Opinión

Vara, Page y Lambán, tres toreros de salón

El PSOE es un partido muerto en el que no cabe la discrepancia, y lo que es peor, en el que escasean las ideas propias

Se preguntaba en 1799 Inmanuel Kant:

-¿Qué recuerdo queda de los hombres?

Se respondía Kant:

-Una hora de trabajo para el marmolista. 

Eso va quedar del PSOE tras el pacto de sangre con los proetarras de Bildu. Después de 141 años de vida compleja, atrabiliaria y, por qué no reconocerlo, exitosa en lo tocante a la modernización de España con Felipe González, alguien se prepara este martes para darle trabajo al cincel y esculpir una lápida que recuerde que ese PSOE está muerto. El PSOE no existe. Sánchez se lo tragó tras un ataque de venganzas y revanchas, y de paso terminó con aquellos que lo echaron, aquel uno de octubre, de un esperpéntico Comité Federal.

El alma del PSOE para muchos españoles que lo han votado -incluso aquellos que lo han votado siempre-, descansa en esa lápida virtual de la que les hablo. Habría que ponerla junto a la que recuerda su nacimiento en 1879. En la taberna casa Labra de Madrid, entre aromas a bacalao, banderillas de escabeche y fritanga. Ahí bien podrían colocar ese mármol que recuerde lo que tantos de sus votantes, y muchos militantes, dan por consumado, el final de lo que fue y ya no es. Que tengan las siglas no significa más que eso, que las tienen. Con una siglas no se puede dar a una formación el tono moral y ético que tuvo. Ese tono moral y ético cuando ETA asesinó a Germán González López, Enrique Casas, Vicente Gajate, Fernando Múgica, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui, Ernest Lluch, Isaías Carrasco, Joseba Pagazaurtundúa… 

Sólo el acto de recordar a sus víctimas debería helar la mano de quien ordena firmar acuerdos con los proetarras. Esos muertos, además, no son sólo del PSOE, son de todos los españoles que sentimos la misma pena que sus compañeros de partido. Era la democracia la que estaba siendo atacada cuando ETA mataba a Lluch, a Ordóñez o al periodista José Luis López de la Calle

Se me hace muy cuesta arriba creer que el trastorno de valores que vive la cúpula sanchista haya afectado a José Luis Ábalos hasta el punto de asegurar que Bildu ha tenido, en lo tocante a los Presupuestos, más responsabilidad que el PP

A estas alturas me sonroja la cita, por manoseada y mal contada, de aquello que cuenta Chaves Nogales del banderillero de Belmonte, que llegó a gobernador Civil de Huelva “degenerando”, que es como diligentemente se pasa del albero a la moqueta. Y de las pistolas al escaño. Y ya que estoy con Nogales, los periodistas deberíamos dejar de contar este sucedido y leer como se merece al periodista que nos descubrió que hubo en la Guerra Civil -y sigue habiendo-, una tercera España.

Se me hace muy cuesta arriba creer que el trastorno de valores que vive la cúpula sanchista haya afectado a José Luis Ábalos hasta el punto de asegurar que Bildu ha tenido, en lo tocante a los Presupuestos Generales más responsabilidad que el PP. Claro, habla de la “responsabilidad” de Bildu mientras el sistema va acercando a asesinos etarras a cárceles del País Vasco y Navarra.

Se me hace muy cuesta arriba, aunque no sé por qué; a fin de cuentas, Pedro Sánchez dio a Bildu en el Senado el pésame por el suicidio del preso etarra Igor González Sola.

"Lamento profundamente su muerte", dijo Sánchez, mientras algunos sentíamos como se movía la tierra de las sepulturas y se agrietaban las lápidas de los casi mil asesinados por ETA. Recuerdo esto del pésame de Sánchez y, créanme, me parece que es mentira. Que no puede ser.  Que es un invento artero de un periodista hijoputa.

Después de este pésame infame todo podía suceder. Y en esto llega Ábalos con su teoría de que Otegi hace gala de un sentido de la responsabilidad que no tiene Pablo Casado

Después de este pésame infame todo podía suceder. Y en esto llega Ábalos con su teoría de que Otegi hace gala de un sentido de la responsabilidad que no tiene Pablo Casado. Pronto llegará el día en el que Ábalos sienta que están pactando y uniendo las siglas socialistas "con un monstruo que tiene la presteza del saurio y la flexibilidad del ofidio". A Galdós, refiriéndose a un ser desagradable y cruel, le he leído semejante definición, que traigo aquí con mucho interés.

Hace unos días en la tertulia de El Enfoque de Onda Madrid, Victoria Lafora, Juan Fernández Miranda, José Marcos y quien esto escribe, cuatro periodistas por lo general bien informados y con una memoria despierta y viva, se preguntaban por la fecha en la que el PSOE había celebrado su últimas ejecutivas. Y sí, ya lo sé, ayer fue la última, tan inane como la anterior. Pero, sobre todo, nos preguntábamos por su último Comité Federal. Y se preguntaron también si en el PSOE había alguna corriente de opinión interna… Y se preguntaban también por el último disidente que hubiera expresado su discrepancia en un órgano del partido y no en una radio o un periódico. Y tuvieron que hacer memoria. Y echaron mano de Google. Y aún así la cosa no quedaba clara. Tiempos aquellos en los que se oían los truenos y se veían los rayos en esas reuniones. 

El dictamen ya está escrito. El PSOE es un partido muerto en el que no cabe la discrepancia, y lo que es peor, en el que escasean las ideas propias. Y lo que es peor aún, cuando las hay no tienen en la dirigencia el menor efecto. Hasta la señora Lastra, ese cráneo privilegiado de la ciencia política, se quita las moscas con el abanico cuando escucha a alguien fuera de la ortodoxia y el catecismo sanchista. ¡Esos barones que se aburren tanto…!  

Pero sucede que Francisco Javier Lambán quiere la aseada compañía de Inés Arrimadas y no la de Gabriel Rufián. Un Rufián que, -¿lo han notado?-, usa acento de chulapo y manolo madrileño que, mal que le pese, parece haber sacado de una obra de Carlos Arniches

Y sucede que Emiliano García Page, que conoce bien la tres reglas de la lidia: parar, templar y mandar, asegura que no tiene un pase caer en las manos de Podemos y los de Bildu. 

Y Guillermo Fernández Vara, un romántico de su oficio de galeno, que se receta unos antieméticos que le permitan contener los vómitos que siente ante lo que ve, escucha y hace su partido. 

Da igual lo que digan estos tres educados disidentes, a los que ¡por fin! se ha sumado Susana Díaz. ¡Qué manera de callar, que forma de desparecer, señora Díaz! La respuesta de la dirigencia sanchista a esos pellizcos de monja es la pura ignorancia. Hacen como que no existen. Y si existen, no importan. Han blanqueado a Bildu, aunque ellos hablan de normalizar. Y cuando alguien les acorrala en una entrevista, entonces sacan el espantajo de que el PP ha blanqueado a Vox. Como si una cosa y la otra sean la misma. Como si Vox tuviera en su haber la historia asesina de los herederos políticos de ETA. Y el que no trague con esto, ya se sabe: un facha de tomo y lomo. 

No hay que pedirles a Lambán, Paje y Vara lo que no pueden y quizá no quieran dar, o sea una dimisión en su cargos del partido, aunque un gesto así dejaría en evidencia a los que han pervertido una sigla y cambiado la historia del PSOE. Sí se les puede exigir que pidan la convocatoria de un Comité Federal -ese que dicen que es el máximo órgano entre congresos-, y pongan las cartas boca arriba. Lambán, Paje y Vara no están de acuerdo con la deriva de lo que aún llaman PSOE. ¿Y qué más? ¿Y después, qué? Un par de grageas de un antiemético, a ser posible Haloperidol, que quita de inmediato las ganas de regurgitar. 

En fin, nada. Silencio estruendoso. El PSOE ya no es un  partido, es tan solo un oxímoron. Una cuadrilla de “autómatas sin alma”, que dice, ¡ay!, el socialista Nicolás Redondo Terreros. Otro facha de libro, vaya.

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