El cretino occidental no nace, sino que se hace. Y cuanto más saborea las mieles de su mezquindad, más se gusta a sí mismo. Hasta tal punto es así que no son pocas las veces en las que el personaje ha acabado devorando a su huésped, de forma que la estulticia ya no sólo es un recurso puntual con el que darse a conocer o llamar la atención, sino que se convierte en el sello personal, en la marca de la casa.
Se distinguen de otros bobos o imbéciles en su ingente necesidad de pasar cualquier suceso noticiable que suscite cierto revuelo por su tamiz ideológico. Vamos, lo que en román paladino viene a ser arrimar el ascua a su sardina, aunque ellos prefieran llamarlo “politizar el dolor” no vaya a ser que alguien pudiera llegar a encontrar similitudes entre su proceder con el de las aves carroñeras que se nutren de los cadáveres porque éstos ya no pueden defenderse. Siempre es preferible agitar el avispero a costa de alguien que no está en posición de mandarte al carajo.
Otro rasgo característico del cretino occidental es su querencia por las masas, su necesidad permanente de atención: si la gente fuesen moscas, ellos pedirían convertirse en una enorme boñiga de elefante. Porque ser una mierda puede parecer asqueroso, pero los convierte en el objeto de deseo de millones de insectos voladores. Eso sí, el excremento despliega un halo de superioridad moral, de bondad intrínseca, de condescendencia intelectual para que la mosca no sea consciente de que lo es ni del alimento que consume. Que está deglutiendo estiércol como si fuera néctar. El alemán Willi Münzenberg ya lo consiguió con el comunismo, hasta el punto de que hoy en día muchos ven en Lenin o Stalin a sus referentes ideológicos.
El cretino occidental no parece mostrarse preocupado por los derechos de los ciudadanos de ese país bajo el yugo integrista islamista (me perdonan el oxímoron) o por la trascendencia geopolítica del evento
Así que no pierden la oportunidad de compartir sus excrecencias si se tercia la oportunidad. Un buen ejemplo lo tenemos con los últimos acontecimientos en Afganistán tras la toma del poder por parte de los talibanes, consecuencia de la retirada de las tropas estadounidenses. El cretino occidental no parece mostrarse preocupado por los derechos de los ciudadanos de ese país bajo el yugo integrista islamista (me perdonan el oxímoron) o por la trascendencia geopolítica del evento. Manipula la historia para culpabilizar al rival político o, si es menester, lo compara con los talibanes. Eso sí, debe quedar constancia siempre de su profunda consternación ante la gravedad de los sucesos, por lo que gustan de organizar y/o participar de eventos tales como recogidas de firmas o concentraciones de repulsa varias. Es una forma sencilla, barata y eficaz de lavar y centrifugar la conciencia antes de usar la desgracia ajena en las trifulcas domésticas y poner en el mismo plano que los talibanes al adversario.
Uno de sus principales recursos, en cualquier caso, es victimizarse, equiparando la situación de su colectivo oprimido fetiche con el de los residentes en el país de oriente medio. Ahí tienen a la cuenta oficial del partido Adelante Andalucía, escisión de Podemos que se define como confluencia de activistas de izquierda, ecologistas, feministas y “andalucistas”, identificando la situación de las mujeres andaluzas con la de las afganas.
Se me ocurren pocas maneras peores de insultarlas, de banalizar el riesgo para la libertad y la vida al que se enfrentan. Pero para quienes quieren convertir el sexo biológico en un rasgo definitorio de víctimas y victimarios, de inocentes y culpables, todo vale. El hijab empodera y los anuncios en ropa interior o la depilación femenina cosifican. Ése ha sido su mensaje en los últimos años y, ahora que aflora la realidad, deben sostenerlo aún a costa de evidenciar que las mujeres afganas les importan un carajo. Indultaron al islam a costa de condenar sin juicio ni sentencia al heteropatriarcado occidental y ése es un camino sin retorno que, en cualquier caso, no quieren transitar.
Porque odian a occidente por lo que representa: libertad, derechos humanos y capitalismo. Somos principio de legalidad, separación de poderes e igualdad ante la ley. Somos todo aquello que detestan los aspirantes a totalitario que añoran los regímenes comunistas o fascistas de antaño y que han encontrado en los cretinos políticos occidentales la mejor correa de transmisión.
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