No todo funciona mal en la economía española, en especial en aquello en lo que menos interviene el Gobierno. Nuestro sector exportador, por ejemplo, lleva una década mostrando una notable competitividad debida a su excelencia empresarial, muy a pesar de la deplorable política económica, fiscal, administrativa y laboral gestionada por este Ejecutivo.
Desde los años setenta hasta finales del pasado siglo, la balanza de pagos española estuvo básicamente equilibrada, para comenzar a despeñarse hasta un enorme déficit, que en 2008 alcanzó su zénit con un 10% del PIB, uno de los mayores del mundo. Sin embargo, desde entonces, gracias al empuje de las exportaciones el déficit se fue reduciendo y desde 2012 gozamos de un superávit muy significativo, que alcanzó su zénit en 2016 con un 3,2% del PIB, para decaer con los gobiernos de Sánchez hasta un 0,6%.
La pujanza de nuestras exportaciones, además de reducir nuestro endeudamiento y dependencia financiera exterior, pone de manifiesto hechos tan significativos y poco conocidos tales como:
- Los principales sectores exportadores que las protagonizan: bienes de equipo, agro-alimentación, productos químicos y automóvil con un 68% del total.
- El sector agroalimentario lidera ampliamente los saldos comerciales positivos, seguido del automóvil y las semimanufacturas no químicas.
- Desde 2012 hemos conseguido superar con casi un 41% de exportaciones como % del PIB a Italia (36,6%), Francia (33,35) y el Reino Unido (30%); sólo Alemania con casi un 50% -entre los grandes europeos- nos sigue superando.
- La cuota de mercado mundial de nuestra economía no hace sino aumentar lenta pero inexorablemente.
- Los superávits exteriores reducen nuestra deuda externa, una de nuestras más graves flaquezas históricas, y facilitan su financiación a largo plazo.
- Los sectores exportadores son mas resistentes a las crisis económicas que los que solo dependen del mercado interior.
- El nivel y estabilidad del empleo, la formación y salarios de los trabajadores de las empresas exportadoras son mayores que los del resto de la economía.
- Las exportaciones, siendo mayormente industriales, generan economías externas y prácticas profesionales que conforman muy positivos desbordamientos de aprendizajes a los demás sectores económicos.
- Las empresas exportadoras al competir abierta y libremente en los mercados internacionales están necesariamente obligadas a mejorar o al menos emular las mejores prácticas competitivas del mundo, lo que fortalece su supervivencia.
En contra de lo que la mayoría -incluso la aparentemente ilustrada- de españoles, alineados en la típica visión negativa de nuestro país, dan por supuesto: que España solo exporta productos de poco valor añadido como los agrícolas y coches de marcas extranjeras, las exportaciones españolas compiten y ganan mercados por su excelencia siempre competitiva y muchas veces innovadora.
Por todo lo dicho, lo mejor que podría suceder a la economía española sería imitar las excelentes prácticas competitivas de los sectores exportadores que deberían convertirse en el camino a seguir por todos los demás. Veamos algunos ejemplos:
- El éxito exportador está asociado a la obvia libre competencia en los mercados internacionales. En nuestro propio país son innumerables las limitaciones existentes a la libre entrada y salida en muchos mercados protegidos por el poder político de turno.
- La exportación agrícola más competitiva, gracias a sus innovaciones y logística avanzada, es justamente la que no está subvencionada. ¿Hasta cuando tendrán que seguir sufragando con su éxito exterior a la agricultura que solo sobrevive gracias a anacrónicas subvenciones que desincentivan por completo cualquier mejora de su eficiencia?.
- La mayor parte de nuestras exportaciones proceden de empresas que no están sujetas a convenios colectivos sectoriales. Gracias a ello las empresas gozan de libertad, junto a sus trabajadores, para adaptarse a los cambios en los mercados. Si el sector automovilístico hubiera sufrido el corsé de un convenio sectorial, España jamás se habría convertido en el segundo fabricante de Europa, sólo superados por Alemania.
- La innovación en procesos y productos es una característica común de la exportación, acuciada por la competencia internacional; algo que los muchos sectores protegidos de nuestra economía practican escasamente. Si como sucede necesariamente en el exterior, la libre entrada y salida de los mercados le ganara terreno al “capitalismo de amiguetes” y los “intereses creados” existentes, la renovación de nuestros tejidos productivos dinamizaría y mejoraría nuestra prosperidad.
Lo expuesto coincide con otro hecho, muy negativo, que desluce y debilita a largo plazo nuestra competitividad internacional: nuestras exportaciones apenas si contienen tecnologías propias avanzadas. Para una media del 16% de exportaciones de alta tecnología sobre el total de la UE, en España no llegamos a alcanzar el 7%, estando situados en la cola junto con Luxemburgo. ¿Alguien ha escuchado alguna vez hablar de este tema a algún miembro del gobierno? ¿Algún ministro ha tenido alguna vez relación o conocimiento profesional alguno con la innovación tecnológica?
Hace falta liberalizar la entrada en los mercados y eliminar todo tipo de obstáculos al crecimiento del tamaño de las empresas a lo que se oponen sindicatos y gobierno.
La llegada del “maná” financiero europeo con motivo de la crisis del COVID debería haber servido para apalancar el desarrollo tecnológico autóctono y sacarnos de la vergonzosa posición que ahora ocupamos. Sin embargo, tanto el extremo oscurantismo del uso de las ayudas de la UE, como el estar a la cola de su aplicación, no conducen a optimismo alguno.
Pero además, siendo necesario el apalancamiento financiero de la innovación tecnológica, ello no sería suficiente; hace falta liberalizar la entrada en los mercados y eliminar todo tipo de obstáculos al crecimiento del tamaño de las empresas a lo que se oponen sindicatos y gobierno.
Por todo lo dicho, un Gobierno responsable, debería hacer todo lo necesario para que la senda de éxito de nuestras exportaciones y la innovación tecnológica fueran el camino a seguir. La triste realidad es que estas preocupaciones son ajenas a la agenda política de nuestros días. De momento habrá que conformarse con que la deriva “argentina” de nuestra renta per cápita -ilustrada en esta columna- protagonizada por el socialismo del siglo XXI no trascienda a poner, como allí, impuestos a las exportaciones. Aunque, como unas prontas y cada vez más necesarias elecciones no lo eviten, no hay que descartar que no habiendo hecho nunca nada para beneficiar las exportaciones un gobierno social-comunista no termine perjudicándolas.
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