Hace seis meses Rafael Simancas posaba con cara de bufón de Velázquez junto a la actual portavoz socialista en el parlamento, Adriana Lastra, y los miembros ERC y EH Bildu. Entonces, las palabras autodeterminación, acercamiento de presos y plurinacionalidad corrieron con la barra libre de los que ensanchan las tragaderas. Y de eso él sabe bastante.
Simancas ha demostrado sobradamente su grisura política, su vocación de figurante y una tendencia irrefrenable a la merma y la insignificancia. Una pulsión de segundón que le juega malas pasadas, una y otra vez. Simancas nunca se inmunizó contra el síndrome del Tamayazo. Después de dieciséis años y un libro dedicado a explicar la traición de sus compañeros de partido, Simancas sigue siendo un pobre hombre.
La frustración la trae de lejos, apolillada en el resentimiento. Cuando alguien se siente poca cosa, intenta hacer méritos azuzando las justas. La guerra entre partidos en medio de la expansión del coronavirus se parece a una pelea de borrachos. Extirpados del mundo real y alborotados en sus miserias, apenas consiguen pegarse.
Que Ayuso y la Comunidad de Madrid son el objetivo a abatir queda claro. Pero eso no es lo sustantivo. Lo que resulta asombroso es que el socialista, que además forma parte de la Comisión de la Reconstrucción y tuvo sus aspiraciones para ocupar el despacho de la Puerta del Sol, dedique a Madrid un esputo que solo alguien afeitado de talento e inteligencia como él podría proferir.
Simancas micciona sobre el dolor de miles de familias y se confirma como lo que siempre ha sido, un ser insignificante
"¿Por qué España está en cifras tan altas de contagiados y fallecidos por la covid? Porque en España está la Comunidad de Madrid que es la tercera región del mundo en letalidad por covid y algo habrán tenido que ver esas últimas cifras de contagios y fallecidos en Madrid por la gestión del PP en la Sanidad Pública y residencias de mayores", espetó en una entrevista de prensa.
¿Para Simancas Madrid es el PP? ¿Arroja a sus propios votantes a la pira de los apestados? ¿Estigmatiza y culpabiliza a los ciudadanos? Hay duelo. En toda España y en Madrid, especialmente. En esas circunstancias Simancas irrespeta. Micciona sobre el dolor de miles de familias y se confirma como lo que siempre ha sido, un ser prescindible que asegura su sitio con gestos, antes sólo serviles, pero ahora miserables por completo.
En el intento de evocar algún personaje de ficción tan exangüe y pobre como Simancas, solo aparecen caricaturas: el Gargamel de los Pitufos o un Minion, seres diminutos siempre al servicio de alguien peor que ellos. Ni para necio de entremés califica Rafael Simancas. Es eso, un pobre hombre hecho a sí mismo en la derrota.
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