Opinión

Son las ideas, Feijóo

Son las ideas las que te darán o te hurtarán la victoria dentro de año y medio. La batalla cultural, sí, esta batalla cultural que tanto te incomoda

Es conocida la fe inquebrantable e impermeable a la experiencia que las sucesivas cúpulas del Partido Popular han tenido y tienen en la buena y eficaz (que no eficiente) gestión como llave del éxito electoral y herramienta óptima para ganar la adhesión de la ciudadanía. Recurriendo al método inductivo, ahí va un ejemplo de que el comportamiento del votante obedece a razones más sutiles que esta simplicidad de enfoque marca de la casa en la planta séptima de Génova 13: dos tipos socialistas que fueron presidentes de la Junta de Andalucía organizaron, promovieron y ejecutaron con participación activa de docenas de altos cargos de la administración que encabezaban la creación de un fondo de reptiles externo al control presupuestario de casi 700 millones de euros con el que durante años alimentaron toda suerte de operaciones irregulares a cual más fraudulenta para favorecer a amigos, parientes y correligionarios y asegurar así la hegemonía en las urnas de su partido. Téngase en cuenta que estamos hablando no de sospechas o rumores, sino de hechos constatados en una sentencia firme del Tribunal Supremo que condena a la pareja de bergantes que lideraba el tinglado delictivo a severas penas de prisión e inhabilitación por prevaricación y malversación.

Si hoy se celebrasen elecciones generales, los sondeos indican que el PSOE mantendría un centenar de diputados, es decir, que varios millones de celtíberos seguirían inconmovibles en su sufragio a Pedro Sánchez y a sus siglas

Pues bien, la reacción de las máximas instancias del PSOE ante este bochornoso acontecimiento, empezando por su pétreo secretario general y presidente del Gobierno, ha sido la de declarar que los dos desaprensivos malandrines son personas honradas y que se sienten orgullosos de ellos. De acuerdo con una lógica elemental, semejante tropelía acompañada de tan indignante apoyo a sus responsables, habría de suscitar la repulsa y la indignación de una inmensa mayoría de españoles, con lo que en estos momentos las encuestas deberían registrar una intención de voto al Partido Socialista próxima a cero. Sin embargo, nada de eso está sucediendo. Si hoy se celebrasen elecciones generales, los sondeos indican que el PSOE mantendría un centenar de diputados, es decir, que varios millones de celtíberos seguirían inconmovibles en su sufragio a Pedro Sánchez y a sus siglas. La conclusión derivada de este singular fenómeno no puede ser otra que la de que los votantes no deciden su papeleta en función de lo que es verdadero o evidente o éticamente correcto, sino por causas misteriosas que conducen al fracaso de los candidatos que las ignoren.

Aunque los análisis al respecto existen desde hace décadas, ha sido un pensador “progresista” norteamericano, George Lakoff, el que ha popularizado recientemente la explicación de las aparentes paradojas de los vaivenes electorales a partir de la ciencia cognitiva en su best-seller No pienses en un elefante. Lo que Lakoff describe en su ameno ensayo son las claves que determinan la posición política de los ciudadanos y demuestra que la suposición en principio sensata de que a la hora de elegir su opción electoral las personas se basan en el examen racional de la realidad, en la verdad de las cosas y en la calidad moral y la competencia de los aspirantes a gobernar, es en buena medida infundada. Esta hipótesis equivale a la que en economía ve a los consumidores como agentes exclusivamente optimizadores de sus beneficios ateniéndose a los datos objetivos del mercado. Está claro que no es así y que inversores, compradores y vendedores actúan por motivaciones que trascienden y a veces contradicen lo que dictaría la fría razón y de ahí las catástrofes financieras y los desequilibrios destructivos que nos castigan con mayor frecuencia que la que desearíamos. Otro ejemplo de irracionalidad manifiesta en nuestro país lo encontramos en el separatismo catalán. La obstinada obsesión en sus afanes secesionistas se ha traducido en el empobrecimiento material, en la división social, en el desprestigio internacional y en el declive cultural de Cataluña, con grave daño para sus ciudadanos. Pese a ello, el cincuenta por ciento de los catalanes siguen prisioneros de este espejismo deletéreo que los está arruinando y que les tiene sumidos en una dolorosa frustración colectiva.

Detrás de las opiniones, las tomas de posición y los votos de las personas se sitúa indefectiblemente un esquema ético, una convicción sobre lo que está bien y lo que está mal

Tal como George Lakoff nos revela en las brillantes páginas de No pienses en un elefante, la gente no se adscribe a un color y a una doctrina política determinada mediante la razón y una desapasionada evaluación coste-beneficio. Lejos de ello, se define como socialista, comunista, liberal o conservadora y se adhiere a tal o cual programa o a tal o cual política pública, según una identidad y un marco mental instalados en su cerebro, en gran parte inconscientes, que son los que le orientan en una u otra dirección en el momento de votar o de activarse políticamente en su comunidad. Este marco y esta identidad están dotados de considerable rigidez y es muy difícil modificarlos por rotunda que sea la evidencia que los ponga en cuestión. Un aspecto esencial del modelo de Lakoff es la naturaleza fundamentalmente moral de las posiciones políticas. Detrás de las opiniones, las tomas de posición y los votos de las personas se sitúa indefectiblemente un esquema ético, una convicción sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto en un plano axiológico. En definitiva, no nos ubicamos y actuamos políticamente como seres estrictamente racionales, sino que, sin negar que una fracción de nuestro comportamiento obedece a un enfoque racional, un área muy extensa de nuestra autoidentificación en el terreno político se fundamenta en valores, principios morales y concepciones del mundo arraigados en nuestros circuitos cerebrales, no siempre conscientes, que cuesta muchísimo alterar.

Son las ideas, Feijóo, son las ideas, las que te darán o te hurtarán la victoria dentro de año y medio, la batalla cultural, sí, esta batalla cultural que tanto te incomoda como incomodaba a tu paisano y predecesor. Y te diré más, también en tu Galicia natal han sido las ideas las que te han obsequiado con cuatro mayorías absolutas. Quizá sin que tú lo hayas advertido, tus conciudadanos han incorporado a su cosmovisión el marco mental que tú has sabido configurar y que ha encajado como un guante en lo que la mayoría de gallegos estima bueno, valioso y deseable, Lucha, pues, con y por las ideas, exhibe coraje y compromiso, y déjate de pamplinas centristas y de moderaciones mediocres. Si no te atreves o no sabes hacerlo, es posible que formes Gobierno en 2024, tal es el desastre que ahora nos tritura, pero será un éxito efímero, que no detendrá ni revertirá la vertiginosa caída en la que nos encontramos. Gran responsabilidad la tuya. Ojalá estés a la altura de lo que demanda de ti esta hora dramática y decisiva de España.

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