Si hace ahora casi un año, al día siguiente de las multitudinarias manifestaciones feministas del 8 de marzo de 2022, alguien nos hubiera dicho que iba a ser la política en favor de los derechos de la mujer la que mayor desgaste provocaría a este Gobierno, más incluso que los indultos a los líderes del procés y la rebaja de penas a quien hubiera malversado dinero público, le hubiéramos tachado de chiflado; o como poco de politólogo.
En esto de la ley del solo sí es sí, el mayor error de cálculo del PSOE, bueno del Gobierno, bueno de Pedro Sánchez, ha consistido en abrazar sin matices la doctrina yolandista del amigos para siempre, situando la estabilidad de la coalición gobernante por encima del contrastado instinto de supervivencia del presidente, error acentuado por la irritante y autodestructiva tardanza en aplicar el muy aconsejable remedio de la rectificación a la mayor chapuza jurídica concebida por las preclaras mentes del Ejecutivo.
Cientos (¿400? ¿900?) de delincuentes sexuales beneficiados por una norma pensada para eludir las garantías que otorga al acusado o al reo el Estado de Derecho
Aplicando al enésimo encontronazo entre las partes el método zen de la vicepresidenta Díaz, el Gobierno se ha autoinfligido un daño irreparable. Cientos (¿400? ¿900?) de delincuentes sexuales beneficiados por una norma pensada para eludir las garantías que otorga al acusado o al reo el Estado de Derecho. Una ley premeditadamente doctrinaria y antijurídica consentida por el flanco socialista de la coalición.
Porque el daño principal no lo va a sufrir Podemos, sino el PSOE. Para Iglesias, Montero y demás familia, esta ley es su campaña, una seña de identidad que pone pie en pared frente al feminismo clásico y blandiblu; una ocupación exclusiva del espacio en el que se desenvuelven todas esas minorías sin apenas peso social que sin embargo vienen marcando a diario la agenda política del país.
Si Podemos mantiene el pulso no es únicamente por esa obsesiva testarudez de la que presumen sus dirigentes; también porque ha llegado a la conclusión de que esta es una buena ocasión para tomar distancia con los socialistas de cara a los procesos electorales que se avecinan. El resultado es un Gobierno que escapa del fuego cuando a las llamas apenas les queda nada por calcinar; cuando ya casi da igual porque el daño está hecho. Y lo peor es que se veía venir, que ya lo avisaron las mujeres que perdieron en su día la batalla entre el feminismo transversal e histórico del viejo PSOE y el excluyente, coactivo y peligrosamente antijurídico que practica Unidas Podemos.
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