Es bien conocida en los medios políticos la teoría comunista formulada por Antonio Gramsci, ahora de moda progresista en España, que postulaba la integración en un mismo patrón cultural –de conveniencia comunista- a la mayor cantidad de gente. Homogeneizada una cierta visión –sentimientos, valores… – del mundo, resultaba fácil de guiar cual flautistas de Hamelín a las tropas adocenadas por sus peregrinas teorías. Sánchez, ha añadido a esta visión, que los hechos reales y a la vista de la sociedad que no convienen al discurso progresista sean decretados bulos fascistas.
En los tiempos presentes el patrón cultural que está detrás de la hegemonía cultural progresista se puede resumir en estos nuevos diez mandamientos:
- Dejación de la libertad y la responsabilidad individual en manos del Estado con la consecuente infantilización de la sociedad, que da lugar a un mundo de supuestos derechos sin deberes.
- La igualdad se antepone y vence a la libertad, lo que conduce al reino de la mediocridad.
- La buena educación se considera elitista, mientras que el rigor, la disciplina y el esfuerzo por aprender son considerados reaccionarios.
- La argumentación empírica es despreciada y sustituida por “relatos mágicos” asociados a ideologías históricamente fracasadas.
- La política se convierte en el arte de inventar, sin fin, derechos sociales sin reparar en la ley natural ni en su coste económico.
- La democracia deviene totalitaria y al margen del Estado de derecho, mientras las instituciones públicas son colonizadas por afinidad política en vez por idoneidad y competencia profesional.
- En economía, la creación de riqueza se considera tácitamente un delito que debe ser restringido mediante la represión normativa y fiscal de la función empresarial que la hace posible.
- El crecimiento económico queda en suspenso por los abusos fiscales y regulaciones represivas de las actividades económicas, mientras desciende la inversión privada nacional y extranjera y somos campeones mundiales de desempleo
- El Estado no cesa de engordar junto con la deuda pública –hasta donde le prestan desde el extranjero, dada la escasez de ahorro nacional - y la sustitución de empresas privadas por públicas con el consiguiente deterioro de la eficiencia económica, la competitividad y el empleo.
- Cada vez más jóvenes -decenas de miles-, entre ellos los mejor educados, emigran, y muchos emprendedores también, buscando fuera las oportunidades que aquí se les niegan..
En los países “más avanzados” en estos comportamientos, la igualdad –en la pobreza- se generaliza, mientras la nueva casta que ha secuestrado el poder político en tanto lograba tamaña hazaña responde en sus comportamientos como en “La granja de los animales” -ahora con Falcon– de Orwell.
Compañeros de viaje
El verdadero padre intelectual de la hegemonía cultural y sobre todo “el empresario” –de éxito- de esta estrategia fue Willi Müzenberg –Gramsci trabajaba a su servicio- cuya biografía es imprescindible conocer para entender, no sólo la construcción argumental de “la cultura progresista” sino y sobre todo la estrategia y mecanismos de difusión de sus virus.
Müzenberg descubrió que los más eficaces compañeros de viaje para la propagación del virus progresista eran los “intelectuales”, entendiendo por tales no los verdaderos como los científicos y profesionales de alta formación y reputación, sino literatos, poetas, autores teatrales, cineastas, actores, periodistas, músicos, cantantes pop, etc. Con la perspicacia y cinismo que le caracterizaban, solía ironizar Müzenberg en su entorno de confianza acerca de lo barato que le salía halagar la vanidad de los –“sus”- intelectuales y la escasa necesidad de instruirles en el culto y propaganda de las ideas progresistas; incluso muchos de ellos se excedían en los mensajes. Véanse, si no, los llantos de algunos durante una reciente performance de Sánchez.
El progresismo, no solo se ha adueñado de la cultura; también de la economía. Nadie habrá escuchado nunca hablar en los ambientes progresistas de crecimiento, productividad, eficiencia, innovación tecnológica, renta per cápita, tasa de empleo, horas trabajadas, equilibrio fiscal, etc. Para ellos la riqueza se produce sola, como por “arte de birlibirloque” y la función de la política es apropiarse fiscalmente de ella para repartirla, preferentemente entre sus seguidores. Y cuando tratan del tema en los medios de comunicación, sus asambleas, los parlamentos o en campañas electorales, utilizan un lenguaje mentirosamente infantil alejado de la realidad.
El incuestionable crecimiento cero del Club de Roma
El progresismo -supuestamente- más ilustrado, siempre aparece en escena para repartir, jamás crear, la riqueza. Ya en los años setenta del pasado siglo su Club de Roma anunció con enormidad de bombos y platillos del mundo de su cultura progre que aún resuenan, el crecimiento cero como incuestionable meta de la humanidad y la suspensión de la explotación de los recursos naturales de la tierra antes de que se extinguieran.; lo que obligaba a realizar políticas de reparto e igualdad de la riqueza. Los resultados que se lograron en el mundo -sobre todo el más pobre- a partir de aquella apocalíptica profecía progresista se situaron en sus antípodas. Desde entonces hasta hoy, gracias a medidas liberalizadoras, el mundo ha conocido las mejores décadas en: abundancia de recursos naturales, crecimiento económico, creación de empleo, descenso de la pobreza, mayor igualdad de oportunidades, longevidad, descenso de la mortalidad infantil, etc., de toda la historia de la humanidad.
El progresismo, perfectamente incapaz de crear riqueza allá dónde ha gobernado incluida la España del siglo XXI, necesita dar marcha atrás en los logros económicos y sociales alcanzados para verse crecientemente rodeado de cuantos más dependientes del gobierno –su caldo de cultivo- mejor y, sobre todo, de gentes que, habiendo perdido por el camino toda autoestima personal, sólo les queda confiar –vanamente, por supuesto- en el Estado administrado por el nuevo régimen.
Elegidos para siempre
Mientras que la -necesariamente- imperfecta democracia que disfrutamos contiene mecanismos correctores de los desmanes cometidos –prensa libre, justicia independiente, elecciones que pueden renovar los gobiernos – el progresismo una vez alcanzado el poder trata de prescindir de los citados mecanismos del Estado de Derecho –se creen religiosamente elegidos para siempre- para gobernar para la eternidad, cubana o venezolana, por ejemplo.
La sociedad servil de esta degeneración política, no parece sin embargo que pudiera alcanzar una mayoría en unas próximas elecciones, mientras que la verdadera sociedad civil todo indica que es potencialmente mayoritaria. El futuro de España, está por tanto en las manos -los votos- de quienes están en contra de la decadencia moral, económica, institucional y el Estado de Derecho, siempre que asuman su responsabilidad histórica.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación