Hubo una diatriba que comenzó a sonar en España en 1904, tras el nombramiento de Fray Bernardino Nozaleda como arzobispo de Valencia. Acusaron al padre de haber actuado contra los intereses de la patria durante la pérdida de Filipinas, cuya diócesis encabezó hasta 1902. Es decir, hasta cuatro años después de la firma del Tratado de París. El objetivo de esos ataques no era el religioso. La pieza que quería cobrarse la prensa liberal y socialista de la época era Antonio Maura, a quien querían desgastar en el gobierno con la excusa de que era clerical en un tiempo en el que la saña contra la Iglesia había aumentado entre las fuerzas progresistas.
La campaña política y mediática rebasó los límites de la verdad y se asentó en el terreno de la difamación. Tal es así que, interpelado por el conde de Romanones, Maura subió a la tribuna del Congreso y denunció las maniobras contra Nozaleda. Lo hizo con “la razón y la justicia” como guías frente a la inconsistencia de las acusaciones de los periódicos, que en algunos casos estaban dirigidos por diputados y se permitían licencias aberrantes. Pues bien, Maura pronunció una frase que debería retumbar en la cabeza de los líderes conservadores contemporáneos:
“Niego categóricamente que haya estado alguno de opinión contra el señor Nozaleda. Lo que hay es una campaña rudísima del cacicato de publicidad que en España hace veces de prensa (…). La opinión a que yo atiendo es la de las gentes que están en sus casas, en su taller, que hablan en los caminos, en las encrucijadas, en las tertulias, en los salones, en las tabernas y en los talleres (…). ¿Habrían de ir los obreros y los que no tienen tiempo sino para ganar penosamente el pan de cada día, a hacer una información y un estudio de las cuestiones coloniales para discernir responsabilidades, cuando ni los gobiernos lo han hecho?”.
El enorme fallo estratégico de la derecha
Se equivocan quienes piensan que la actitud de la prensa ha sido distinta en las diferentes épocas en las que la ley ha garantizado la libertad de publicación. Este gremio tiende al exceso porque, entre otras cosas, los editores suelen pecar de megalómanos y los periodistas de egocéntricos, así que suelen convertir en piezas de cada a los protagonistas de la actualidad. Es cierto que en estos tiempos se han multiplicado las cabeceras y las campañas de difamación son más abundantes. Los ciudadanos las reciben de forma instantánea a través del teléfono y las informaciones se complementan con elementos gráficos y analíticos que tratan de dar entidad a las patrañas. Sin embargo, ante esto hay dos opciones: o responder como el hijo adolescente y rebelde; o hacerlo como el padre. Como hizo Maura, con la razón y la justicia en su mano. Con la legitimidad.
Hubo una parte de la derecha -y de sus firmas- que celebró la adopción del 'que te vote Txapote' como un eslogan contra Pedro Sánchez. Defendía el grito de guerra porque condensaba el sentir de los ciudadanos que se sentían estafados por la forma de gobernar del PSOE, que siempre ha situado el interés general por detrás del partidista y que le ha llevado a forjar hermandades con quienes no creen en el proyecto común que es España y con quienes beben del socialismo más verbenero. 'Que te vote Txapote'... ¿había algo de malo en una frase que condensaba el malestar de una parte de los ciudadanos?
A lo mejor, esas cuatro palabras han contribuido a movilizar a los 11,1 millones de votantes que han respaldado a los dos principales partidos conservadores en las elecciones generales. El dato es extraordinario. Casi tanto como el que lograron el PP y UPyD en 2011, cuando aglutinaron 12 millones de sufragios. Ahora bien, falló la derecha en lo más obvio, y es que no supo entender que tan importante es gustar a los tuyos como no causar rechazo en los contrarios. Quizás eso ayude a explicar que el porcentaje de voto del PSOE haya sido del 31,7% en julio con respecto al 28,12% de las municipales de mayo. O que una fuerza tan inconsistente como Sumar haya aglutinado el 12,3% de los sufragios después del golpe que recibió hace dos meses la izquierda radical y periférica.
'Que te vote Txapote' y 'a por ellos'
Era evidente que el “cacicato de publicidad” que apoya a los partidos progresistas iba a explorar las costuras del PP y de Vox para alertar sobre sus debilidades a una parte de la sociedad que es demasiado permeable al histerismo que contagia la propaganda de la izquierda, siempre dispuesta a desenterrar a dictadores amortizados y a alertar sobre el riesgo que corren causas identitarias y nacionalistas que, en realidad, son completamente prescindibles.
Nadie dudaba de que, tarde o temprano, iban a aflorar la fotografía de Marcial Dorado y Núñez Feijóo o las controversias sobre todo lo relacionado con la causa woke. Pero a lo mejor ha sido un fallo estratégico el echar más leña al fuego. El desgaste suele condicionar al que gobierna, no al que aspira a ello. Y el 'que te vote Txapote' y comportamientos rebeldes similares lo que avivó es el 'a por ellos'. Lo que cantaban en Ferraz el pasado domingo por la noche. El eslogan sobre el repugnante etarra ya existía en mayo. La diferencia es que ahora el PSOE lo ha utilizado contra la derecha. Estaba claro que podría ocurrir.
Fue un enorme error de cálculo el alimentar el frentismo desde la derecha cuando su electorado ya estaba movilizado, como se vio en mayo. Fue una actitud ruidosa y adolescente que resultó innecesaria y que revela la falta de altura de miras del equipo de Núñez Feijóo y, sobre todo del de Santiago Abascal, donde el domingo culparon al “centrismo” del PP y a la prensa de sus malos resultados, con una sorprendente carencia de autocrítica. ¿Y qué celebraba Feijóo en el balcón después del golpe que acababa de recibir en las urnas? Se equivocaron y nos equivocamos (también el que firma) al pensar que el resultado iba a ser más elevado de lo que fue.
La derecha ha demostrado su efectividad para convocar a los suyos, pero a partir de ahora debería también dirigirse al resto de los españoles
La derecha ha demostrado su efectividad para convocar a los suyos, pero a partir de ahora debería también dirigirse al resto de los españoles. No considero que tenga la verdad de mi parte ni lo pretendo, pero a lo mejor debería renunciar a cierto tono fatalista que ha caracterizado a sus portavoces para comenzar a comportarse como el 'padre' que sabe gestionar lo público y fortalecer la nación. ¿De qué sirve que salga Díaz Ayuso el miércoles para hablar con tono peyorativo de “catalanes y vascos” cuando es ahí donde su partido debe ganar influencia? ¿Y de qué sirve que salgan los 'intelectuales amortizados' y quienes en su día hundieron sus partidos para analizar las patologías de Sánchez en cada una de sus intervenciones? Las urnas han dejado una lección evidente para la derecha en esta ocasión: dada la ley electoral y la abundancia de fuerzas parlamentarias que orbitan alrededor del PSOE, no sólo le sirve con movilizar a los suyos. También debe evitar que el resto cante el 'a por ellos'. Y hay portavoces en la derecha -sorprendentemente alabados por sus principales firmas- que generan más votos entre los contrarios que entre los propios.
Díaz Ayuso lo hizo bien en mayo de 2021. Mientras la izquierda gritaba, como el adolescente, ella bajó el tono y comenzó a dirigirse a los ciudadanos como una madrileña orgullosa de lo suyo. Joven y sin complejos. La derecha debe adoptar esa actitud de Maura, que es la de centrar su discurso en “las gentes que están en sus casas y en el taller”. Apartar a los portavoces amortizados -como los de Colón- y hablar de las formas de mejorar la educación y la sanidad (dos temas ausentes en campaña, en un error de bulto), la seguridad en los barrios y las formas de encontrar el equilibrio fiscal para que las familias dispongan de servicios públicos competentes y de mayor capacidad de ahorro. Es menos incurrir en las advertencias sobre el lobo y más generar tranquilidad e ilusión. Es evidente que el país tiene un problema cuando su futuro depende de personajes lúgubres como Otegi y Puigdemont. La derecha debe persuadir sobre su proyecto, que es mejor, y no advertir sobre los riesgos ya conocidos.
Sus votantes ya saben que Sánchez renunciaría a su programa por cuatro votos y tres duros. Ahora se trata de venderse como una fuerza de cambio, con la legitimidad de su parte. La razón sólo tiene un camino recto. Se trata de apostar por él y dejar que el tiempo reconduzca a los equivocados y retrate a los indignos.
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