Opinión

Tu silencio, España, me duele a mí y a mis muertos

Para venir del futuro, Nicolás Maduro parece no tenerlo demasiado claro. Y aunque haga chistes sobre Guaidó, no posee ninguna de las cosas de las que presumió ayer: ni humor

Para venir del futuro, Nicolás Maduro parece no tenerlo demasiado claro. Y aunque haga chistes sobre Guaidó, no posee ninguna de las cosas de las que presumió ayer: ni humor ni poder, porque la razón nunca la tuvo y la legitimidad democrática hace rato que la perdió.
Se le achica el despacho al sucesor de Hugo Chávez. Lo empujan fuera del Palacio de Miraflores los fantasmas de aquellos a los que ha matado a tiros, a golpes o de hambre, que es como asesinan los dictadores. Vendrá la muerte de su pueblo, como una cuenta pendiente. El alma en pena de un país en trance de morir está tocando a la puerta y él no sabe qué hacer.
Para venir del futuro, Maduro se ríe sin ganas y con miedo. La Revolución fracasada no tiene ya con qué alimentar a sus guerreros y custodios con charreteras, porque hace rato que a los bolsillos de los militares solo llega la vergüenza. Se les vacía la nevera, a ellos también. Porque ya ni robar pueden.
A La Revolución sin petróleo no le quedan ni siquiera países que quieran apoyarla a cambio de la merienda bolivariana que durante años cebó a muchos e hizo de nodriza de unos cuantos líderes, desde Evo Morales hasta los benjamines de Podemos e Izquierda Unida, patrulla salvadora del autoritarismo que aún está pagando las vacaciones en el parque temático venezolano. 
El silencio del gobierno Español me duele a mí y a mis muertos: a los que mató el régimen; a los que no vivieron para verlo caer; a los que penan, muertos en vida y arrojados al exilio; a los que arrastran los pies por las carreteras, empujados por el hambre y la desesperación; a los que ansían volver a un país que ya no existe; a los que, como mis abuelos, cruzaron el mar e hicieron un nuevo país mezclando el suyo y el nuestro. A todos ellos, España, tu silencio les da sepultura, todavía más honda, en el foso de la indolencia. 
Para venir del futuro, no se da cuenta Maduro de que la Constitución que el propio régimen sancionó y aprobó hace veinte años le quita razón. Ese texto que ha usado para perpetrarse en el poder describe y consagra en su 233, el desconocimiento de su mandato y la necesidad de llamar a unas elecciones. Pero no se da cuenta el tirano. Para venir del futuro, no se dio cuenta Maduro de su propia extinción.  

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