Opinión

Su majestad el dólar

Que la economía estadounidense se desacelere es una buena noticia para el sistema del dólar porque significa que la Reserva Federal podrá ralentizar las subidas de tipos a finales de este año

Este año el dólar nos está mostrando todos sus poderes que, a la vista de cómo anda la cotización de otras divisas, son muchos más de los que muchos pensaban. En primavera, las sanciones impuestas al Banco Central de Rusia tras la invasión de Ucrania pusieron de manifiesto hasta dónde llega la influencia de Estados Unidos, especialmente cuando la ejerce en cooperación con sus socios europeos. Esto puso a Putin a merced de las autoridades bancarias de Estados Unidos y la UE, lo que vendría a decirnos que la OTAN, aparte de una alianza militar, es también una potencia financiera. Hasta ahora Rusia conseguido capear la tormenta, pero para hacerlo ha tenido que cerrar su sistema financiero al exterior y someter el interior a notables restricciones. Sus importaciones, de hecho, se han reducido a aproximadamente la mitad de su nivel anterior a la crisis.

Cuando se aplicaron las sanciones su impacto inmediato en Rusia hizo que muchos se cuestionasen si un sistema monetario que confiere un poder unilateral tan grande a un solo país -Estados Unidos- es justo y sostenible. En muchas partes del mundo no les parece ni una cosa ni la otra por lo que es posible que Rusia, China y la India traten de montar en el futuro un sistema monetario alternativo que les independice del dólar. Quizá lo hagan empleando el yuan como base de una cesta de divisas sostenida sobre una serie de materias primas que exportan estos tres países, pero ese sistema monetario alternativo aún no se ha materializado y el dólar sigue reinando.

Tan pronto como la Reserva Federal ha endurecido su política monetaria ha subido el dólar y eso provoca alteraciones en toda la economía global

Las materias primas, de cualquier modo, no son muy de fiar. Fluctúan demasiado. Lo mismo están por las nubes que de pronto se derrumban. Ahora mismo, por ejemplo, aún hay demanda de petróleo, gas y carbón, pero otras materias primas, como el hierro, se están abaratando porque la economía mundial está en plena desaceleración. China, entretanto, en lugar de convertirse en un centro alternativo para la economía mundial, está experimentando una hemorragia de capital extranjero a un ritmo mucho mayor que durante la anterior crisis.

Con el declive de los rivales del dólar, el poder financiero estadounidense es mucho más visible. Tan pronto como la Reserva Federal ha endurecido su política monetaria ha subido el dólar y eso provoca alteraciones en toda la economía global. No ha sido necesario intervenir militarmente, sino revaluar la moneda encareciéndola. Es sobre este dominio del dólar donde descansa en última instancia el éxito de las sanciones financieras a Rusia.

El sistema del dólar es una red comercial y financiera como lo fue en su momento el sistema del real de a ocho español o la libra esterlina en tiempos de la reina Victoria. En esa red la influencia política y el poder militar juegan un papel crucial. El dólar no tendría el valor que tiene si no estuviera respaldado por el poderío militar de EEUU y su control de los océanos mediante un sistema de flotas con bases en todo el mundo. Un sistema costoso sin duda, pero que apuntala la hegemonía estadounidense desde el final de la segunda guerra mundial.

Cerca del 90% de todas las transacciones de divisas se llevan a cabo en dólares, el 60% de las reservas están denominadas en dólares frente al 20% en euros, el 5% en yenes y el 2,5% en yuanes chinos

Pero la primera razón por la que todos escogen el dólar para librar sus pagos y atesorar sus reservas no es porque teman a la VI flota, sino porque que esta divisa es aceptada universalmente por cualquier acreedor y su liquidez es abundante. Esa es la razón que explica por qué cerca del 90% de todas las transacciones de divisas se llevan a cabo en dólares o que el 60% de las reservas estén denominadas en dólares frente al 20% en euros, el 5% en yenes y sólo el 2,5% en yuanes chinos. Basta con que la Reserva Federal suba los tipos de interés para que el mercado mundial sienta la sacudida en el acto.

Un dólar alcista crea ganadores y perdedores. Significa en primer lugar que otras monedas caen en términos relativos. Uno podría esperar que los efectos de un dólar al alza se compensen con los efectos de la caída del valor de otras monedas. Pero debido a la ubicuidad del dólar este no es el caso. Si el dólar sube, cualquiera que haya pedido prestado en dólares (y hay miles de millones de dólares en deudas pendientes en todo el mundo) ve cómo su deuda se encarece repentinamente. Un dólar revaluado también empuja hacia arriba el precio de los bienes que se exportan en dólares, haciéndolos menos competitivos. Resumiendo, que si el dólar sube, el comercio internacional lo nota automáticamente porque el poder adquisitivo del resto de divisas se reduce.

Desde mediados de 2021 el dólar ha subido un 15% de promedio frente a las principales divisas internacionales. El euro y el yen se han reducido a mínimos históricos. También lo han hecho las monedas de países emergentes desde Chile hasta Turquía pasando por Egipto o Argentina. Las devaluaciones relativas de sus monedas como resultado de la subida del dólar amplifican la presión inflacionaria que irradia la zona del dólar. Si estos países quieren evitar una devaluación y el consiguiente aumento del precio de las importaciones no tienen otra opción que igualar las subidas de tipos de la Fed. El resultado es que este año estamos asistiendo a un endurecimiento sincronizado de las políticas monetarias tanto en las economías del primer mundo como en las de los países en desarrollo.

Como en el caso de las sanciones financieras, siempre existe el riesgo de que, conforme se endurecen las condiciones crediticias, vayan rompiéndose los lazos que conforman el sistema financiero basado en el dólar. Para aquellas economías con problemas este riesgo es inmediato. Un ciclo de subida de tipos de la Fed no es un régimen de sanciones, obviamente, pero tiene el efecto predecible de impedir que las economías más débiles del sistema del dólar accedan a importaciones fundamentales y eso trae racionamientos de combustible y la una restricción casi total en el acceso al crédito.

Podríamos encontrarnos en la antesala de una crisis de deuda como la de los años 80, especialmente en las economías más débiles y castigadas en las que los recursos son escasos, la deuda muy alta y tienen una gran dependencia del dólar

Ahí tenemos el caso de Sri Lanka que está ya en bancarrota. Argentina va por el mismo camino. En ambos casos sus economías ya estaban tocadas antes de la subida de las materias primas y de los tipos de interés del dólar y su deuda era insostenible, pero las nuevas condiciones les han llevado al borde del abismo. Lo de Sri Lanka y Argentina podría ser el aperitivo de algo mucho peor que está por venir. Podríamos encontrarnos en la antesala de una crisis de deuda como la de los años 80, especialmente en las economías más débiles y castigadas en las que los recursos son escasos, la deuda muy alta y tienen una gran dependencia del dólar. Ojo, a países como Sri Lanka o Argentina les estaría pasando exactamente lo mismo si la divisa de reserva internacional fuese el euro, el yuan o el franco suizo. Sus Gobiernos llevan mucho tiempo viviendo por encima de sus posibilidades y eso tiene como consecuencia que siempre van a estar flirteando con la quiebra.

Luego no está en cuestión el sistema del dólar. Siempre, desde que los españoles del siglo XVI globalizaron la economía, ha existido una divisa de reserva aceptada en todo el mundo. Desde hace 80 años es el dólar estadounidense, pero nada cambiaría si fuese otra. El problema no está en la divisa que se utilice para realizar pagos y atesorar reservas, sino en la adicción a la deuda que tienen muchos Gobiernos que se asemejan a esos ludópatas que viven al fijo de la navaja pidiendo dinero a usureros. En cuanto el bribón les sube el interés de los préstamos quiebran y a partir de ahí o entregan su casa o les rompen las piernas.

Lo que estamos comprobando ahora es que el sistema del dólar está aún lejos de desaparecer. Aparte de estar respaldado por intereses comerciales y geopolíticos, es resistente y está profundamente arraigado. Vivimos en lo que los economistas denominan "el consenso de Wall Street", ese entramado de bancos de inversión y administradores de fondos que mantiene la red financiera global basada en dólares. En las grandes crisis este sistema se convierte en algo así como una asociación público-privada que va de arriba a abajo por las líneas de liquidez que extiende la Reserva Federal a los principales bancos centrales de Europa, Hispanoamérica y Asia. Si hay problemas mayores como el actual de Ucrania, su alcance se amplía mediante la cooperación entre Estados Unidos y sus socios en Europa y extremo oriente. El sistema en última instancia se sostiene sobre el tamaño y el dinamismo de la economía estadounidense.

En los próximos meses todo dependerá de hasta dónde esté dispuesta a llegar la Reserva Federal con los tipos. Eso depende de la rapidez con la que baje la inflación. Si la economía de EEUU sigue sobrecalentada, la Fed tendrá que recurrir a tipos de interés más altos redoblando así la presión sobre el resto del mundo. En ese sentido que la economía estadounidense se desacelere es una buena noticia para el sistema del dólar porque significa que la Reserva Federal podrá ralentizar las subidas de tipos a finales de este año. El mejor de los casos sería una leve recesión con la inflación cayendo a plomo, lo que en Washington denominan “aterrizaje suave”. Ya veremos si lo consiguen.

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