La campaña de Ángel Gabilondo tiene dos pilares: mostrar moderación frente a la polarización y reafirmar su personalidad ante el sanchismo. De esta manera pretende ponerse por encima del ruido que previsiblemente montará la discusión entre los extremos y, por otro lado, evitar el rechazo madrileño a Pedro Sánchez. De ahí su lema: “Soso, serio y formal”. Es el profesor que pone orden en el patio del colegio.
Ese perfil se debe a varias razones. La primera es que Gabilondo no puede desempeñar otro papel, y puesto que se trataba de la única opción del PSOE ante la sorpresa electoral había que usar su personalidad en lugar de esconderla o forzar otra. La segunda es que los madrileños, y los españoles en general, están hartos del ruido y de las pocas nueces. Cualquiera puede hacer demagogia, descalificar a los adversarios y montar escenitas. Estos excesos solo consiguen el aplauso de los ya convencidos, pero ni un voto más.
Además, la victoria se juega en el electorado moderado; es decir, rentabilizará el 4-M aquel que consiga el voto de los que quieren un Gobierno serio que se enfrente a la crisis y dé estabilidad, no conflicto y dudas. Es un votante que se disputan Ayuso y Gabilondo, con ventaja de la primera por el antisanchismo madrileño.
El problema del socialista en esta cuestión es la dependencia de Podemos, y en esto ha mentido, pareciéndose al Sánchez de 2019. El 20 de septiembre de ese año, el ahora presidente del Gobierno dijo que pensar en un pacto con Iglesias le causaba “pesadillas”. El 11 de noviembre, un día después de las elecciones, ambos sellaron el “pacto del abrazo”. ¿Cómo creer a Gabilondo cuando dice que pactar con el "radical" Pablo Iglesias le “intranquiliza"? El candidato hará lo que diga Sánchez.
Podemos, sin grupo parlamentario
Las encuestas dan al PSOE por debajo del 27%, pero los socialistas siempre suben en campaña. Apelan a la memoria y a los sentimientos, y consiguen movilizar a los suyos especialmente en zonas de gran densidad, como el Sur Metropolitano de la comunidad y en los distritos del sur de la capital. El objetivo era sumar todo el voto podemita dada la debilidad de Isa Serra, lo que supondría entre un 3 y 4%, y, además, repartirse los escaños porque Podemos quedaría sin grupo parlamentario. Esto ya no va a pasar porque Iglesias asegura su presencia en la Asamblea. Ahora bien, el podemita solo puede pactar con Gabilondo y, además, sirve para definir el perfil de soso y moderado por contraposición.
A esto el PSOE de Gabilondo piensa sumar un porcentaje de Más Madrid en torno al 5%, porque es un partido muy bisoño y violento. También cuentan los socialistas para la supuesta investidura con el grupo de Ciudadanos, toda vez que los de Aguado han funcionado más como oposición a Ayuso que como socio del PP, y ahora más.
El guapo
Sánchez juega su papel. Sabe que a los socialistas les pone que critique a Ayuso. Hasta ahora ese papel estaba destinado a Adriana Lastra y Rafael Simancas, mientras él trabajaba su perfil de impoluto hombre de Estado. En el caso de las elecciones del 4-M el PSOE, salvo Gabilondo, sacará toda la artillería marrullera contra Ayuso. Es una vieja táctica: mantener inmaculado al líder mientras los subalternos se tiran al barro para que pase. Unos insultan, mientras el otro se muestra como el estadista. De esta manera se cubre todo el espectro.
El presidente del Gobierno ha desvelado el mecanismo socialista: Gabilondo es “gobernar en serio”, como dice su lema, y no como Ayuso, que es “agresiva, corrosiva y destructora”. Es más; siguiendo su estilo ha mentido al decir que la Comunidad de Madrid ha bloqueado ayudas del Gobierno a autónomos y pymes. Serían 600 millones de euros que ahora están parados por los “intereses partidistas de la presidenta". Ayuso aparece así como una caprichosa egoísta, frente a la generosidad responsable del PSOE y su presidente.
En esos ataques Sánchez cuenta con el auxilio de “El periódico global”, que dedica editoriales y columnistas a insultar a Ayuso. Adjetivos como “trumpista”, “anarcolibertaria” y “nacionalista” son seguidos de descalificaciones personales que ponen en tela de juicio su estabilidad mental o su dolor por las muertes en la pandemia.
Todo es válido para Sánchez contra el PP, Casado y Ayuso. Se ha visto en el intento de golpe institucional en las autonomías, en el que ha fallado la coordinación y el compromiso de los conspiradores. ¿Cómo es posible que iniciaran un golpe sin tener asegurados a todos los diputados de Murcia? Ante el fracaso, quien sale a dar la cara no es Sánchez, auténtico muñidor del asunto, sino Ábalos. No es menester que el guapo se rompa la cara, sobre todo si ya se ha ido Iglesias.
El malo
Iglesias es un político fracasado. Incluso lo ven así sus antiguos compañeros. Apareció en la vida española para romperlo todo: la nación, la Constitución, el sistema de partidos, la monarquía y el capitalismo. Siete años después, para el que decía “el miedo va a cambiar de bando” y miraba a cámara soltando “tic-tac, tic-tac”, el único logro es un casoplón custodiado por la Guardia Civil.
Esa “audacia” consiste en tomar una decisión que le haga recobrar protagonismo, aquella situación que convirtió a Podemos en el personaje favorito del 'Sálvame' político español
Uno de sus lemas era “audacia”; esto es, ser osado ante la adversidad. Si unimos esto, que no significa nada, al engreimiento generado por quienes le han adulado como si fuera el Lenin vallecano, se explica su salto a la política madrileña. Esa “audacia” consiste en tomar una decisión que le haga recobrar protagonismo, aquella situación que convirtió a Podemos en el personaje favorito del 'Sálvame' político español: ser candidato frente a Ayuso decretando una “alerta antifascista”.
De ahí que haya entrado en campaña metiendo todo el ruido posible. Por eso soltó que Ayuso acabaría en la cárcel, intentó apuñalar a Errejón ofreciendo una alianza electoral, y dijo que Sánchez había engañado a sus electores con el asunto de los alquileres. Iglesias quiere marcar un perfil duro, propio, ser el contrapunto a Ayuso, quien se equivocó al cambiar el lema de “socialismo o libertad” por el de “comunismo o libertad”.
Lo mejor que el PP de Madrid puede hacer con Iglesias es pasar de él. Ya ha quedado dicho que es un fracasado y que su proyecto significa la muerte del Madrid libre y próspero. A partir de ahí toca presentar el plan propio, moderado y constructivo, plantar cara al “soso”, no distraerse con “el guapo”, y que quede claro quién es “el malo” y quién “la buena”. Vamos, ni Sergio Leone escribiría mejor guion.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación