Opinión

Solo los pobres no tienen patria

Si usted es médico, ingeniero, matemático… no podrá abandonar el territorio nacional hasta los ¿35, 40, 45 años?

Parece que ahora nos damos cuenta de que se nos va la gente más formada y joven, la que tiene más capital humano. La que tiene más conocimiento y más años para explotarlo. ¿Qué hacemos para evitarlo? ¿Crear las condiciones para que se queden o prohibirles la salida?

Imagino que como a otros capitalistas (aunque estos, los jóvenes capitalistas del conocimiento, de momento, son pobres y “sólo” tienen eso: su conocimiento y su juventud) les diremos que son egoístas o que sólo los ricos (¿qué ricos?) no tienen patria. Algunos dirán que les hemos pagado la formación (no siempre, no toda) y ahora se van. ¿Se plantearán si la educación superior debe ser gratuita o casi? No creo. Terminaremos, ¿por qué no?, elaborando un catálogo de formaciones académicas estratégicas y prohibiendo la salida de España de los que las poseen. Si usted es médico, ingeniero, matemático… no podrá abandonar el territorio nacional hasta los ¿35, 40, 45 años? Si usted ha hecho un brillante máster de Estudios de Género y Desigualdad, puede ir donde quiera (si encuentra dónde ir). Al fin y al cabo, en la Economía de los Intangibles, donde Amazon tiene más valor que la General Motors, ser rico es otra cosa y lo único a lo que se aspira, muy legítimamente, es a convertir en dividendos la inversión.

No ha sido buena idea realizar todos los ajustes a costa de los que vienen para mantener los derechos de los que están

Crear las condiciones para que se vayan, maltratar a nuestros jóvenes más brillantes, no creo que haya sido una buena idea. Los necesitamos. Los que estamos atrapados (casi 40 años de cotización nos contemplan) en un sistema de reparto para el cobro de nuestras pensiones, más que nadie. No hay pensiones dignas, si no hay cotizantes desahogados. Otro día hablamos de ir dejando este absurdo sistema de reparto para pasar al de capitalización (y si es de gestión privada, mejor). De momento, vamos a ver qué podemos hacer por nuestros pensionistas actuales y próximos.

No ha sido buena idea realizar todos los ajustes a costa de los que vienen para mantener los derechos de los que están. De esto saben mucho los sindicatos y los funcionarios. Pero como no rectificamos, vamos a volver al feudalismo: los siervos no pueden abandonar el territorio porque los señores tienen que vivir. Como en Cuba, como en Corea del Norte, como en el bloque soviético… El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Y de malas, más.

La inmigración es preocupante, no cabe duda. La emigración, también. La primera es campo de batalla político. De la segunda ni se habla. A veces parece que queremos que los inmigrantes paguen las cuentas de los emigrantes. No parece posible, porque la diferencia entre el capital humano que traen unos y se llevan otros es muy grande. A veces parece que los primeros merecen todo y los segundos, los nuestros, nada. No se puede tener un corazón tan grande (Moreno, dixit). La cardiomegalia es un síntoma de que algo no va bien. El refranero es sabio: por la caridad entra la peste y el verdadero prójimo está muy próximo, añado yo.

Pedir sacrificios a los mejores

Les pedimos a los que se van que se queden a pagar la cuenta de sus mayores. Mala patria la que pide eso, mala patria la que no da oportunidades. Es difícil amar a unos padres que piden tantos sacrificios (a los que se los piden, a los mejores). Y aun así, los aman, porque son buenos chicos, pero los que somos padres y hemos sido hijos, sabemos con qué facilidad torna el amor en odio. Sabemos con qué facilidad el hijo no pródigo no entiende a un padre que sólo quiere el sustento de sus últimos años y un asalariado menos, el hijo pródigo, y un siervo barato que cultiven sus campos, en lugar de un ingeniero agrónomo de su estirpe al frente que haga ricos a sus nietos.

Nuestros emigrantes son ricos, aunque sus dividendos sean ahora escasos. Podemos darles la oportunidad de que los perciban en España o seguir negándoselo para que no se enfaden ni el hijo pródigo ni los siervos. Y es que sólo los pobres no tienen patria. Los ricos, las que quieran.

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