De atender a su prontuario, más que un listillo es un máquina. Tráfico de lingotes de oro Moscú-Caracas, embajador plenipotenciario de Maduro/Delcy en Madrid, fullero de mascarillas a toneladas, comisionista en Air Europa, rey de la mordida, capitán del engaño, presidente de club de Fútbol, trampeador de fichajes, cónsul en Oaxaca, trapicheos con media docena de ministerios, apandador en baronías sociatas amén de jugosas movidas de importación de hidrocarburos que le llevaron a la cárcel. Sin contar con su mayor éxito, haberse adentrado en el círculo íntimo de la Moncloa mediante los business impropios de la señora. De escuchar su autopresentación, también ha sido colaborador del FBI, del MI6 y de la Guardia Civil. Marlaska, que decía no conocerlo, lo condecoró, qué cosas. Cuidado con él.
Víctor de Aldama logró adentrarse hasta la cocina del Gobierno, hasta el despacho principal del Ferraz (pobre Cerdán) y hasta el boudoir de Begoña y nadie cayó en la cuenta de que si se le tocan las narices, se enoja como un búfalo. Así ha sido. Luego de cuarenta días (y treinta y nueve noches) entre rejas, salió este jueves del trullo hecho una furia, indignado porque Sánchez le llamó ‘personaje’ y ‘delincuente'. Lo segundo, vale, pero lo primero suena incluso a elogio. No le gustó. Tanto que apenas se tomó unos minutos para responderle. Nada más cruzar la linde de la libertad en Soto del Real, le llamó 'mitómano', olvidadizo, y le advirtió que le va a llenar con una tonelada de pruebas comprometedoras para que vaya meditando sobre su futuro.
La declaración de Víctor de Aldama ante el juez Ismael Moreno ha producido un cimbronazo de dimensiones telúricas en el PSOE y un terremoto sin precedentes en los intestinos del Gobierno. El pánico se ha apoderado de la familia del progreso y ya todo son cábalas sobre cómo evolucionarán, a partir de ahora, los acontecimientos. Aldama tiene mucho material, apuntan sus próximos. Ni la fiscalía nilos dos jueces en cuestión, Moreno y Pedraz, habrían avalado su libertad provisional de no tener constancia de que buena parte de lo testimoniado va a misa. “Esta serie tiene más capítulos que los de Netflix, a cual más intenso”, dicen en fuentes conocedoras de la trama. Y falta por llegar lo más jugoso.
Aldama va a por Sánchez, ese es su objetivo y así quedó evidenciado en su minuciosa declaración ante el instructor. Ya desde el primer párrafo se centró en señalar al gran narciso, con la fotito en el acto sociata de la Latina. "Me agradeció mi trabajo"
Las dudas sobre el discurrir del guion se amontonan ahora en las oficinas de mando de los partidos y en el propio seno del Gobierno, donde un mar de incógnitas danzan entre gruñidos de espanto. Del lado malo para Sánchez, la evolución del caso es sencillo. Entrados en la fase penal del escándalo, el cúmulo de pruebas que emerjan del baúl de los secretos del comisionista puede llevarse a docenas de interfectos por delante. Aldama va a por Sánchez, ese es su objetivo y así quedó evidenciado en su minuciosa declaración ante el instructor. Ya desde el primer párrafo se centró en señalar al gran tótem, con la fotito mano a mano en el acto sociata de la Latina. "Te agradezco lo que está haciendo" dice que le dijo. De ahí los nervios y los temblores en la improvisada comparecencia del presidente en el atiborrado patio del Congreso. "Una inventada. Estamos muy tranquilos". Pues no lo parece. Se masca ya un acelerón en la causa con intervención del Supremo e imputación del susodicho. De ahí se pasa al punto final del Gobierno, del sanchismo y del PSOE. Un triste estrambote en la isla de Djerba a lo Bettino Craxi.
Hay otras variantes en el argumento. Un pacto secreto con Marlaska (a quien también señaló Aldama en su declaración), la entrega de todo el material probatorio y fuga con rumbo desconocido, quizás a Dominicana, donde huelgan todos los sociatas ibéricos. Pero está también la teoría truculenta. Ojo no ocurra un caso Nissman, el fiscal que 'se suicidó' (fue asesinado en su cuarto de baño) dos días antes de presentar sus conclusiones para encerrar a Cristina Kirchner de por vida. Aldama podría evaporarse, desaparecer subrepticiamente y hasta nunca jamás. Urge, por supuesto, afinar su protección. ¿Y quién lo protege? ¿Los policías del titular de Interior? ¿Los que detuvieron a Nacho Cano sin motivo ni razón?
Lo natural es que, dada la acumulación de pruebas, la Justicia cumpla con su función e imputen al máximo lider planetario. Y otra pregunta: ¿Hay algún juez en este país, es decir, en el Supremo, que ose procesar a Sánchez. Sabido es que tiene mal genio, gasta ira de autócrata, carece de principios, es un desalmado peligroso y no le agradará verse tratado en forma tan inclemente por esos togados a los que odia tanto. El panorama nacional ha dado un vuelco copernicano en 24 horas y aquí ya todo es posible menos un horizonte de paz democrática y de normalidad.
Porque, junto al asunto Aldama de la Audiencia, está el caso de la señora en la corte de Peinado. Una veintena de altos cargos cayeron con Nixon en el caso Watergate. Lo escenificaban Redford y Hoffman en Todos los hombres del presidente. Unos cuantos de los ‘hombres del presidente’ (así los llaman ya) arriesgan defenestración, imputación y puede que algo más, en el 'caso Begoña'. ¿Caminito de Jerez, quizás?, como dijo que haría el juez Gómez Bermúdez con los falsos testigos del 11-M. O sea, al trullo, como Aldama.
“Usted tiene miedo y se le nota”, le espetó Cayetana Álvarez de Toledo a Félix Bolaños este miércoles en el Congreso, antes de que al comisionista le diera por cantar. Tenía esa expresión de quien se topa de madrugada por el pasillo con el fantasma de Teresa Rivera con rulos y gritando ‘no pasarán”. Al titular de Presidencia le sudan las manos. Se le atascan las palabras en el reseco desfiladero de la garganta. Nunca fue un legionario pero ahora se le adivina el pavor entre las cejas. Hasta se le aflautó la voz como a un castrati.
La cónyuge instaló en la sede de Presidencia su oficina para el trapicheo de la cátedra y los fundraisers. Y hasta reclutó (o le adjudicaron) personal público para el impúdico trasiego
Algunos caerán, bien con Sánchez o bien con la imputada. O con ambos. En el café del Congreso les ponen nombres y apellidos. Elías Bendodo, fino parlamentario, acertó en su pregunta al atribulado ministrillo: “¿Quién firmó el decreto para contratar a la mujer de los negocios de Begoña? ¿Usted o Pedro Sánchez?" Se les va de las manos. La cónyuge instaló en la sede de Presidencia su oficina para el trapicheo de la cátedra y los fundraisers. Y hasta reclutó (o le adjudicaron) personal público para el impúdico trasiego. Cristina Álvarez, adscrita a la secretaría general de Presidencia -territorio Bolaños- pasó a ejercer de asistente de la dama. Su más eficaz colaboradora. Una alta funcionaria del Estado al servicio de una particular. También por esta banda algo chirría.
Los señalados por Aldama se suman a la procesión de los penitentes camino del encausamiento. Así Illa, Montero y Ribera súperstar. Nadie duda de que, conforme avancen las prospecciones sobre el koldismo, la lista de los notables socialistas incorporados al pelotón de los investigables irá subiendo como las aguas del Barranco del Poyo que la ministra ecolo y su equipo se negaron a encauzar. El torrente Aldama ha estallado con una potencia descomunal y amenaza con llevarse a una gran parte de los palafreneros del gran narciso, a toda esa banda que consentía, amparaba, impulsaba y, desde luego, conocía los episodios presuntamente delictivos que se pergeñaban desde el centro del poder político. El que sobreviva al huracán de la Koldosfera caerá en el tornado del Begoñagate. El PSOE está descuajaringado, el Ejecutivo hecho un basural. Sánchez ya duda entre resistir o darse a la fuga. No tiene salida digna.
Cualquier lapso, decía Marco Aurelio, (un siglo, un año, una noche) contiene íntegramente la historia de la humanidad. Este black thursday contenía el principio y posiblemente el fin del periodo más aciago, detestable y vil de la reciente historia de España. Al contrario que la empalagosa hagiografía Cuatro estaciones, que nadie vio, esta serie de Aldama acabará mal. Para Sánchez. Y bien para Aldama (si lo cuidan) Y para España.
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