¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos, decía el romancero de Lorca!. También puede certificarse que se acabaron las campañas electorales de cuando entonces. Iban los presidenciables encabezando sus caravanas, compartiendo autobús en los desplazamientos con los periodistas enviados especiales, compareciendo sin excusa ante los profesionales de los medios informativos del lugar donde se hubiere activado el mitin correspondiente, viéndose obligados a responder esas preguntas inesperadas que surgen fuera de circuito con inconfundible aroma asilvestrado. Ya no hay pases de pernocta. Con el telediario de las nueve de la noche se entona el vamos a la cama que hay que descansar, para que mañana podamos continuar.
Los reporteros han desertado de estar presentes en el acontecimiento programado, renunciando a la práctica del periodismo de inmersión. Y esa ausencia les incapacita para hacer dibujos tomados del natural para añadir en sus apuntes esas notas de color, olor y sabor que solo pueden captarse en el contacto directo que nada puede sustituir. Sólo quedan flotando las notas de prensa de los gabinetes en pugna y los trallazos faltones lanzados desde las redes sociales. Todos vuelven a dormir a casa. Las cadenas de televisión han dejado de enviar sus equipos de grabación, los informativos ahorran presupuesto y se conforman con insertar los resúmenes audiovisuales que remiten cuidadosamente editados los directores de campaña de los líderes.
Los reporteros han desertado de estar presentes en el acontecimiento programado, renunciando a la práctica del periodismo de inmersión
Los cabezas de lista de las candidaturas por la circunscripción provincial de Madrid, que son quienes deberán, tras el recuento de las urnas la noche del domingo 23 de julio, ganarse la confianza al menos de la mayoría simple de los Diputados del Congreso, parecen coincidir en la misma senda. Evitan medirse en plazas de primera categoría, huyen de los grandes aforos. Saben de la dificultad y del coste añadido que supone el intento de movilizar miles de personas en autobuses donde deben repartirse bocadillos y refrescos y ensayar los gritos de rigor. Han palpado la flojera y la desafección de la militancia que se ha sentido ninguneada por las alteraciones introducidas por la Comisión Ejecutiva Federal en las listas electorales que fueron remitidas reglamentariamente por los órganos partidarios a escala autonómica y provincial. Cantábamos de pequeños “de la Habana ha venido un barco cargado de…” y ahora los de provincias -incluida la Federación Socialista Madrileña- cantan “de Ferraz ha venido un Falcon cargado de…cuneros”. Son los que copan los primeros puestos considerados de más probable salida. De ellos esperan sus patrocinadores que respondan como inasequibles al desaliento. Pero quienes se ven desplazados después de haber soportado el peso del día y del calor se consideran injustamente tratados y murmuran su protesta como hacían los obreros contratados desde la primera hora en la viña del Señor a los que se refiere el capítulo 20 de evangelio de Mateo.
Se diría que, perdido el contacto físico directo con los electores, siempre proclives a la interrupción que descoloca, los candidatos han dado en preferir las apariciones en los medios informativos, que requieren menor esfuerzo, ahorran sorpresas y ofrecen mayor eco. Para proceder a su evaluación valdría la pena asignar a cada candidato el medio que se le presuponga de mayor afinidad y proceder al examen crítico de la entrevista que le haya hecho. Ese podría ser el caso de Pedro Sánchez en el diario El País del domingo 18 de junio. Un primer análisis de los titulares que se dirían redactados por el propio Sánchez al servicio de sus propósitos electorales, permite confirmar que el intento del presidente en esta campaña es identificar al PP con Vox haciendo notar como peligro mayor que el primero asuma las políticas del segundo, advirtiendo que fuera de las políticas económicas de Sánchez no hay salvación en Europa, dejando caer que la coalición con Yolanda Díaz sería más fácil porque con ella trabaja de manera leal y poniendo de relieve, por contraste, la deslealtad de otras compañeras de cuyo nombre no quiere acordarse. Atentos
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