Opinión

La señora Cunillera

La delegada del Gobierno en Cataluña ha declarado que es favorable al indulto de los presos separatistas. No es la única dirigente socialista que lo ha manifestado últimamente. El complejo

La delegada del Gobierno en Cataluña ha declarado que es favorable al indulto de los presos separatistas. No es la única dirigente socialista que lo ha manifestado últimamente.

El complejo de inferioridad del PSC

Que Cunillera y otros dirigentes del socialismo catalán – Borrell, sin ir más lejos – digan que preferirían ver a los presos por el intento de golpe de estado separatista en libertad no es una actitud novedosa en el PSC. Apresurémonos a dejar claro al lector que el socialismo no ha existido jamás en Cataluña, al menos desde el retorno de la democracia. El intento de unificar la Federación Catalana del PSOE y la UGT a los partidos de la burguesía nacionalista veleidosamente izquierdista no dio nunca resultado. Los del PSOE acabaron por integrarse en la gigantesca ubre del partido junto a sus compañeros ugetistas, que no tardaron en disfrutar de la vida plácida del sindicalista con cargo en un Estado que los subvenciona jugosamente. A los nacionalistas no les hizo falta siquiera eso, porque mandaron desde el primer momento. La burguesía catalana nunca pierde, gane quien gane. Controlan la ruleta, y así es imposible vencerlos.

De ese hijos bastardo que fue el PSC (PSC-PSOE) surgieron no pocas incoherencias y peculiaridades. Una de ellas es que el socialismo catalán siempre ha tenido vergüenza de presentarse como tal. Vergüenza ante los comunistas, que les afeaban ser unos aburguesados, vergüenza ante Pujol, que los consideraba malos catalanes- la cosa no es de ahora, señoras y señores -, vergüenza ante los movimientos sociales, ante las asociaciones de vecinos, ante los ecologistas, ante todo aquel que se les plantase delante. De ahí que, a base de descafeinarse cada vez más y más para, ¡ay!, ser transversales, acabaron por no ser nada. De la famosa Conferencia d’Homes i Dones d’Esquerra a los partidos maragallianos como Ciutadans pel Canvi, lo han intentado todo para dejar de ser socialistas, ocultándose detrás de innumerables capas. Para que luego digan de Convergencia y su travestismo de siglas. Incidentalmente, diré que, si hay algo parecido a Convergencia en Cataluña, eso se llama PSC. Sigamos.

No olvidemos que la tremenda estupidez del federalismo surge de Cataluña, siendo acogida con entusiasmo por el PSOE ya que eso les brindaba la oportunidad de hacer una elipsis respecto a lo que es España

Una de las consecuencias de esa incapacidad para representar lo que decían ser, a saber, socialdemócratas constitucionalistas sin necesidad de ningún otro adjetivo, ha sido la constante suspicacia con la que han mirado a Ferraz, a Madrid, a España.

No olvidemos que la tremenda estupidez del federalismo surge de Cataluña, siendo acogida con entusiasmo por el PSOE ya que eso les brindaba la oportunidad de hacer una elipsis respecto a lo que es España. Podrían hablar de Estado español – solamente la Francia de Vichy usó esa denominación -, de nación de naciones, de plurinacionalidad, de federalismo asimétrico, Pascual Maragall dixit, de lo que fuese menos de nación española y de patria. Ahí se sienten comodísimos estos portentos de tesis copiada con faltas de ortografía y odio africano a todo lo que huela a defensa del orden constitucional. Por esa razón, básicamente, odian tanto al PP y ya no digamos a Ciudadanos, calificándolos de extrema derecha. Igual que el PSC tiene complejo, mucho complejo, de inferioridad ante Pujol, el PSOE de Pedro Sánchez lo tiene frente a aquellos que, sin el menor problema, reivindican de manera normal lo mismo que hace en su país un alemán, un francés, un inglés, un norteamericano o un danés: el patriotismo, que no implica el odio a nadie, a diferencia del nacionalismo, que requiere de un enemigo al que cargar las culpas de todo.

Todo eso queda más que demostrado ante los balbuceos de Cunillera, que debería ser la primera en velar por el cumplimiento de la ley desde su cargo. Pero la buena señora es de natural comprensiva y, si por ella fuera, indultaría a los presos. Tampoco cree que sea preciso un nuevo 15,5 porque cree que la Generalitat va a mantenerse dentro de la legalidad. Tenemos a una panglosiana en la delegación del gobierno.

Rectificando de boquilla, que no de pensamiento

Al conocerse las declaraciones de Cunillera, tanto PP como Ciudadanos han puesto el grito en el cielo, lo que ha obligado a la delegada a hacer un comunicado oficial en el que rectifica sus palabras. A propósito de todo esto, Pablo Casado decía que no es posible que el ministro de asuntos exteriores, la ministra de política territorial y la delegada del gobierno vayan declarando cosas que van en contra de la actuación judicial, la seguridad jurídica, la unidad del territorio nacional y el respeto a la legalidad. Ni que decir tiene que el líder del PP ha dejado claro que, con su partido en el gobierno, no habría indultos ni puesta en libertad de los presos. Lógicamente, Iceta y su gente pensarán que Casado es un facha de tomo y lomo por pretender todo eso, ya que, sin duda alguna, Willy Brandt hubiera permitido la secesión de Baviera o François Mitterrand hubiera auspiciado con todas sus fuerzas la independencia corsa o bretona. Claro que sí. Diálogo ante todo.

Por su parte, la líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, ha ido más allá, interpelando a la señora Cunillera acerca de si hablaba de indultar a políticos que se gastaron en un referéndum lo que debía ser destinado a políticas sociales, añadiendo que son responsables de que más de tres mil empresas se hayan ido de Cataluña – la propia Generalitat reconoce la cifra de dos mil – y de algo mucho peor, la fractura de la convivencia social. Iceta debe haber entrado en todos sus estados al enterarse de las palabras de Inés, porque si el socialismo odia a algo más que al PP es a C’s. En el caso de Cataluña, los odios – digo bien, odios – hacia Arrimadas tienen razones mucho más profundas y complejas, que van más allá de la pura ideología o del juego político y que no son del caso, aunque quizás algún día entremos en ellas en profundidad.

Una delegada del gobierno tiene que dejar claro que respeta la independencia de jueces y tribunales

Total, que Cunillera ha tenido que dejar claro que respeta la independencia del poder judicial y que especular lo que pueda suceder tras la sentencia es prematuro. Cuidado. Una delegada del gobierno tiene que dejar claro en un mentís a sus propias declaraciones que respeta la independencia de jueces y tribunales. Es algo insólito en cualquier estado de derecho, algo que costará que crean los historiadores del mañana. Equivale a que un ministro de sanidad, por vía de ejemplo, diga que cree que lo médicos están para curar a los enfermos, después de haberlo puesto en duda.

Lo de esta gente es digno de un análisis profundo, que se escapa al tamaño de un simple artículo. Son precisos sociólogos, politólogos, historiadores y, sin duda, psiquiatras. De ahí que les hable del complejo de inferioridad de los socialistas. Porque es real y, si lo unimos a un viejo y oscuro revanchismo, a una mal digerida ideología, al puro afán de medrar y a la cobardía de quien se sabe superado por las circunstancias, tenemos un cóctel sumamente peligroso.

He omitido voluntariamente la palabra traición en todo el artículo, porque deseo emular a la señora Cunillera y acogerme a la definición gaditana de que los españoles somos justos y benéficos. Claro que aquella Constitución también decía que éramos católicos y contribuyentes, que el objeto del gobierno es la felicidad de la nación y que el amor a la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles.

Seguramente, los de las Cortes de Cádiz también eran unos fachas, vaya usted a saber.

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