El mundo separatista es batiburrillo de siglas, partidos y escisiones. Menos mal que presumen de unidad.
La lógica gobierna la imaginación, si hemos de hacer caso a Oscar Wilde, dado que la vida real consiste en un tremendo caos. No busquen, por lo tanto, razonamiento alguno en el proceder de los separatistas en lo cotidiano, porque es imposible. Su razón se halla en los paraísos emanados de sus deprecaciones mentales y, más allá de esos palacios mentales, va a ser harto difícil que encuentren nada digno de ser tenido en cuenta desde un punto de vista mínimamente racional.
Ejemplo: un movimiento que se jacta de lo unívoco no podría estar más fragmentado a día de hoy. Un solo país, un solo pueblo, una sola lengua, una sola escuela, un solo anhelo de independencia, todo es siempre uno, solamente les falta para coronar ese repertorio tan fascista como monótono y aburrido añadir la figura de un solo líder. A Puigdemont ya le gustaría, porque su afición al cesaropapismo es singularmente desmedida, pero no quieren darle esa satisfacción ni los suyos ni los demás. Este fin de semana se escenificó un nuevo disgusto para el ilustre fugado de Waterloo: se creaba la Crida como partido político con un éxito exactamente similar al de muchas fincas agrarias, es decir, manifiestamente mejorable.
El del flequillo quiere unidad porque sabe que, yendo solo, no va a prosperar más de lo que podría hacerlo un vendedor de crecepelo en una convención de rastafaris. De ahí que su cantinela sea que Esquerra, las CUP, el PDeCAT y María Santísima dejen de chicolear y se sometan al yugo de su égida. Ah, pero anda el separatismo harto resabiado con el chico del maletero y Esquerra, por boca de Ernest Maragall, le ha dicho que los problemas del centro derecha separatista deben resolverse entre los propios afectados, y que a él no le metan en líos. Gran favor ha hecho al calificarlo de centro derecha, porque Puigdemont es extrema derecha pura y dura. Al citado no le ha hecho ni pizca de gracia ese desaire tan maragalliano, por otra parte, y se siente más ultrajado que los Infantes de Carrión.
Puigdemont y la Crida tampoco es que estén a partir un piñón con sus ex compañeros, los de la neo convergencia
Puigdemont y la Crida tampoco es que estén a partir un piñón con sus ex compañeros, los de la neo convergencia. David Bonvehí ya dejó claro en su día que, de pasarse todos en bloque a la Crida, nada de nada. Me cuentan que el de Waterloo no lo entiende, achaca todo esto a una conjura de Artur Mas – en parte tiene razón – y se devana los sesos pensando cómo podría atraer a quienes hasta ahora han sido la viga central del aparato nacional separatista. Si leyera a Chesterton, sabría que el lógico, cuando está desequilibrado, intenta aclararlo todo y, fatalmente, se confunde muchísimo. Consecuentemente, la estupefacción en Bélgica – la de los separatistas huidos, no la de los belgas, aunque nada es descartable – es de pronóstico reservado.
Ha intentado poner a un preso, Forn, como cabeza de cartel a ver si así daba lástima, ha jugado con Artadi y Munté de manera ignominiosa, ha amenazado por vía de Torra. Ningún resultado a día de hoy. Y sin una lista unitaria a la alcaldía de Barcelona y otras ciudades importantes, las CUP que no saben si ingresar en un convento o comerse al hipopótamo del zoo y Esquerra haciendo números a ver si suma con socialistas y podemitas, Cocomocho languidece entre los fríos invernales sin saber muy bien como solventar su papeleta, que no es otra que pasar a la historia como líder profético y preclaro. Con lo de preclaro ya se conformaría, porque está el hombre de rebajas.
Mientras la sopa de letras separatista aumenta el bloque constitucionalista anda entre Pinto y Valdemoro
Mientras la sopa de letras separatista aumenta, porque a los anteriores partidos hay que añadir las listas que presenta la ANC y demás hierbas, el bloque constitucionalista anda entre Pinto y Valdemoro, con un PP que, al menos, tiene a Bou como candidato más que presentable en Barcelona y a García Albiol como sólido alcaldable en Badalona, con Ciudadanos que tiene a Manuel Valls, lo que equivale a decir que tiene un sobre sorpresa de aquellos que comprábamos en mis mocedades por cinco pesetas a ver qué salía –de lo de Valls y Lliures hablaré un día con calma y tranquilidad, porque es del género lírico– y luego tenemos a los del PSC, que están a ver cuantos amiguetes pueden colocar.
Podemitas y Esquerra son harina de otro costal y también daremos puntual noticia de sus peripecias, aunque sean quienes, en definitiva, tengan la sartén por el mango en estos comicios locales. Habrá que pactar con ellos para gobernar, si no eres constitucionalista, claro, o posees un mínimo de buenas lecturas. Lo curioso es que esa sopa de letras, separatista, constitucionalista o descangayada, empieza a ser muy indigesta para el elector, que se mueve entre la prudencia de Néstor y la impaciencia de Pandora. Claro que, en todo este berenjenal, Vox aún no ha dicho esta boca es mía. Ignoramos qué candidato presentan en Barcelona, si es que van a presentase. Si lo hicieran no tendrían mal resultado, elucubro. Le están haciendo la campaña de forma gratuita quienes hablan cada día de cordones sanitarios o los que, con su pésima actuación política, causan desafección y rabia entre la gente que, al fin y al cabo, paga la fiesta de todos, no recibe casi nada a cambio y se siente estafada por esos mercachifles, esos vendedores de coches de segunda mano que te venden un Biscuter oxidado a precio de Rolls, esos mercaderes de alfombras apolilladas. Los políticos, vamos, para qué andarnos con hipérboles.
Saquen las palomitas, porque nos vamos a reír.