Tiempos complejos en La Moncloa. Sánchez está desesperado. Tras atravesar la pandemia con una gestión muy cuestionable con más de cien mil muertos y daños económicos irreparables, pensaba que todo iría sobre ruedas, que los fondos europeos y la recuperación vendrían a iluminar a su Gobierno de luz y de color.
Sin embargo, no contaba con un fenómeno, primero molesto e incomprendido, luego peligroso y agresivo. Es la inflación persistente, crisálida de la temible e inminente estanflación, acelerada por la guerra en Ucrania.
No acaban ahí las malas noticias. El Banco Central Europeo ha anunciado que deja de comprar bonos soberanos en junio y la subida de tipos será un hecho para tratar de contener la espiral inflacionaria, lo que provocará un desajuste sin precedentes en las cuentas públicas y relegará al nivel de novela barata los textos que recogen los Presupuestos Generales del Estado.
Sánchez, colapsado y atenazado por la incertidumbre, decide enviar a la ministra María Jesús Montero y a la vicepresidenta Nadia Calviño al oráculo de Delfos con la esperanza de que la divinidad les guíe en la solución de los problemas.
—Divino Oráculo. Danos luz al problema de la inflación. —dice Calviño
—Sombras oscuras se ciernen sobre vosotros. —responde el Oráculo
—¿Tan negro lo tenemos? —pregunta Montero
—Como el sobaco de un grillo. —responde el Oráculo.
—¿Por qué tenemos esta inflación creciente? —pregunta Calviño.
—Es simple. Tras la destrucción de tejido productivo por la pandemia, la oferta no puede absorber la enorme demanda, lo que provoca inflación—responde el Oráculo.
—¿Cuánto durará esta situación? —pregunta Montero.
—Hasta que la oferta pueda corresponder a la demanda y haya un equilibrio, entonces los precios bajarán, nunca antes. —responde el Oráculo.
—¿Qué consecuencias puede llegar a tener? —pregunta Calviño.
El riesgo de la estanflación
—Si la inflación sigue subiendo de forma continuada muy por encima de la generación de riqueza y de la obtención de rentas, se convertirá en estanflación, y eso supondrá la ruina de muchas familias, empresas y gobiernos. Desgraciadamente el proceso se ha acelerado debido a la guerra. El tiempo apremia. —responde el Oráculo.
—¿Qué debemos hacer para que eso ocurra? —pregunta Calviño.
—JA, JA, JA —ríe el Oráculo. ¡Habéis hecho creer a los ciudadanos que esto era transitorio y ahora osáis hacer esa pregunta! —exclama el Oráculo.
—Lo sabemos, divinidad, pero por favor, responda a nuestra pregunta. —reitera Montero.
—Lo diré sólo una vez y espero, por vuestro bien, que me hagáis caso.
- En primer lugar, debéis reducir el precio de la energía eliminando todos los impuestos que la gravan y aplicar a los usuarios una tarifa regulada por el coste medio ponderado de los diferentes suministros en lugar de usar el más caro del día.
- En segundo lugar, debéis deflactar los impuestos directos en proporción a la inflación para proteger a los ciudadanos de la pérdida de poder adquisitivo.
- En tercer lugar, debéis detraer de los presupuestos todos aquellos gastos superfluos y prescindibles para destinarlos a ayudar a acelerar la creación de tejido productivo y así recuperar el equilibrio de oferta y demanda en menor plazo.
- Por último, debéis reducir la deuda pública para evitar el impacto de la subida de tipos
Lamentablemente, no será posible evitar la pérdida de centenares de miles de empresas y familias, pero si tomáis estas medidas, salvaréis al país de la suspensión de pagos y al menos les daréis la oportunidad de poder resurgir en el futuro. —responde el Oráculo.
—Divinidad, ¿no está siendo usted un poco catastrofista? Ya hubo épocas de alta inflación y no fue una debacle. —pregunta Montero.
—Cierto, pero hay una gran diferencia. Hoy, el nivel de la deuda pública es inmenso en relación a la riqueza, cosa que no ocurría en el pasado. Ese pequeño detalle que usted pasa por alto es el ingrediente que convierte a la estanflación en un sujeto letal para un estado como España. —responde el Oráculo.
A las tantas ya del alba, cantan pajarillos. A España vuelven las ministras, cabizbajas y afligidas, mientras muerte y destrucción comulgan, ante un porvenir fallido.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación