Opinión

¿Sirve de algo sancionar a Rusia?

Putin debería estar poniendo a disposición de los europeos más gas que nunca para obtener ingresos, pero está haciendo lo contrario. El chantaje le está saliendo caro

A lo largo de los últimos meses son muchos los analistas que aseguran que las sanciones occidentales a Rusia no han servido para nada y que Occidente se ha terminado sancionando a sí mismo. Bien, ninguna de las dos cosas es cierta. Sanciones tan duras como las que padece Rusia tienen un efecto muy negativo, pero estas cosas van algo más lentas que un bombardeo. Una economía no enferma de un día para otro, especialmente si es una economía grande con reservas, materias primas a mano y cierta voluntad de resistir. Ese es el caso de la economía rusa. Es grande, tiene mucho gas y mucho petróleo para exportar (algo que sigue haciendo porque sobre el gas no ha recaído sanción alguna), y el país es una dictadura en la que manifestarse en contra del Gobierno supone ingresar en prisión ese mismo día. Ya sólo con eso se puede mantener la ilusión algo de tiempo. Si le sumamos una información económica debidamente cocinada, lo que tenemos es a un país que se dirige raudo a una crisis fingiendo que atraviesa un periodo dorado.

La información económica que suministra el Kremlin es desde marzo parcial e incompleta. Los datos desfavorables simplemente no se dan. El Gobierno ruso retiene un número cada vez mayor de datos que, antes de la guerra, se actualizaban mensualmente. Desconocemos, por ejemplo, los datos relativos a exportaciones e importaciones, especialmente con Europa. También desconocemos los datos de producción mensual de petróleo y gas, las entradas y salidas de capital, los balances de las principales empresas, que antes publicaban las propias empresas, los datos de la base monetaria del banco central, los datos de inversión extranjera directa, los datos sobre préstamos y disponibilidad de crédito. Por no saber no sabemos ni cuánta gente está volando desde los aeropuertos rusos porque Rosaviatsia, la agencia federal de transporte aéreo, dejó de publicar en marzo la información sobre el volumen de pasajeros en los aeropuertos. A las aerolíneas locales, por descontado, ni se les ha pasado por la cabeza dar información que podría ser mal recibida en el Kremlin.

Los datos que si aporta el ministerio de economía ruso no son del todo fiables. Rosstat, el servicio federal de estadística, está sometido a mucha presión para maquillar y manipular las estadísticas a su antojo y ofrecer así un panorama económico fantasioso que se ajuste al relato triunfante de Putin. Desde que dejaron de publicar cifras actualizadas muchas previsiones económicas excesivamente benignas se han extrapolado de forma irracional partiendo de lo que se sabía en los primeros días de la invasión, cuando las sanciones y la retirada de empresas aún no había tenido efecto.

Hay, de hecho, un gasoducto que conecta Siberia oriental con Manchuria, Power of Siberia se llama. Está recién terminado, tiene 4.000 kilómetros, se empezó a construir en 2014 y no entró en servicio hasta 2019

Así que, a falta de datos directos y fiables, sólo nos queda reflexionar de la forma más honrada posible sobre la situación actual de la economía rusa y lo que les espera. Empecemos por el gas, que es el caballo de batalla que siempre sale a colación cuando se habla de la economía rusa. Rusia es muy dependiente de la exportación de gas, de modo que le bastaría con redirigir hacia China las exportaciones y sustituir a sus clientes europeos. Lo que sobre el papel parece fácil en la práctica no lo es. El 90% del gas que sale de Rusia lo hace en estado gaseoso a través de gasoductos. Sólo un 10% lo hace comprimido en forma de gas natural licuado o GNL. Sus exportaciones dependen de los gasoductos, la mayor parte de los cuales van de Siberia a Europa. Se podría reconfigurar la red, pero para eso hay que construir gasoductos nuevos de miles de kilómetros hacia China. Hay, de hecho, un gasoducto que conecta Siberia oriental con Manchuria, Power of Siberia se llama. Está recién terminado, tiene 4.000 kilómetros, se empezó a construir en 2014 y no entró en servicio hasta 2019. A través del Power of Siberia se envió el año pasado el 10% de las exportaciones rusas por gasoducto. Para sustituir a los gasoductos europeos harán falta unos cuantos más Power of Siberia. La sustitución podría llevarse a cabo, pero dentro de unos cuantos años y tras gastar mucho dinero

En Europa, naturalmente, pueden también buscar proveedores alternativos, cosa en la que ya están. En esto Europa es menos dependiente de Rusia que Rusia de Europa. El año pasado el 83% de todo el gas exportado por Rusia fue a Europa, pero de todo el gas consumido en Europa sólo el 46% provino de Rusia. La táctica de restringir el suministro es miope por partida doble. Por un lado, pone a los europeos en brazos de sus competidores; por otro, cada metro cúbico de gas que no se exporta es dinero que no ingresa. En otras palabras, Putin debería estar poniendo a disposición de los europeos más gas que nunca para obtener ingresos, pero está haciendo lo contrario. El chantaje le está saliendo caro.

El petróleo no es tan dependiente de los oleoductos. La mayor parte del crudo ruso sale en petroleros y los pueden enviar a cualquier parte del mundo. Eso es cierto, pero también lo es que ese crudo que vende a China o a la India lo hace con descuento, unos 35 dólares por barril para poder darle salida. Nunca habían tenido que vender el petróleo tan barato como ahora, algo que clientes como la India están aprovechando al máximo. Luego hay otro elemento para tener en cuenta. Los petroleros rusos tardan un promedio de 40 días en llegar al este de Asia, frente a unos cinco días en llegar a Europa, razón por la cual sólo el 39% del petróleo ruso se vendía en Asia antes de la guerra, el resto iba esencialmente a Europa.

Estar lejos de sus nuevos mercados y tener que aplicar descuentos les machaca el margen, más aún cuando Rusia es un productor de costes relativamente altos en comparación con los otros grandes productores como Arabia Saudita. La extracción del crudo depende, además, de la tecnología occidental lo que se traducirá en una producción menor a medio plazo.

China exporta siete veces más a Estados Unidos que a Rusia, por lo que lo esperable es que las empresas chinas se ocupen de no buscarse problemas con EEUU

Rusia exporta gas y petróleo para obtener dólares e importar con ellos bienes del resto del mundo. En este punto se suele afirmar que no habrá mayores problemas ya que los rusos dejarán de importar productos europeos o estadounidenses y los sustituirán por productos chinos. Invertir la cadena de suministro no es algo que se haga de la noche a la mañana y en el caso que nos ocupa tiene un problema añadido: China exporta siete veces más a Estados Unidos que a Rusia, por lo que lo esperable es que las empresas chinas se ocupen más de no buscarse problemas con EEUU que de atender el mercado ruso, que es muy pequeño. Digo que es lo esperable, pero es que es así ya que para esto disponemos de datos fiables, los que aporta la Administración General de Aduanas de China. Según esta oficina, las exportaciones chinas a Rusia se han desplomado más de un 50% durante el primer cuatrimestre del año, han pasado de más de 8.000 millones de dólares al mes a 3.800 millones.

Con menos productos disponibles, problemas serios para conseguir piezas y el temor a que la guerra empeore (en Rusia nadie se refiere en público a lo de Ucrania como una guerra, pero todos saben lo que es) es natural que el consumo haya descendido notablemente. No tenemos cifras al respecto, pero las estimaciones apuntan a que el consumo ha descendido un 20% de promedio. En el caso de los automóviles mucho más porque una parte de los vehículos vendidos en Rusia se hacían fuera total o parcialmente. Renault, por ejemplo, ensambla sus coches en Rusia en una planta cercana a Moscú que pertenece a una empresa conjunta francorusa llamada Avtoframos. Los Renault Megane o Sandero que salen de esa planta incorporan piezas hechas en Europa que ya no pueden llegar. Respecto a los vehículos de lujo tipo Mercedes o Maserati que tanto gustan a los millonarios rusos, se traen terminados de Alemania e Italia así como todas sus piezas de recambio. Incluso el gigante nacional Avtovaz, fabricante de los Lada, importa muchas piezas de Occidente.

Empresas como Renault y otras muchas cuya sede central en Occidente tenían una gran presencia en el mercado ruso. Estas multinacionales empleaban al 12% de toda la fuerza laboral rusa (unos 5 millones de trabajadores). Prácticamente todas han dejado de operar. Son más de mil empresas que representan en torno al 40% del PIB que, o se han ido, o han reducido a la mínima expresión sus operaciones en el país. Esto ha supuesto una fuga simultánea y sin precedentes de capital y talento.

Se estima que han salido del país medio millón de personas, muchas de ellas trabajadores altamente cualificados que son los que ninguna economía puede permitirse perder

Empresas como Renault y otras muchas cuya sede central en Occidente tenían una gran presencia en el mercado ruso. Estas multinacionales empleaban al 12% de toda la fuerza laboral rusa (unos 5 millones de trabajadores). Prácticamente todas han dejado de operar. Son más de mil empresas que representan en torno al 40% del PIB que, o se han ido, o han reducido a la mínima expresión sus operaciones en el país. Esto ha supuesto una fuga simultánea y sin precedentes de capital y talento. Se estima que han salido del país medio millón de personas, muchas de ellas trabajadores altamente cualificados que son los que ninguna economía puede permitirse perder.

Todo eso, según algunos, se diluirá con las reservas del Estado y el superávit presupuestario por la venta de hidrocarburos. Según el Gobierno, Rusia tendrá este año un superávit del 2% sobre PIB. Seguramente no sea cierto. El Estado ruso encadena los déficits desde 2008. Lo tuvo incluso cuando el petróleo estaba más caro que ahora hace diez años. Es poco probable que tengan superávit metidos como están en una guerra con los inmensos gastos que conlleva. Es cierto que en el fondo soberano hay dinero y que tienen unos 600.000 millones de dólares en reservas, pero no todos están en Rusia o en países aliados, sino en Occidente y han sido congelados sine die, unos 300.000 millones de los que no puede echar mano.

Una acción muy lenta

En cuanto al rublo, este es sin duda la estrella de la propaganda rusa. Se ha revaluado muchísimo en los últimos meses y está incluso mejor que antes de la guerra. La apreciación del rublo es consecuencia de un control de capitales draconiano. Es prácticamente imposible para los rusos comprar dólares legalmente o incluso acceder a sus depósitos en dólares. Eso por un lado, por otro, inflan artificialmente la demanda de rublos obligando a pagar el gas en esa divisa. De todos modos, el tipo de cambio oficial es engañoso, ya que, como era de esperar, el rublo cotiza a volúmenes mínimos respecto a antes de la guerra debido a la baja liquidez. Es decir, el tipo de cambio es más una consecuencia de la política monetaria y una expresión de la balanza comercial que de un mercado de divisas libre y líquido.

No marcha, en definitiva, bien la economía rusa y peor marchará dentro de unos meses. El veneno inoculado por las sanciones es de acción lenta y tarda en dejarse sentir. No sabemos hasta donde está dispuesto Putin a llegar en el frente económico, pero si sabemos que está desesperado buscando aliados (la semana pasada estuvo en Teherán tratando de acercar posturas con Ebrahim Raisi). Por más que se empeñe en controlar la información, sabe que el tiempo corre en su contra.

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