Opinión

Sencillamente, Kate

Vaya golpe de efecto el del departamento de comunicación de la casa real británica. Está a otro nivel y lejos del hermetismo al que nos tienen acostumbrados aquí en nuestro país

Poco a poco los días se apagan con más premura, como si el sol -cansado de hacer horas extra en agosto- tuviera prisa por marchar y el cielo anduviera ansioso por teñirse de azul oscuro. Las tardes se acortan y las noches comienzan a hacerse demasiado largas como un aviso de lo que vendrá. Los olores del otoño empiezan también a brotar de lo más profundo tras un año escondidos. Huele a hojas secas, a tierra mojada tras la lluvia -tanta lluvia aquí en el norte. Huele al mar cuando está desnudo, sin el ropaje de la gente. Huele a pantalla del ordenador, a máquina de café de la oficina, al azúcar de las gominolas en los parques después del colegio.

Huele a eso que muchos odian y que otros tantos aman: la rutina. Porque nada es eterno y “nada hay largo en la vida, por muy largo que quiera ser”, como escribió Miguel Delibes. Llegó casi a su fin este verano del 2024 y mientras unos se enrocan en la lucha contra el síndrome post vacacional como el que no acepta una derrota, otros abrazan la idea de que esta estación esté a punto de acabar. Porque no siempre es verano en verano. Porque no para todos es verano en verano.

“Con el final del verano, no puedo expresar el alivio que siento al haber completado finalmente mi tratamiento de quimioterapia”. Así comenzaba precisamente Kate Middleton el video con el que lunes conmovió al mundo. Pasaban pocos minutos de las seis. Yo estaba en casa acorralada por un agua que no ha dejado de caer en San Sebastián. Recuerdo que miré hacia la ventana del salón para cerciorarme de que el temporal no tenía intención de parar y aproveché un instante de calma -sin biberones, gorjeos, pañales y babas- para echar un vistazo en la red a lo que ocurría más allá de la calle en la que vivo. Allí estaba, caliente aún, abriendo periódicos, revistas, esa noticia, esa grabación que -reconozco- me maravilló y me hizo creer, de nuevo, en esas películas románticas grabadas en la campiña inglesa.

Sus palabras, su respiración profunda con los ojos cerrados aferrada a la vida, a su familia. Imágenes sin los destellos, ni el rigor, ni la pompa, ni la institucionalidad de la corona

Los colores de una naturaleza forjada a base de precipitaciones, el cielo, las luces, el piano lento al principio, el violín después. Los planos ralentizados, las escenas granuladas simulando aquellos videos caseros que todos hicimos alguna vez. Los ecos de las risas de sus tres hijos, la voz en off de la propia Kate narrando el “complejo, aterrador e impredecible” viaje del cáncer. Sus palabras, su respiración profunda con los ojos cerrados aferrada a la vida, a su familia. Imágenes sin los destellos, ni el rigor, ni la pompa, ni la institucionalidad de la corona. Imágenes al natural, aunque grabadas a conciencia y con sumo cuidado por el que se ha convertido en cineasta favorito del matrimonio, Will Warr.

Tres minutos y seis segundos de video para mostrar a tres kates diferentes en una. A Kate la madre que nunca dejó de serlo a pesar de la enfermedad, que conduce y se pone al volante de su vida, que columpia a sus pequeños, que les sujeta de la mano, que se divierte, que corre entre las olas del mar, que sonríe, que se mantiene vigilante mientras ellos trepan a los árboles. A Kate la hija que se refugia en sus padres, los abuelos, en una escena jugando a cartas alrededor de la mesa del comedor propia de cualquier hogar lejos de la realeza. A Kate la esposa de Guillermo, la novia cómplice que se tira con él sobre una manta, que entrelaza los dedos con los suyos, que se muestra enamorada y unida a un marido, en ocasiones, con mirada triste por el peso y el desgaste que conlleva también el cuidado. Besos, caricias, momentos íntimos de una pareja que aspira a ostentar el trono británico y a los que jamás habíamos tenido acceso.

Cambiar en un instante

Vaya golpe de efecto el del departamento de comunicación de la casa real británica. Está a otro nivel y lejos del hermetismo al que nos tienen acostumbrados aquí en nuestro país. Todo un mensaje esperanzador el que lanzan con este video que humaniza a este matrimonio. “La vida, tal como la conoces, puede cambiar en un instante y hemos tenido que encontrar la manera de navegar en aguas tormentosas y por un camino desconocido”. Porque los títulos no vienen con antídoto contra la enfermedad. Por eso, aquí no hay príncipes ni princesas. Lo que busca Kate es ser sencillamente, Kate.

Hay veranos que acaban sin ser lo que esperamos de ellos. Y conviene también atravesarlos. Para que haya más. Para que sigan llegando.

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