Opinión

El sermón de Irene Montero

Montero es sin duda el prototipo de un discurso acelerado en el que los gestos dicen más que las palabras y repetido hasta la saciedad

La noche del lunes entrevistaron a Irene Montero en el programa Turno de palabra de Telemadrid. Mi primera consideración fue intentar explicarme cuál es la razón de que haya líderes -¿lideresas?- políticos que siempre dicen lo mismo, que se reafirman y repiten y siguen concitando la atención de los medios, por mucho que el periodista Javier Gómez intentará con verdadero oficio sacar un titular. En términos taurinos -y ya me perdonará la portavoz de Unidos Podemos-, es como la lucha del diestro que intenta pases por la derecha, la izquierda, baja la muleta, cambia los terrenos, ahoga la embestida y le da aire al toro pero el burel ni se inmuta. Y, claro, enseguida el bostezo asoma en el respetable.

Tenemos mucha culpa los periodistas cuando nos muestran desdén y nos hacen el vacío los lectores, oyentes y telespectadores ofreciéndoles como les ofrecemos la obviedad disfrazada de noticia. De los nuevos dirigentes, o dirigentas, Montero es sin duda el prototipo de un discurso repetido hasta la saciedad con un tono notarial que sugiere haber aprendido de memoria lo que va a decir. No llega a agotar, pero cansa ese discurso acelerado en el que los gestos dicen más que las palabras. Y fascina que no sienta un leve sopor parecido al ridículo cuando delante de una cámara asegura, toda convincente y circunspecta, que ella no hace política centrada en las encuestas. ¡Por eso tiene tan claro qué hacer en Madrid tras la espantá de Errejón!

La veo después de escuchar a un serio y articulado Ángel Gabilondo, lo que hace que lo inane adquiera matices categóricos. Me gusta este señor, no tanto por lo que dice, sino por la forma respetuosa con la que se dirige a quien le ve. Es un alivio dar con un político que no presupone que frente a la televisión hay una familia de gilipollas viendo el programa. Pero a Montero la escucho decir que ellos trabajan para mejorar la vida de las personas, y entonces lo primero que pienso es que es ella y su marido los que han trabajado fuerte para mejorar sus vidas, yendo de un pisito en un barrio popular a un chalet en Galapagar con garita adosada para la pareja de la Guardia Civil que les da seguridad. Podrá no gustar el recuerdo de semejante mejora, pero por ahí es por donde decidieron empezar a mejorar la vida de los demás y de paso a hundir un proyecto que pretendía asaltar los cielos, y como dicen desde ahí, empoderar al pueblo. Escucho lo que escucho y entonces uno esboza una sonrisa, coge el mando, aprieta la tecla roja y hasta mañana que hay que trabajar.

Es un alivio dar con un político como Ángel Gabilondo que no presupone que frente a la televisión hay una familia de gilipollas

Irene Montero no ha ido tan lejos como otros dirigentes que tienen dicho que trabajan para hacer feliz a la gente. Y miren, uno no quiere que la política le haga feliz, con que le mantenga su condición de ciudadano me parece suficiente, tal y como están las cosas. Ya busco yo los resquicios de felicidad con mis amigos y familiares. No se preocupen tanto por eso.

Y tampoco, señora Montero, quiero que mejoren mi vida, déjenla como está y no me la empeoren, y puede que hasta se lo agradezca. Pero ese discurso de que están donde están para mejorar las condiciones de vida de los españoles no se lo puedo tomar en consideración. Siempre mejoran los mismos. Empeoran aquellos que son el sujeto y justificación de la acción política de partidos como Podemos. Por eso no salgo de mi asombro cuando ataca a Pedro Sánchez, al que llama irresponsable por haber reconocido a Juan Guaidó. Veo cómo todavía hoy contemporiza con el chavismo y vuelvo a decirme: por favor, por favor, que esta gente no mejore mi vida. Que me dejen como estoy.

Por todo lo que digo me gusta escuchar, leer y ver a Alfonso Guerra. Se podrá estar de acuerdo con él o no, pero dice cosas que no te obligan a desconectar. O te provoca o te hace reflexionar o te da la razón, cualquier estado es beneficioso para mejorar la vida de los ciudadanos, ¿verdad señora Montero? Claro que, qué pensar cuando es Alfonso Guerra el que asegura que los de Podemos se parecen a Trump: “Los que decían que aquí estaban contra la casta lo que querían era dar la vuelta a la casta”. ¿Habrá enloquecido Guerra?

Qué cosas, también Trump llegó al poder prometiendo mejorar la vida de los ciudadanos. Y ya ven ustedes como está el mundo.

Antes del cierre

Me entero que en tiempos de Esperanza Aguirre, el PP de la lideresa hoy reivindicada por Casado -¿conocerá los riesgos de jugar con fuego?-, se gastó dinero público para hacer campañas electorales presentando facturas falsas a nombre de una tapadera llamada Paquí pallá SL. Verdaderamente hay que ser un lince de la corrupción para robar y tomar el pelo a la ciudadanía nombrando así a una empresa que movía el dinero negro daquí pallá.

También estos vinieron a mejorar a la ciudadanía. ¿Ven cómo resulta razonable pedir que nos dejen tal y como estamos?

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