra podría estar más cerca de lo que pensamos.
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