Aunque esta columna se leerá el domingo, hoy, el día en que la escribo, es Sant Jordi y los catalanes pueden por fin salir a la calle con cierta normalidad a disfrutar de su gran jornada después de dos años de pandemia y miedo. Viviremos de nuevo las apreturas en Rambla de Cataluña que impiden la cercanía al stand que estás buscando, ese en el que firma el autor que te interesa, pero aún así gozarás de los empujones y del aire primaveral de la ciudad, viva como nunca. Hoy es el día en que volveremos a ver a adolescentes en moto llevando rosas a sus chicas, a niños cargados de libros de cuentos y rosas para mamá y a señores de cierta edad sonriendo por las calles del bracete de sus mujeres, felices ellas con el bolso cruzado y la rosa en la mano, y ese espectáculo de lo mejor de los humano nos llenará el corazón con una humilde alegría plena de recuerdos y posibilidades. Hoy es el día que empieza con las felicitaciones a los mil jordis que todo catalán conoce y trata, y sigue con el trazado de un plan: pensar el trayecto para el paseo con amigos y familia y vivir todos juntos la fiesta más bella y civilizada del mundo. Libros y rosas, cultura y no solo amor, porque las rosas se entregan también por amistad, aprecio o consideración. El 23 de Abril es ese día en el que una se alegra de vivir en este rincón tan privilegiado de España.
Ya se sabe que todo el que vota constitucionalismo es una bestia con forma humana (Torra dixit) sin corazón ni sensibilidad
Y sin embargo, hoy es también el día en que el editor de elcatalán.es, el valiente Sergio Fidalgo, se ha levantado con su nombre en la diana.
El panfleto El nacional.cat que dirige José Antich, que fue, no lo olvidemos, director de La Vanguardia, se despacha con un artículo en que lo nombra, a él y sus autores, por su nombre y apellidos. Se queja asombrado de que “la extrema derecha anuncia de que tendrá rosas y libros a disposición de aquellos que lo quieran” porque ya se sabe que todo el que vota constitucionalismo es una bestia con forma humana (Torra dixit) sin corazón ni sensibilidad y mucho menos necesidad vital o anhelo de flores o libros. Y continúa con un indecente “también un puñado de escritores, todos ellos hombres, y todos con manía anticatalana”, al que sigue la lista completa de nombres y apellidos: Mi amigo Sergio, Antonio Jimeno, Pau Guix, cuyo último libro tuve el honor de presentar el martes pasado, Antonio Robles y Juan Carlos Segura, para terminar con Ricardo Segura y María Ángeles Pérez, Jordi Canal, Anna Grau y Albert Castillón. Todos ellos señalados. Todos ellos malos catalanes. Todos ellos blanco autorizado.
Si un 23 de abril Sant Jordi volviera a las calles de Barcelona, descubriría rápidamente que en esta maravillosa ciudad solo existe el dragón del totalitarismo nacionalista y el odio de la tribu superior a todo el que no comulga con sus ideas. Y vencería, en justo combate de ocho segundos, a toda esta jauría de genteta cobarde y acusadora, fea por dentro y casi siempre por fuera.
Otro día hablaremos de Clara Ponsatí animando desde su refugio seguro de Escocia al enfrentamiento civil entre catalanes. Pero hoy, la maquinaria del Mal ha señalado a mi amigo Sergio Fidalgo, que es sobre todo y ante todo, un gran español. Para él las rosas de gran caballero y los libros que venderá a docenas.
Feliz día de Sant Jordi a todos.
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