Opinión

Tamames, no es por viejo

En la política española, tan ensuciada de sectarismo, existe un estigma mayor que la senectud que es el posicionarse en la derecha

Últimamente los viejitos tienen desubicados a muchos. Hacen cosas y aparecen en lugares donde no se les esperaba. Pasan horas de pie en largas colas frente al Banco de España, bajo el frío de la noche madrileña para comprar ¡Bonos del Tesoro! Todo en esa imagen nos resulta extraño, antiguo, de otra época que ya no concebimos. Pasan frío para comprar la deuda que paga sus propias pensiones. Como si hubiesen seguido al flautista de Hamelín, hasta allí les lleva la inflación galopante y la corrupción indecorosa de las entidades bancarias, que no remuneran los depósitos a pesar de que sí cobran la subida de tipos de interés. Este es el Estado del progreso y el statu quo a proteger para algunos. Solo en un país con menos cerebro que ética se hace mofa de ellos en vez de denunciar el cártel bancario en España, que sustrae miles de millones a los ciudadanos con la necesaria complicidad del Gobierno. Un escándalo.

En la sociedad posmoderna, destruida y sin alma, las personas mayores no encajan. No es una ofensa. Yo tampoco encajo en muchas ocasiones. A veces lo agradezco y, otras, añoro la normalidad de ciertas cosas de su mundo, de la vida real en la que se desenvuelven, sin esa enajenación que provoca la pantalla. Al menos aún no hemos llegado al «progreso» woke de Canadá, el país más siniestro de Occidente donde reparten kits de eutanasia a mayores que viven solos o a enfermos por depresión.

Al menos aún no hemos llegado al «progreso» woke de Canadá, el país más siniestro de Occidente donde reparten kits de eutanasia a mayores que viven solos o a enfermos por depresión

La política es un mundo especialmente hostil para las personas mayores. En el 2014 fue secuestrada por veinteañeros politólogos y asesores de marketing que hicieron de la juventud el principal logro para ocupar un puesto, porque eso les garantizaba uno a ellos. Parece que en la política Tiktokera una persona mayor es un elemento incómodo que hay que esconder. Algo feo, extraño, descolocado. Como una bola de Navidad que aún sigue colgada en febrero. 

La gente mayor puede pasar la mañana contemplando las interminables obras de Madrid, ir al médico, recoger al nieto en la escuela o bailar pasodobles en una asociación, pero Ramón Tamames, de 88 años, no puede presentar la moción de censura de Vox sin recibir las mofas de la prensa por viejo. La estupidez y el poco mundo de las mentes pequeñas se apresuran a censurar qué debe o no hacer alguien según la edad, especialmente a las mujeres.

No es la edad lo que mueve la mayor parte de las críticas a Tamames, sino su apoyo a Vox. En la política española, tan ensuciada de sectarismo y carente de debate de ideas, existe un estigma mayor que la senectud que es el posicionarse en la derecha. El sectarismo de la izquierda es el verdadero problema español. El resto de las grandes cuestiones, como las territoriales, se alimentan de él.

El sectarismo de la izquierda es el verdadero problema español. El resto de las cuestiones, como las territoriales, se alimentan de él

La edad de Tamames, en este caso, juega a su favor. Un protagonista destacado de la Transición que denuncia a quien ha puesto en marcha la segunda sin permiso de los españoles. Se recurre al antiguo líder del PCE como candidato a la moción de censura dada la ausencia de referentes en la derecha ¿Cómo los va a tener si no reconocen prestigio y autoritas entre sus filas y acuden a progresistas incluso para ocupar altos cargos? La derecha ha identificado siempre legitimidad y consenso, incluso de puertas adentro, con las líneas marcadas por la izquierda. La segunda Transición a la que se abriría el Partido Popular según García Margallo «tiene que ser con el PSOE». Por tanto, tendrá el contenido que el PSOE quiera. «No puede ser con Vox porque el PSOE no quiere». Por eso el PP rechaza y rechazará todo lo que venga de los de Abascal, porque la izquierda nunca lo aceptará. La segunda Transición necesaria es la que rompa el «consenso» de la sumisión a la izquierda. Hasta que no se persiga este objetivo de nada servirán mociones, ni elecciones, pues no acarrearán un verdadero cambio de rumbo. Mientras tanto, se sucederán los gobiernos que trabajen para otros países en contra de los intereses de los españoles.

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