Opinión

El suicidio de Cs y la loca de Ayuso

"Inés solo pretende marcar un perfil propio para volver a ser un partido bisagra y evitar su desaparición engullido por el PP". Así justificaba el miércoles pasado un miembro destacado

"Inés solo pretende marcar un perfil propio para volver a ser un partido bisagra y evitar su desaparición engullido por el PP". Así justificaba el miércoles pasado un miembro destacado de Ciudadanos la moción de censura presentada en Murcia para dejar de gobernar con el PP y pasar a hacerlo con el PSOE. La operación formaba parte de una estrategia diseñada por el partido naranja para regresar al centro, lo que incluía rectificar el error cometido en el verano de 2019, cuando tras las elecciones autonómicas Cs pactó todo lo que pudo con el PP, olvidándose de que en regiones como Murcia, Madrid o Castilla y León los populares llevaban décadas gobernando... y quizás hubiera sido mucho más saludable para la democracia fomentar la alternancia. Era en eso en lo que estaba Arrimadas: tratar de ocupar un espacio equidistante entre el PP y el PSOE, huir del mantra de "las tres derechas" y de la foto de Colón. El problema es que eligió muy mal día para dejar de fumar.

Arrimadas tiene todo el derecho a poner en marcha la estrategia que mejor considere, porque para eso la eligieron en primarias sus militantes (recordemos que obtuvo el 77% de los apoyos), pero lo ocurrido estos días le deja en muy mal lugar, porque ha fallado estrepitosamente en los tiempos, las formas y el fondo. El momento elegido no pudo ser peor: en mitad de una pandemia, cuando la gente está preocupada por salvar su vida o su empleo. Alguna mente brillante en Cs pensó que, tras las elecciones catalanas y con dos años por delante sin comicios, era el mejor momento para realizar el viraje definitivo. Pero la maniobra ha sido tan burda que es difícil encontrar a alguien que la defienda más allá del habitual coro de sectarios, que entraron en éxtasis ante la mera hipótesis de que el PP perdiera uno de sus feudos.

En cuanto a las formas, resulta especialmente llamativo que un partido que integra un Gobierno presente una moción de censura contra sí mismo. Debe ser este un caso único en el mundo. Si de verdad está mal tu relación con el PP y consideras que son una panda de corruptos, lo primero que tienes que hacer es abandonar el Gobierno... pero no parece muy ético que te mantengas en los cargos mientras pactas bajo cuerda una cuota mayor de poder con los partidos de la oposición.

Echarte en brazos de un personaje cuya trayectoria provoca urticaria en tus propios votantes quizás no sea la mejor idea. Sobre todo porque corres el riesgo de quedarte sin votantes y, en consecuencia, sin partido

Y luego está la cuestión de fondo. Empeñarte en ir de la mano de Pedro Sánchez como estrategia para centrarte no parece lo más razonable, sobre todo porque llevas dos años tendiéndole gratuitamente la mano y él, en vez de agradecerlo, se ha orinado en tu cara siempre que ha podido. Qué pronto se olvida Arrimadas de que apoyó varias prórrogas del estado de alarma la primavera pasada con la condición de que se modificaran las leyes sanitarias para no tener que seguir en la excepcionalidad para frenar la covid... y aquí seguimos, inmersos en otro estado de alarma, pero esta vez ¡de seis meses! Echarte en brazos de un personaje cuya trayectoria provoca urticaria en tus propios votantes quizás no sea la mejor idea. Sobre todo porque corres el riesgo de quedarte sin votantes y, en consecuencia, sin partido.

Además, causan sonrojo las dos excusas esgrimidas para justificar el golpe de mano en Murcia. La primera tenía que ver con la vacunación fraudulenta de políticos del PP: si tanto le preocupan las vacunas al partido naranja por qué no pregunta a Sánchez dónde están las 28.000 dosis que los laboratorios han entregado a España pero que el Gobierno no ha trasladado a las comunidades autónomas, tal y como ha ido desvelando 'Vozpópuli' en lo que ya se denomina 'caso de las vacunas perdidas'. Y la segunda excusa es la supuesta corrupción generalizada en el PP murciano. Si eso es así, no se entiende qué hacían gobernando con ese partido, ni por qué no han presentado una denuncia en un juzgado relatando los supuestos delitos de los que han sido conocedores. Si tanto les repugna la corrupción, ¿por qué no han dicho ni mú ante el escandaloso rescate del Gobierno a una empresa hispano-venezolana conectada con el chavismo y a la que le hemos dado 53 millones de euros, según contó en primicia este periódico?

Ayuso y el reagrupamiento

En resumen, que Arrimadas ha intentado reparar los últimos errores de Albert Rivera cometiendo un error todavía mayor. Pero, quizás sin pretenderlo, esta 'murcianada' puede acabar siendo, como este domingo contaba Jesús Cacho en estas mismas páginas, la chispa que prenda la llama para la reunificación del centro-derecha. Sería, paradojas de la vida, el último servicio de Cs a la democracia española, pues desde el miércoles tiene toda la pinta de que van camino de la desaparición por la vía del suicidio. Y, una vez que eso suceda, los otros dos partidos no van a tener más remedio que entenderse si quieren tocar pelo a partir de ahora, empezando tras las elecciones madrileñas del 4 de mayo. No obstante, no es descartable que sean los propios electores los que provoquen ese reagrupamiento en aras del denominado "voto útil" y acaben regresando al PP, aunque solo sea para evitar que triunfe la izquierda.

En el caso de Madrid, la figura de Isabel Díaz Ayuso favorece esa posibilidad. Ella se ha erigido durante estos meses en la auténtica oposición a Sánchez, y los hechos le han dado la razón. Ayuso y su equipo han ido sistemáticamente por delante del Gobierno central. Fueron los primeros en traer material sanitario, en pedir que la mascarilla fuera obligatoria en espacios públicos, en hacer test de antígenos, en solicitar controles en los aeropuertos y en reclamar un pasaporte de vacunación que permitiese recuperar cuanto antes la movilidad. Y en el terreno económico Madrid ha demostrado, desde que el Gobierno le entregó el poder mediante la 'cogobernanza', que se puede tener abierta la economía y luchar contra la covid. De hecho, en algunas comunidades deberían hacérselo mirar: desde que Ayuso tiene el control de la situación, Madrid presenta mejores cifras de muertos por cada 100.000 habitantes que otras regiones que llevan meses con todo cerrado.

Las otras regiones gobernadas por el PP han dejado sola a Ayuso en la defensa de la economía y de la movilidad, de unas medidas más quirúrgicas y no tan de brocha gorda

Pero lo más sorprendente de todo es que, a pesar de los hechos, media España considera todavía que Ayuso está loca. Es la caricatura que se ha transmitido desde algunos medios de comunicación, aprovechando que la expresión oral de la presidenta madrileña no es precisamente su fuerte. Todo lo que propone se mira con desdén, como si fueran las ocurrencias de una pirada. "Ida", la llaman algunos, jugando malévolamente con las iniciales de su nombre. Y el último ejemplo de ello lo hemos visto con las restricciones aprobadas por todas las comunidades junto al Gobierno para prohibir la movilidad durante la Semana Santa y el puente de San José. En España hay ahora mismo una incidencia acumulada similar a la de comienzos de agosto, es decir, tenemos sobre el papel el mejor dato de los últimos siete meses, pero nuestros políticos han decidido que las restricciones deben ser similares a las que había en el mes de junio. Hace un mes había que ir a las urnas en Cataluña porque la situación estaba bajo control, pero ahora que los números dicen que estamos mucho mejor es una grave irresponsabilidad abrir la mano... e incluso celebrar las elecciones de mayo.

Hay gente empeñada en hacernos comulgar con ruedas de molino. Y el problema es que una parte significativa del PP, que tiene un complejo de inferioridad de agárrate y no te menees, ha comprado el argumentario del Gobierno. Solo Madrid se ha opuesto a las absurdas restricciones de la Semana Santa, que van a permitir que un francés visite Málaga, pero no así un español de fuera de Andalucía. Las otras regiones gobernadas por el PP han dejado sola a Ayuso en la defensa de la economía y de la movilidad, de unas medidas más quirúrgicas y no tan de brocha gorda. Es muy lamentable que Génova 13 sea incapaz de consensuar una postura común entre sus propios gobiernos regionales y, lo que es más grave, los presidentes autonómicos que dan la razón al Gobierno y se prestan a arrinconar a Madrid transmiten sin quererlo la misma idea que machaca la izquierda: Ayuso tiene ideas de bombero. Y ese es el verdadero peligro para el 4-M: que el PP no se dé cuenta de la importancia de la batalla que está en juego y no arrope lo suficiente a la presidenta madrileña. Si el PP pierde Madrid, probablemente comience su propia desaparición.

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