Decían los antiguos griegos que los dioses ciegan a los que quieren perder; algo plenamente aplicable en estos momentos a Pedro Sánchez, quien, a lo que se ve, se ha propuesto agitar el cotarro a base de golpes de efecto a la desesperada, a cual más estrambótico -no quiero usar la palabra “excéntrico”, que el copyright lo tiene el PP- lunes tras lunes hasta las elecciones generales del 23 de julio.
¿Qué puede ser, si no estrambótica, una oferta destinada a ser rechazada por su destinatario, Alberto Núñez Feijóo, consistente en celebrar ahora seis cara a cara televisivos en tan solo 45 días cuando el hoy presidente del Gobierno no aceptó ni uno al entonces líder del PP, Pablo Casado, en las dos elecciones generales convocadas en 2019?
Voy más allá: ¿De verdad, sería bueno para la “clarificación” de la ciudadanía en la que está empeñado Sánchez desde el lunes siguiente al 28M o más bien contribuiría a todo lo contrario, al hastío y la abstención en las urnas? Reconozco que esta la pregunta tiene trampa porque me ha venido a la cabeza cómo hace una década pudimos comprobar que hasta las pasiones más humanas, las futboleras, tienen un límite.
España, que es un Madrid-Barça permanente -y cuando digo eso digo Sevilla-Betis, Madrid-Atleti, Athletic-Real Sociedad o Depor-Celta de Vigo, acabó empachada de la tensión que nos habían inoculado los Mourinhos y Guardiolas, y de la sucesión de clásicos que llevó a los dos equipos más importantes de la Liga a enfrentarse hasta en tres ocasiones en veinte días, entre un 6 de febrero y un 2 de marzo… se empeñaron en que bajara la audiencia televisiva, y bajó.
Creo que más Pedro Sánchez en prime-time televisivo no es igual a más votos el 23 de julio porque su problema no es de desconocimiento, más bien al contrario: la sociedad española le conoce muy bien y me temo que una parte ha decidido ‘botarle’ en las urnas y otra, no menor, sin mover los pies de casa el 23 de julio
Hagamos un poco de política ficción: noche del lunes 19 de junio, segundo debate de los seis que le ha aceptado el líder popular. Mismas mañas, mismos trucos, mismos “usted, señor Feijóo, solo tiene un proyecto para España: eso que llaman derogar el sanchismo”, “ustedes quieren privar de los derechos a los más débiles que hemos garantizado en esta legislatura”; enfrente: “usted y su socio Pablo Iglesias lo que ha logrado es poner España en manos de quienes quieren quieren desguazarla, ERC y Bildu, y ha convertido el Consejo de Ministros en un manicomio”.
¿Lo capta, estimado lector? ¿Tedioso, no?… ¡Pues le quedan otros cuatro debates! en aras a la tan ansiada “clarificación” presidencial. Tranquilos, no se va a producir ese escenario pero, de producirse, intuyo que, primero, bajaría la audiencia televisiva por aburrimiento y luego subiría la abstención el 23J... que no se yo sí es el objetivo del Gabinete de ideas geniales de La Moncloa.
No dudo que el PSOE quiere agitar a su parroquia y la de la izquierda en general, muy desmovilizada desde el 28 de mayo, pero ese más Pedro Sánchez en prime-time que propone no es igual a más votos porque su problema no es de desconocimiento, más bien al contrario: la sociedad española le conoce muy bien y me temo que una parte ha decidido botarle en las urnas en el plebiscito sobre su persona que ha convocado, y otra, no menor, sin mover los pies de casa el 23 de julio.
Elecciones ‘precipitadas’
El 29 de junio, al día siguiente del batacazo el 28M, ya sorprendió al respetable, empezando por su partido, que no ha salido todavía del estado de shock, convocando elecciones precipitadas para cortar de raíz el incipiente debate interno sobre su idoneidad como candidato socialista a la presidencia; no fuera a ser que, igual que le ocurrió a José Luis Rodríguez Zapatero en 2011, los cuadros socialistas empezasen a cuestionarle.
Aunque en estos siete días no ha faltado esa falsa unanimidad que otorga cualquier prietas las filas emanado desde el poder, no me digan que no tiene su aquel que el mismo Sánchez que hasta la semana anterior venía diciéndonos que el semestre de Presidencia española de la UE iba a ser poco menos que la prueba del algodón de la marca España, jure ahora con la misma rotundidad que no, que no pasa nada si la hacemos saltar por los aires por exigencias del guión… del suyo, claro.
Cuando al respetable aún se le estaba pasando el cabreo por la disyuntiva entre pedir el voto por correo o volver de la playa a votar a 40 grados un domingo 23 de julio del puente de Santiago, va el presidente y se saca otro conejo televisivo de la chistera
Pues bien, cuando al respetable aún no se había pasado el cabreo generalizado por la disyuntiva entre pedir el voto por correo o volver a votar a 40 grados un domingo 23 de julio del puente de Santiago, va el presidente y se saca otro conejo de la chistera: seis cara a cara televisivos, uno cada lunes de las seis semanas que quedan hasta las urnas; empezando por el día 12.
Lo peor para el PSOE no es que cuente con el rechazo de Yolanda Díaz, de Podemos, Santiago Abascal y demás excluidos del plató, lo peor es que el PP no haya tenido ni que despeinarse para echarla por tierra-; lo peor es que a los pocos minutos ya era un merme en las redes.
¿No hubiera resultado más creíble que ese estrambote y, por tanto, complicado de rechazar por Feijóo, retarle a dos cara a cara, en Atresmedia y Telecinco, y otros dos debates a cuatro con Díaz y Abascal en RTVE? ¿No se acerca eso más a la realidad de lo que finalmente va a pasar, que será, probablemente, un cara a cara y un debate a cuatro?
Ya puestos… ¿Por qué seis y no doce cara a cara entre los dos únicos presidenciables en estas elecciones, uno los lunes y otro los viernes? ¿No se trata de clarificarnos? Pues clarifiquémonos hasta el amanecer.
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