En la primera película de la saga ‘Torrente’, la mejor y la más impactante, el detective atrabiliario y corrupto está tomando güisqui Dyc sin sosiego en un bar. Todo fiado, naturalmente. El camarero le advierte en tono paternalista: "¡No beba usted más, por favor!" Lo de menos es la cuenta que tiene pendiente y que sabe que jamás pagará. Se lo dice por los efectos colaterales del alcohol en exceso, sobre todo si llevas un pistolón y careces de sentido común.
En un tuit de la semana pasada, Gonzalo Bernardos, uno de los economistas de cabecera de la Sexta, que tiene el mismo sentido común que Torrente, escribió: “España no ha sido rescatada, pero si lo hubiera sido, sería el rescate más dulce del mundo. No conozco ningún país al que le rescaten y que, sin necesidad de devolverlos, le den 72.000 millones. Si esto es así, yo voto porque nos rescaten todos los días”, y así seguir viviendo del cuento, como dirían los estados frugales y yo mismo.
Empresarios de éxito
También en Twitter, el economista Juan Ramón Rallo, este sí respetable -aunque acuda a la Sexta la mayoría de los sábados como coartada del programa venenoso- escribió con enorme criterio: “Le das 70.000 millones a cualquier empresario exitoso y no sabría en qué invertirlos productivamente. Se los das a un grupo de políticos que no se han dedicado jamás a seleccionar inversiones rentables…” y qué puede salir mal.
El gran Benito Arruñada, compañero de Vozpópuli, escribió la semana pasada: “El que los gobiernos manirrotos del Sur digan a su tropa que no hay condicionalidad en el dinero que nos han concedido, y que los frugales digan al mismo tiempo que sí, augura que el dinero llegará tarde (retraso por no cumplir las condiciones), mal (recortado y peor asignado) …o nunca (atención a las encuestas electorales de los países del Norte).
El viernes, el presidente y fundador de la cadena Room Mate, Kike Sarasola, envió un vídeo a sus empleados atónito ante la reacción a su deseo de abrir uno de los hoteles que tiene en Madrid. La dirección de Recursos Humanos de su empresa había constatado que algunos de ellos rechazaban incorporarse al trabajo porque estaban de vacaciones o porque, sencillamente, no les iba bien.
“Señores, no estáis de vacaciones, estáis en un ERTE”, les dijo Sarasola a sus trabajadores, mostrando su razonable enojo por esta manera desleal de responder a la exigencia de la empresa
Room Mate, del señor Sarasola, como la mayoría de las compañías hoteleras de este país, tiene a sus empleados en un ERTE. Un ERTE quiere decir que el Estado, a costa de los españoles que pagamos impuestos -entre los que también están desde luego los ricos- cubre una parte del sueldo de los empleados eventualmente en paro, mientras el resto del salario corre a cargo de la empresa correspondiente, que lleva meses sin facturar un euro a causa del confinamiento brutal impuesto por el incompetente que nos gobierna.
“Señores, no estáis de vacaciones, estáis en un ERTE”, les dijo Sarasola a sus trabajadores, mostrando su razonable enojo por esta manera desleal de responder a la exigencia de la empresa. “Como yo me entere de que alguien vuelve a esgrimir un pretexto para no reincorporarse al trabajo, mi actitud va a cambiar radicalmente. Y me fastidiaría mucho que por unos cuantos tengan que pagar muchos”.
Reactivar la empresa
Yo encuentro todas estas palabras muy atinadas y correctas, pero siempre hay algún tonto a tiro en desacuerdo. ¿Y quiénes son los tontos habituales de este país, y los que más daño le han hecho desde tiempo inmemorial? Los sindicatos. Bernardo García, abogado de la UGT, ¡ya saben!, el sindicato de los mariscos y de las putas en Andalucía pagado todo con cargo al erario público, dijo que el ‘speech’ de Sarasola podría estar vulnerando derechos fundamentales y le recriminó su tono paternalista, pese a reconocer, como no podía menos, que un empresario tiene potestad para decidir cuándo se incorpora un trabajador y admite que es su obligación tratar de reactivar la sociedad y de reconstruir la plantilla.
El empresario tiene la idea, aporta el capital, o lo busca entre accionistas interesados o seducidos por su proyecto, pero los empleados son una parte indispensable para que todo marche bien
Yo conozco a Sarasola hace mucho tiempo, aunque no hablo con él desde siglos. Le hemos hecho varias entrevistas en Actualidad Económica durante el largo intervalo que tuve el honor de dirigir la revista, y cuando el diario del régimen, El País, calificó su discurso de una "reprimenda” o de una bronca a sus trabajadores, a los que me consta que adora y por los que se emplea a fondo, se me ocurrió escribir modestamente lo siguiente: “Me parece que el discurso de Kike es una llamada a la responsabilidad individual en el éxito de todas las empresas, que son siempre una tarea común. El empresario tiene la idea, aporta el capital, o lo busca entre accionistas interesados o seducidos por su proyecto, pero los empleados son una parte indispensable para que todo marche bien, y están obligados a contribuir al máximo para que así sea”.
Además, el discurso de Kike me pareció “una llamada de atención a la responsabilidad individual para elevar y sacudir el tono de la nación, para levantarla de la lona después de una pandemia que va a provocar una gran destrucción de tejido productivo y un aumento brutal del paro. Me parece que lo que Kike quería decir es que todos, empresarios y empleados, están llamados a evitar el colapso económico del país”, ya que con los sindicatos que piden aumentar los impuestos para morder la mano que les da de comer no se puede contar, y con el Gobierno que nos ha tocado por desgracia a los mandos del Titanic, tampoco.
El interés del patrón y su empresa
Desafortunadamente, los sindicatos españoles continúan entendiendo las relaciones laborales según la dialéctica marxista, en términos de lucha de clases entre el trabajo y el capital. Jamás han comprendido, y ya es muy tarde, que la empresa es un empeño comunitario en el que todo irá de lujo si le va bien al patrón, cuyo máximo interés, por la cuenta que le trae, es tener satisfecho al empleado. Le va en ello el beneficio y también la vida.
Torrente es del Atlético de Madrid, pero cuando en la primera escena de la película sale del bar cargado de ‘dycs’ se encuentra con una turba de ‘merengues’ que vienen celebrando la enésima victoria del equipo y no tiene pudor alguno en tirar su bufanda colchonera por una alcantarilla, no vaya a ser que le den de hostias. Pues esta es la mejor imagen del Gobierno, que cuando llega Sánchez de Bruselas después de que le hayan dado un repaso en toda regla, entrando en Moncloa patinando -porque el petimetre no camina, sino que patina-, los 22 ministros lo reciben aplaudiendo como perritos falderos en una postal indignante que quedará para la historia universal de los primeros ministros más fatuos y más tontos del planeta.
Es apenas un paliativo que no impedirá una racionalización de las pensiones o el ajuste salarial imprescindible del colectivo de funcionarios
La última cumbre de la UE ha sido histórica. Por primera vez, los países miembros han decidido mutualizar deuda genuinamente. España recibirá 70.000 millones en préstamos que tendrá de devolver y otros 70.000 millones como transferencias condicionadas a una serie de políticas que están en las antípodas del programa de Gobierno de esta legislatura. El país también tendrá que honrar un impuesto común para sufragar el servicio de la deuda en que todos van a incurrir.
Pero, como quizá han pensado equivocadamente algunos empleados de Room Mate, este dinero no va a eludir sus responsabilidades como trabajadores, ni tampoco va a paliar el destrozo colosal de la economía que se verá en toda su magnitud en otoño. Es apenas un paliativo, que no impedirá una racionalización de las pensiones, el ajuste salarial imprescindible del colectivo de funcionarios, que ha sido -junto al de los jubilados- el más privilegiado de la crisis, ni tampoco el reforzamiento de la flexibilidad laboral para permitir que las empresas hagan sus ajustes correspondientes, así como para que las subvenciones no vayan a sostener negocios inviables antes del virus, y mucho más después.
Un vicepresidente desahuciado
Como algunos de los empleados de Room Mate, muchos compatriotas pueden tener la tentación de pensar que este dinero extra de Bruselas va a arreglar sus problemas, y que servirá para financiar el ingreso mínimo vital, o que apuntalará la cultura del subsidio y del compromiso cero con el ingreso legal en el mercado de trabajo, pero están errados. El señor Pablo Iglesias, el señor Sánchez, que es igual que él, les podrá vender la burra que ustedes quieran comprar. Lo único cierto es que el primero está completamente desahuciado. Y que el segundo tirará lo que pueda, hasta que el ‘Gobierno Torrente’ que pilota no dé más de sí.
Como afirma Arruñada, no puede ser que el señor Rutte, el jefe de Gobierno de los Países Bajos, esté igual de contento con este pacto que el señor Sánchez. Y puestos a apostar por uno, yo me quedo con Rutte, que sigue viviendo en su apartamento de estudiante y va en bicicleta al trabajo. Es una gran diferencia respecto a quien copió su tesis doctoral, viaja en Falcon por capricho y lo primero que hizo al llegar a Moncloa fue cambiar de colchón, no se le fueran a pegar el parlamentarismo ilustrado de Rajoy y sus sentimientos esencialmente pastueños, por muy inconvenientes que hayan resultado. Rajoy, y mira que yo lo he criticado en estas páginas, era después de todo un señor, y pagaba sus güisquis. Sánchez es un chisgarabís que siempre vive por cuenta ajena. Como el detective chiflado de Santiago Segura.
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