Opinión

Septiembre es el mes más cruel

En el mundo bursátil octubre tiene fama de ogro. Pero es septiembre el mes más temido. Abróchense los cinturones. He aquí las claves de la dura rentrée que viene

Esta semana se ha realizado la tradicional reunión de Jackson Hole, un encuentro sobre la política monetaria de la economía de los Estados Unidos, la más importante del planeta. El programa se compone de varias charlas y mesas redondas. Hasta 1989, los banqueros centrales estadounidenses asistían como meros invitados a estos encuentros organizados por la Reserva Federal de Kansas, pero aquel año Alan Greenspan actuó como ponente. Desde entonces, el resto de los banqueros centrales y los mercados financieros se han mostrado muy interesados por todo lo que se comenta allí. También se recuerda a Mario Draghi que en 2014 explicó su plan de compra de deuda en la Eurozona. Prácticamente toda la expectativa por este encuentro se resume en el discurso del viernes del máximo mandatario de la Fed. Y seguro muchos recuerdan el discurso del año pasado de Jerome Powell.

El pasado año se celebró el primer mitin presencial tras la pandemia, pero el miedo al remor al contagio debilitó la asistencia, con pocos representantes de primer nivel en este valle apartado de las montañas de Wyoming. Aun así, despertó enorme expectación ya que el presidente de la Fed se enfrentaba a las consecuencias de la variante Delta del coronavirus que amenazaba el crecimiento económico, a los problemas de suministros por los “cuellos de botella” y a los primeros síntomas de un aumento de los precios. Había que sumar, además, su propia batalla personal ya que intentaba que Joe Biden lo nominara para un nuevo mandato, algo que se antojaba complicado puesto que Powell es varón, blanco, millonario, nombrado por Trump y con una amplia facción del Partido Demócrata a favor de la elección de Lael Brainard (finalmente nombrada la número dos de la Fed), mucho más afín políticamente, y además con muy buena relación con Yellen, expresidenta de la Fed y actual ministra de economía del país.

El discurso de Powell no decepcionó y gustó mucho a un Wall Street que entonces no dejaba de acumular máximo tras máximo histórico. Analizando lo que dijo, resulta incomprensible que siga donde está. Frases como que "el repunte de la inflación es, en gran parte, el resultado de las subidas de precios en un grupo reducido de bienes y servicios directamente afectados por la pandemia” o “se están moderando las subidas de precios en los bienes y servicios que han experimentado las mayores subidas”, resultaban desconcertantes salidas de la boca de alguien que debe estar sobradamente informado. Añadió (pese a que en diciembre sus palabras fueron las contrarias) que era muy pronto para hablar de subida de tipos de interés en los Estados Unidos puesto que un endurecimiento prematuro de la política monetaria podría ser "especialmente perjudicial". Insistió en que la inflación era transitoria y por lo tanto no había motivo para tomar medidas drásticas contra ella: «Si un banco central endurece la política en respuesta a factores que resultan ser temporales… la medida de política inoportuna frena innecesariamente la contratación y otras actividades económicas y empuja la inflación más abajo de lo deseado.»

Y lo más curioso es que reconocen veladamente que para bajar la inflación están empeorando, conscientemente, el crecimiento. Todo un cambio de prioridades

Más alá de su error de percepción, asombra que todavía hace apenas 12 meses hablara con recelos ante la posibilidad de que la inflación bajara. ¡Menuda diferencia! En poco tiempo todo cambió y la política de la Fed se transformó radicalmente, empezando con el tapering (el fin de las políticas ultra expansivas de compras de activos), con el anuncio de una reducción del balance del banco central y con varias subidas de tipos de interés que se prolongarán aún más en el tiempo. Y lo más curioso es que reconocen veladamente que para bajar la inflación están empeorando, conscientemente, el crecimiento. Todo un cambio de prioridades… o que hace un año dijo lo que Biden y Wall Street querían oír para así asegurarse la reelección.

El caso es que el discurso de este año de Powell no se parece en nada al de hace un año y quizás lo único similar es que Christine Lagarde tampoco estuvo presente en Jackson Hole. Ha resultado ser un colofón a un agosto que ha hecho honor a su fama de volátil pero que no ha resultado tan dramático en los mercados como podía suponerse con las noticias que han salido. Ni los máximos en la inflación de muchos países, ni el recrudecimiento del conflicto bélico en Ucrania, ni las duras consecuencias de la sequía en casi toda Europa, ni las subidas de tipos en diferentes economías, ni el fin de las compras de activos de varios bancos centrales, ni la crisis política italiana, ni el empeoramiento generalizado de las expectativas (que ya prevén un escenario de recesión que se alargará a la primera mitad de 2023), ni la fortaleza del dólar, ni la fuerte desaceleración económica china, ni los máximos históricos en el precio del gas europeo… han conseguido materializar los peores augurios sobre este mes.

Una estrategia que suele funcionar es esperar a comprar a las “rebajas” de septiembre porque el último trimestre suele ser muy alcista, algo que además suele ser más claro los años de elecciones de medio mandato en los EE.UU.

Sin embargo, esta última semana parece un preludio para lo que se espera el próximo mes. T.S. Elliot escribió que es abril el mes más cruel. En el mundo bursátil, siempre se ha pensado que es octubre, por aquello del crack del 29, Lo cierto es que septiembre es el peor mes del año según la estadística del mundo de la Bolsa. De hecho, una estrategia que suele funcionar es esperar a comprar a las “rebajas” de septiembre porque el último trimestre suele ser muy alcista, algo que además suele ser más claro los años de elecciones de medio mandato en los EE.UU. como es el caso; si bien la crisis energética en Europa y la actual tendencia bajista puede que haga que este otoño no se cumpla ese escenario.

Más allá de lo que hagan las bolsas, el miedo es que el fin de la temporada turística acabe con prácticamente el único (el torpe uso de los fondos europeos hace que apenas se estén percibiendo favorablemente) factor de optimismo para la economía española. E incluso a pesar de ella, esta semana hemos sabido que la AIReF prevé que el PIB acabe en negativo el actual trimestre, algo que se pensaba sólo posible en algunos países vecinos donde el turismo es menos importante. Decrecimiento con altísima inflación… difícil intentar ser optimista.

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