“El voto de Esquerra Republicana se suda”. Palabra de Rufián. Esclarecedora como pocas. El portavoz de Junqueras en Madrid se sorprende al ver al Gobierno “muy tranquilo” en la negociación de los presupuestos. No sería la primera vez, ocurrió antes de las elecciones de abril de 2019, que ERC deja caer a Sánchez, aunque ahora todo se pinta de otro color. Hace una semana durante el control al Gobierno el mismo Rufián abrió la vereda de lo que queda de legislatura, avisando del peligro de un futuro Gobierno del PP y Vox. Y así hasta el día de las elecciones.
¡Qué vienen, qué vienen! Gabriel Rufián pide acción al Gobierno. Dinero fresco -por supuesto si no hay, se pide al BCE- para seguir adelante y mantenerse mutuamente. El tripartito con Podemos se abre paso en el Congreso y en la Generalitat. El folclore del tiempo pasado queda para Puigdemont y sus mariachis. Los presupuestos de 2022 como salvoconducto para apurar hasta la línea de meta. Como mínimo servirán prorrogados en el 2023. Una buena manera de eludir la presión de la UE justo en el momento en el que se vuelvan a poner en pie las llamadas reglas fiscales. Si se repiten los objetivos de déficit, el ajuste se hace solo al repetir el techo de gasto. Y en Bruselas, se gana tiempo en un año en cuyo segundo semestre España preside la Unión. No le van a poner ni una sola pega. Sánchez se lleva trabajando a la Comisión Europea desde hace tiempo. Cada vez que algo ocurre se hace una foto o se los trae de paseo por España.
El golpe tuvo acuse de recibo en la Moncloa con el escabeche de ministros en julio. El intento de Sánchez se quedó en eso. Ni un rasguño a la intención de voto
Tras el 4M de Ayuso, el PP se puso al frente de los pronósticos solventes. Nadie en el sector se toma ya en serio al CIS de Tezanos. Alguien debería adoptar una decisión antes de que el prestigio de la institución desaparezca por completo y sea irrecuperable para siempre. Las empresas de sondeos detectaron después de la victoria de Ayuso en Madrid un cambio de tendencia solido. Gracias al resultado de Ayuso, Casado tomaba la delantera con lo que significa en las corrientes de fondo del voto. El golpe tuvo acuse de recibo en la Moncloa con el escabeche de ministros en julio.
El intento de Sánchez se quedó en eso. Ni un rasguño a la intención de voto. Ni remontada, ni nada parecido. La campaña de imagen durante la retirada de Afganistán se observó con distancia durante el final de agosto. Sin novedad en el ascenso del PP, la caída del PSOE y también la reducción del tamaño de Vox. Sánchez llegó al poder con una moción de censura, aprovechando la casualidad y por lo tanto el momento. Desde el poder convocó dos veces las elecciones tras casi un año estirando la carambola. Entonces aprovechó una sentencia contra el PP en uno de sus casos de corrupción para hacer brecha y colarse. Ahora, y tras caer en la lona del 4M, se refresca gracias a un PP que parece inclinarse por abrirle el paso cuando peor lo tiene.
Empapado en sudor y exhausto por la derrota en Madrid, Sánchez levanta la cabeza gracias, de nuevo, al error ajeno, o mejor dicho a todo un regalazo. El gol en propia puerta suele tener su origen en la mala suerte. No es el caso del PP y la disputa de la presidencia del partido en Madrid. Ni siquiera se puede achacar a un despiste sino a una negligente gestión de un hecho sencillo y obvio. Los encuestadores se han encontrado con la sorpresa en las dos últimas semanas. Los votantes no entienden la pelea interna y mucho menos que Ayuso también tenga adversarios dentro de su partido. El PP ha frenado su ascenso. No es que el PSOE se haya acercado, sino que el partido de Casado ha retrocedido pagando el error.
Si además se suma el interés del Gobierno por alimentar a Vox como el mayor peligro para nuestra democracia, la cuenta del PP flaquea. Los electores volvían al PP para votar contra Sánchez en un préstamo provisional que en parte los populares han dilapidado en una absurda e incomprensible pelea por nada. De aquí a final de la legislatura queda un trecho. El suficiente como para rectificar o profundizar en el error. El alivio para Sánchez ha sido notable. Por eso aparece tranquilo a los ojos de Rufián quien acabará diciendo que aquello de “se suda” en realidad solo era una manera de hablar lo atado y bien atado en la mesa bilateral con la Generalitat.
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