Opinión

¿Se puede escapar de lo peor?

En no demasiado tiempo, preocupará más la recesión que la inflación, lo que podría implicar que los tipos de interés no subirán tanto como se descuenta estos días

La que suele ser la estación favorita de la mayoría porque incluye el mayor periodo vacacional del año, se ha acabado esta semana. Ha sido un trimestre que ha tenido de todo, y no hay espacio para hacer un balance; sólo recordar la figura histórica de dos de los óbitos más famosos de este periodo, los de Gorbachov y los de la Reina Isabel II, daría para un libro. Políticamente, el reciente vuelco electoral sueco también resulta llamativo, con un giro hacia la derecha que parece se repetirá en Italia, y que coincide con la mayoría de encuestas –salvo la del CIS, ¡qué sorpresa! - de intención de voto en España. La geopolítica ha estado muy revuelta, con un aumento de la tensión entre Estados Unidos y China a propósito de Taiwán y una inesperada contraofensiva ucraniana que ha provocado que Rusia perdiera en unos días, miles de kilómetros conquistados durante meses. Esto recuerda cada vez más al morrocotudo fracaso de la URSS en Afganistán (y que probablemente ayudó a su caída), si bien también aumenta la preocupación por la reacción que pueda tener Putin.

Si a la caída de las matriculaciones se une un descenso de las operaciones inmobiliarias, el efecto en el PIB y en los ingresos recaudatorios de las administraciones públicas, será muy negativo

En cuanto a los mercados financieros, muy volátiles pero con una clara tendencia bajista en bolsa, criptos y en muchas materias primas, descontando un escenario de recesión que podría extenderse incluso a 2023 y, sobre todo, muy afectados con la reducción (y el encarecimiento) de la liquidez promovida ahora, tras años de hacer lo contrario , por los bancos centrales. Ni siquiera tengo claro que en 2022 se cumpla la estadística –bastante fiable en un año normal- que dice que el último trimestre suele ser muy alcista en bolsa. A la vez, la rentabilidad de la deuda se dispara por las subidas, muy agresivas, de los tipos de interés de la mayoría de bancos centrales. El Euribor a doce meses se ha situado ya claramente por encima del 2% (en enero estaba al -0,50%) y en Estados Unidos las hipotecas fijas a 30 años ya rozan el 6%, lo que acabará golpeando al bolsillo de los hipotecados y ayudará a que se pinche la burbuja inmobiliaria, el único activo que falta por cambiar a tendencia bajista. Esto es más importante de lo que parece porque es difícil cuantificar el impacto real de los millones de personas que han visto reducirse el valor de sus carteras de inversión (como también lo era cuando pasaba lo contrario) pero si a la caída de las matriculaciones se une un descenso de las operaciones inmobiliarias, el efecto en el PIB y en los ingresos recaudatorios de las administraciones públicas, será muy negativo.

La economía no va bien, aunque aguanta: si los datos macro han mostrado que Estados Unidos, a pesar de su dinamismo, está en recesión técnica (dos trimestres consecutivos con decrecimiento del PIB), Europa, a pesar de todos los problemas, sigue creciendo, en media, a falta de conocer los datos del actual trimestre. Lo peor es que la inflación sigue disparada, incluso tras el fuerte descenso de precios del petróleo y de los fletes marítimos. Esto apenas ha servido para reducir algunas décimas el IPC estadounidense pero el auge del coste del gas y de los alimentos lo han llevado a nuevos máximos históricos -en agosto- tanto en la Eurozona como en la UE. Lo más curioso, aunque ya ha dejado de ser noticia pues llevamos un tiempo con esta aparente contradicción, es que la sensación de crisis que vivimos por culpa de los altos precios, no se corresponde con las cifras de desempleo, ya que las tasas de paro de las principales economías siguen en mínimos. Por otra parte, muchas entidades financieras, aunque alegres porque la subida de tipos amplía sus márgenes, pueden tener problemas por las pérdidas de sus inversiones en renta fija (alguna comprada incluso a tipos negativos) y variable, así como en su cartera de créditos si el aumento de intereses impulsa una nueva oleada de morosidad e impagos.

Las buenas cifras turísticas se han visto anuladas por un menor gasto de los consumidores, por culpa del aumento de precios e impuestos

En cuanto a España, los analistas no se deciden a asegurar si el PIB ha crecido o no este trimestre que pronto finaliza, en cualquier caso las buenas cifras turísticas se han visto anuladas por un menor gasto de los consumidores, por culpa del aumento de precios e impuestos, y unos decepcionantes datos de empleo. Y los fondos europeos siguen sin ejecutarse con la suficiente eficacia como para tener un efecto significativo.

Tengo la impresión que, en no demasiado tiempo, preocupará más la recesión que la inflación, lo que podría implicar que los tipos de interés no subirán tanto como se descuenta estos días, y que se empezarán a prever bajadas antes de lo que pensamos. No me creo que los bancos centrales no vuelvan a caer en la tentación de intentar “impulsar” a la economía de la misma forma que en la última década. Y es que no pinta bien el otoño, ni el invierno ni, en estos momentos, 2023, que, incluso sin cumplirse los peores presagios, será peor que 2022, como 2022 está resultando peor que 2021. No obstante, no hay que caer en el desánimo, algo que no sirve de nada. Aunque tampoco es cuestión de hacer caso a irresponsables, como el dirigente de UGT José Álvarez que arengó a las masas a mandar “a hacer puñetas” a los expertos que alertaban de la mala evolución de la economía y nos animó a gastar en verano. El sistema quiere que consumamos, endeudándonos si hace falta, porque eso es económicamente bueno para las cifras macro. Es cierto, pero mi consejo es que cada uno mire por sus propias cuentas y sea más responsable que nunca con los gastos, que ya los está disparando el Gobierno, con el dinero de nuestros impuestos, financiando las, ya iniciadas, campañas electorales del próximo año.

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