En medio del caos geopolítico, la Comisión Europea lanzó el 20 de junio su Estrategia de Seguridad Economía. Curiosamente, ese mismo día anunciaba que le harían falta en torno a 30.000 millones para hacer frente al pago de intereses de los bonos Next Generation EU, dando por hecho que los nuevos recursos propios no serán suficientes y que parte del famoso “momento hamiltoniano” se rebajará sustancialmente.
Es, en el fondo, una buena metáfora de la situación: queremos seguridad económica, pero no estamos dispuestos a pagarla. La estrategia de la Comisión se dedica en gran medida a recordar cosas que ya se están haciendo (meritorias, sin duda, pero no novedosas) y a introducir conceptos como las “tres Ps” de la seguridad económica, pero no entra a fondo en los terrenos más espinosos de ámbito económico en los que se habría topado con la oposición de muchos Estados miembros.
La Estrategia de la Comisión no es tanto una guía para Estados miembros como una advertencia a China de que pretendemos acercarnos estratégicamente a Estados Unidos
¿Cuáles son esas tres “Ps” de la seguridad económica? La promoción de la competitividad, la protección de los riesgos y el partenariado económico con aliados.
La promoción de la competitividad se refiere, una vez más, a la necesidad de cadenas de suministro más sólidas, fuentes de suministro y mercados de exportación más diversificados, y el fomento de la investigación y la base industrial en semiconductores avanzados, computación cuántica, biotecnología, energía limpia o materias primas críticas.
La protección de los riesgos de seguridad económica pasa por identificar adecuadamente dichos riesgos (en colaboración con los Estados miembros y el sector privado), así como desplegar de forma adecuada los nuevos instrumentos europeos de defensa comercial, como el mecanismo antisubvención, el filtrado de las inversiones, el control de las exportaciones y el mecanismo anticoerción (creado a raíz de las represalias chinas contra Lituania).
Se prevé que el Alto Representante, junto con los Estados miembros, mejore la denominada Capacidad Única de Análisis de Inteligencia (SIAC) para detectar amenazas a la seguridad económica
La Comisión destaca cuatro tipos de riesgos que debe ser identificados: los vinculados a las cadenas de suministro, incluida la energía (que evaluará la Comisión, profundizando en el análisis de dependencias estratégicas de la UE, sobre todo las que tienen más probabilidades de convertirse en armas arrojadizas), los riesgos para la seguridad física y cibernética de las infraestructuras críticas (que deberán seguir evaluándose conforme a la Recomendación del Consejo de 8 de diciembre de 2022), los relacionados con la seguridad tecnológica y la fuga de tecnología (que se evaluarán a partir de una lista de tecnologías críticas para la seguridad económica) y los riesgos de utilización ofensiva de dependencias económicas o de coerción económica (es decir, el riesgo de que terceros países ataquen a la UE, a sus Estados miembros o a sus empresas a través de medidas que afecten al comercio o la inversión).
La idea es que el Consejo revise semestralmente, sobre la base de las aportaciones de la Comisión (y, en su caso, del Alto Representante), los avances en la evaluación de estos riesgos e informe anualmente al Consejo Europeo. También se prevé que el Alto Representante, junto con los Estados miembros, mejore la denominada Capacidad Única de Análisis de Inteligencia (SIAC) para detectar amenazas a la seguridad económica europea.
El partenariado económico pretende reforzar las alianzas con los países “que comparten nuestras preocupaciones sobre la seguridad económica”, “dispuestos a cooperar” en la transición energética y digital, y a favorecer “el orden económico internacional basado en normas y las instituciones multilaterales”. Se menciona también la necesidad de promover “y finalizar” acuerdos de libre comercio e invertir en desarrollo sostenible y vínculos seguros en todo el mundo a través de Global Gateway.
En este sentido, son loables los esfuerzos de estas últimas semanas por parte de la Comisión para cerrar del acuerdo UE-Mercosur, llegando si hiciera falta a modificar algunos aspectos de lo acordado. Las excusas para no rubricar un acuerdo negociado durante veinte no eran razonables, y la firma puede potenciar la cooperación real entre Europa y Latinoamérica. Lula ha dicho, no sin cierta sorna: “si somos aliados estratégicos lo que tienen que hacer es ayudarnos, no amenazarnos”. A este cambio de actitud por parte de la Comisión ha contribuido la toma de conciencia por parte de Francia de que difícilmente se podrá hacer política industrial europea sin alguna de las materias primas esenciales del continente latinoamericano. Si queremos ser socios, habrá que darles también lo que ellos quieren.
Como suele ocurrir en muchos casos, este documento destaca también por lo que no dice, o por lo que se deduce de forma implícita. Hay claramente dos elementos que planean sobre el texto.
El primero es China, que no se menciona ni una sola vez, pero que es la causa fundamental para desarrollar una estrategia de seguridad económica, ya que es con China con quienes la UE presenta sus mayores grados de dependencia.
los semiconductores son la base de las herramientas de ataque más poderosas del futuro, incluyendo elementos esenciales de la inteligencia artificial
El segundo es Estados Unidos, que es en el fondo el destinatario de algunos de los mensajes. Entre las medidas anunciadas hay dos propuestas de especial enjundia. La primera es la modificación de los mecanismos de control de exportaciones, revisando el concepto de “doble uso” (es decir, los bienes susceptibles de uso tanto civil como militar). Estados Unidos lleva tiempo insistiendo en que el doble uso tiene que abarcar necesariamente la tecnología, y tiene razón: los semiconductores son la base de las herramientas de ataque más poderosas del futuro, incluyendo elementos esenciales de la inteligencia artificial, los ataques cibernéticos o incluso el armamento convencional (misiles de precisión, drones). La Comisión pretende “aplicar plenamente” el Reglamento actual “para garantizar su eficacia y eficiencia”, y propondrá “una lista de tecnologías de doble uso para la evaluación de riesgos” basándose en criterios como “la naturaleza capacitadora y transformadora de una tecnología”, el riesgo de fusión civil militar o su potencial para violaciones de derechos humanos.
Por otra parte, Estados Unidos también insiste en que el control de exportaciones no sirve de mucho sin un control paralelo de la inversión extranjera directa saliente. Por eso la Comisión ha anunciado también la revisión del Reglamento de Control de la Inversión Extranjera Directa y la propuesta de una iniciativa “para abordar los riesgos de seguridad relacionados con las inversiones salientes”.
En resumen, la Estrategia de la Comisión no es tanto una guía para Estados miembros como una advertencia a China de que pretendemos acercarnos estratégicamente a Estados Unidos. Y, por tanto, también un guiño transatlántico en la esperanza de que más vale cooperar y coordinarse con los aliados (en materia de control de exportaciones e inversiones tecnológicas) que intentar adaptarse a hechos consumados. En el fondo, si se fijan, una forma de hacer política exterior con instrumentos comerciales. Comprensible, sí, pero también arriesgado.
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