Opinión

El sonido del nuevo cuarteto europeo

La misión del cuarteto que a partir de ahora dirigirá la Unión Europea, es defender el proyecto político más extraordinario de la Historia de los ataques internos y externos de

La misión del cuarteto que a partir de ahora dirigirá la Unión Europea, es defender el proyecto político más extraordinario de la Historia de los ataques internos y externos de las fuerzas de la barbarie. El Consejo Europeo y el Parlamento han seleccionado en uso de sus respectivas competencias al nuevo cuarteto que durante los próximos cinco años tocará la melodía comunitaria.

Como suele suceder en los asuntos de la UE, el resultado final de las arduas negociaciones para designar a las personas que ostentarán los puestos clave de su compleja estructura ha sido inesperado y han surgido tapados de última hora que han permitido desatascar el proceso. Manfred Weber, Franz Timmermans, Margrethe Vestager y Michel Barnier, que entraron en el cónclave como papables, han salido sin la tiara y figuras de las que nadie había hablado, como Ursula von der Leyen y Charles Michel, han sido inesperadamente ungidos. Así son los enredos de Bruselas, un intrincado juego de equilibrios ideológicos, económicos y nacionales que muy pocos dominan y muchos menos entienden.

Ya sabemos pues quién se sentará ante las teclas del piano (la Comisión, Ursula von der Leyen), quién extraerá arpegios del violín (el Consejo, Charles Michel), quién sujetará el violoncelo (el Parlamento, David Sassoli) y quién hará sonar el contrabajo (el Banco Central Europeo, Christine Lagarde): una virtuosa alemana, un concertista belga, un artista italiano y una instrumentista francesa.

Los jefes de Estado y de Gobierno han decidido sobre el nombre de las cabezas de la Comisión (pendiente de la ratificación de la Eurocámara), del Consejo y del Banco Central, el Parlamento sobre su propio presidente. Un cuarteto de políticos de cuatro Estados fundadores, pocas bromas esta vez con las cosas de comer, y ninguno de perfil técnico; todos bregados en el áspero arte del gobierno (von der Leyen, Michel y Lagarde) o en el turbulento ejercicio del periodismo (Sassoli) en sus países de origen.

Cuatro políticos bregados de cuatro Estados fundadores, ninguno de perfil técnico. Pocas bromas esta vez con las cosas de comer

El Parlamento inicia su andadura desairado por el Consejo Europeo, que no ha tenido en cuenta a los llamados Spitzenkandidaten, es decir, los nombrados por los partidos políticos europeos como sus aspirantes a presidir la Comisión. Ninguno de ellos ha sido considerado para esta trascendental responsabilidad, y en particular Manfred Weber, el propuesto por el Partido Popular Europeo, el Grupo Parlamentario más numeroso del hemiciclo de Estrasburgo.

Aunque el Tratado prescribe que el señalado para presidir la Comisión se nombrará teniendo en cuenta el resultado de las elecciones europeas, el redactado del correspondiente artículo es lo suficientemente vago como para justificar una presidenta perteneciente a la CDU, o sea al PPE, la formación más votada. La idea de los Spitzenkandidaten fue eso, una idea concebida para dar legitimidad democrática a esta función, pero carece de base normativa precisa. Los jefes de Estado y de Gobierno se han negado, en buena lógica comunitaria, a renunciar a uno de sus poderes más significativos, el de proponer al Parlamento al máximo responsable del Ejecutivo de la UE.

Desde su fundación hace setenta años la Unión Europea, que lo es de Estados y de ciudadanos, ha ido avanzando desde una concepción casi exclusivamente intergubernamental hacia una federalización creciente en la que el Parlamento ha adquirido progresivamente protagonismo. De una Asamblea de diputados nacionales meramente simbólica y consultiva ha pasado a ser una institución fundamental con amplísimos poderes legislativos, presupuestarios y de control de la Comisión.

Sin embargo, cualquier aceleración excesiva en ese camino es muy peligrosa y genera reacciones irritadas tanto de los Gobiernos nacionales como de los votantes. El fiasco de la Constitución Europea fue una buena prueba de la necesidad de un prudente gradualismo en el progreso hacia “una unión cada vez más estrecha”. Es por eso que el invento de los Spitzenkandidaten ha durado poco.

Los jefes de Estado y de Gobierno se han negado a renunciar a uno de sus poderes más significativos: seleccionar al máximo responsable del Ejecutivo de la UE

¿Cómo sonará el cuarteto que pronto se presentará ante el público? Las cualidades de un sonido son la intensidad, el tono y el timbre. La primera queda garantizada por la solidez y la preparación de los concertistas; el segundo no parece probable que nos ofrezca notas desafinadas dada la evidente compatibilidad de los integrantes del equipo; y el tercero esperemos que sea agradable al oído porque deberá cautivar a la ciudadanía europea compitiendo con la algarabía que los populismos anti-integración van a montar con toda seguridad en cada ocasión que se les ofrezca.

Las dificultades que se verán obligados a capear estos cuatro flamantes eurócratas no serán pocas: la adaptación de la economía europea a un cambio tecnológico sin precedentes, la defensa del modelo y de los intereses europeos en un planeta dominado por la pugna entre dos superpoderes arrolladores; y la preservación del proyecto político de paz, libertad y prosperidad más extraordinario de la Historia frente a los ataques internos y externos de las fuerzas de la barbarie. Hemos de hacer todo lo posible para que tengan éxito.

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