El President de la Generalitat ha mandado una carta a Don Felipe en la que, entre otras cosas, solicita ser recibido por el monarca. Pero, vamos a ver, estos ¿no se iban?
Tres Presidents y un soberano
Quim Torra, Carles Puigdemont y Artur Mas han firmado una carta dirigida a Felipe VI. En ella le piden que sea una voz de conciliación, que respete la voluntad de los catalanes expresada en las urnas, manifiestan que desean abrir una etapa de diálogo, que lo que buscan es recoser a la sociedad catalana, en fin, que muy bonito todo. Pero, al final, por aquello de que la cabra siempre tira al monte, no pueden reprimirse y le pegan la bronca por su discurso del pasado tres de octubre en el que, según los tres próceres, “el rey aprobó la violenta represión policial”. A todo esto, el presidente del Parlament, Roger Torrent, ya ha dicho que no piensa ir a recibir al rey durante la inauguración de los Juegos el Mediterráneo y Torra ya se verá. Bueno.
Todo esto no sería más que la bobada de siempre del nacionalismo si no fuera por la pasmosa hipocresía que se desprende de la cartita de marras. Y cinismo, mucho cinismo, porque ya me dirán si no hace falta tener jeta para decir que hay que respetar la voluntad de las urnas cuando ellos son los primeros que se las pasan por el forro, a no ser que se refieran a las cubetas de plástico del pseudo referéndum que ya venían llenitas de casa y que nadie controló. Cinismo, insistimos, por erigirse en cicatrizadores de la herida que han infligido a la sociedad catalana con su mentira sistemática, su prepotencia, su elitismo. No es creíble que el cuchillo empleado como arma pueda coser nada.
Lo que ya es de traca es echarle en cara al jefe del estado su discurso institucional. ¿Qué querían, que se envolviese en una estelada?
Es cinismo, porque se sigue hostigando diariamente a partidos, políticos, asociaciones y personas contrarias al proceso separatista. Ahí tenemos lo del otro día en el ayuntamiento de Girona, en el que el pleno municipal dijo, para entendernos, que ojito con que su majestad acudiese a dicha ciudad, o lo que sucedió con motivo del acto de homenaje a Miguel de Cervantes en la Universidad o el escrache a Inés Arrimadas en Vic. Cinismo, y mucho, es lo que se precisa para decir que el rey se situó en contra de la voluntad de los catalanes, con esa manía de confundir la parte con el todo e interpretar que solo los buenos y adoctrinados separatistas representan a mi tierra, como si el resto fuésemos marcianos.
Lo que ya es de traca es echarle en cara al jefe del estado su discurso institucional. ¿Qué querían, que se envolviese en una estelada? Una de las misiones que tiene asignada la monarquía es mantener la cohesión territorial, así como el orden constitucional, a ver si nos vamos enterando de una vez. Difícilmente podía Don Felipe hacer o decir otra cosa que no fuese asumir como rey el papel de la corona, papel que le otorga nuestra carta magna y que, por cierto, tampoco es que le deje demasiado margen para elegir. Recuerden estos tres tenores que al rey suelen escribirle los discursos los gobiernos de turno. Fuera de juego Mariano Rajoy, al separatismo no le quedaba otra que arremeter contra el rey, la monarquía y lo que esta representa. En serio, ¿cartitas a estas alturas?
El Borbón
El separatismo ha sabido, de manera artera y miserable, capitalizar el sentimiento anti PP existente en Cataluña. Como ahora en España hay un gobierno socialista con un Pedro Sánchez al que ven más maleable para sus propósitos, han decidido cambiar de diana y apuntan al rey, al Borbón, como se refieren despectivamente a él en las tertulias y programas de TV3 Criticar al rey está de moda y hace a quien emplea esa artillería de salón parecer muy moderno, muy progre, muy audaz. No es de ahora, que Mikimoto, empresario radiofónico millonario gracias a las licencias pujolistas y separatista contumaz, ya se mofaba de la Infanta Elena en su programita Persones Humanes hace décadas.
Todos son muy republicanos, claro, pero lo que esconden es que república o monarquía, soviet o multinacional, a ellos lo único que les interesa es hacer y deshacer a sus anchas sin que nadie controle sus negocios. España y el Estado les molestan mucho, y eso que la tradición de las últimas cuatro décadas ha consistido, básicamente, en dejar a la familia Pujol y a Convergencia hacer lo que les ha venido en gana.
Decir que te parece bien un régimen democrático con un rey o reina al frente queda demodé y te puede acarrear un sinfín de insultos, pero uno se pregunta si se vive mejor en la monarquía holandesa, danesa, sueca, británica o española que en la república venezolana o la coreana del norte. No es cuestión de república o monarquía, es cuestión del marco de libertades que sigue cada país en función de su historia.
Todos son muy republicanos, claro, pero lo que esconden es que república o monarquía, soviet o multinacional, a ellos lo único que les interesa es hacer y deshacer a sus anchas sin que nadie controle sus negocios
Pero como viven en los tópicos, y viven de ellos, añadimos, Torra pretende escenificar su desaire al Borbón, y Torrent, y los CDR y los separatistas que viven alucinados por ese hongo psicotrópico hecho a base de propaganda, exaltación del nacionalismo supremacista y banalidad. Seguro que en una discusión teórica nadie puede entender que alguien sea jefe del estado por ser hijo de otro, pero es que no hablamos de esto, hablamos de estabilidad en un país que, por primera vez, lleva cuatro décadas sin que nos matemos los unos a los otros por las calles en un enfrentamiento civil. Este es el periodo de paz y libertad más dilatado de España, lo que, ciertamente, dice bien poco de nosotros como país, pero esa es la realidad.
Los republicanos separatistas siguen con sus aspavientos, su cartitas, sus reproches de señorita indignada y todo el rosario de mentiras hilvanadas como un collar de perlas falsas, pero eso no hace que, por muy bien urdido que tengan su relato, sea más verdad.
La prueba es que, desesperados ante la situación sin salida que ellos mismos han creado, no ven otra manera de zafarse que pedir audiencia a quien tanto denostan e insultan. Estos separatas de visa oro pueden cantar aquello tan terrible de Si el rei vol corona, corona li darem, que vingui a Barcelona i el coll li tallarem, para, acto seguido, rogar una entrevista con ese mismo soberano. Les da lo mismo ocho que ochenta, vamos, si con eso se acaban saliendo con la suya.
Por todo ello, no es importante que a su majestad lo vaya a recibir Torra, Torrent o el sursum corda. Da igual. Ni es relevante ni tiene el menor peso, salvo para ellos, que pueden hacer de esa grosera ausencia una épica que estirar durante días y días en sus medios sectarios.
A las personas normales, todo esto nos cae lejos, lejísimos. Sabemos qué son y cómo son. Igual piden dietas por desplazamiento para los fugados de la justicia que escriben recaditos para verse con la máxima autoridad de la nación. El caso es pasar siempre por la puerta de atrás sin que les cueste nada su estupidez y su fanatismo.
Señor, yo diría que los recibieseis. Se iban a cagar, con perdón, por la pata abajo. Que sois mucho rey para tan mediocres políticos.
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